Postales desde el filo

Tiempos de cambios

En lugar de consumir energías en repartirnos soberanía deberíamos definir nuestro papel en Europa

El mundo ha vivido cambios extraordinarios en las casi cuatro décadas que han transcurrido desde la aprobación de la Constitución. Si ignoramos tal evidencia correremos el riesgo de que la Carta Magna acabe convertida en un texto anacrónico. Otra cosa es que se den las condiciones necesarias para abordar una tarea de esa naturaleza. Nuestro ingreso en la UE y la adopción del euro han sido, sin duda, los cambios más significativos y los que mayores efectos han tenido.

Si la legitimidad de la Constitución se fundamenta en su afirmación inicial de que la soberanía reside en el pueblo español, tenemos que otorgar la importancia debida al hecho de haber cedido parte sustancial de la misma a las instituciones europeas: la moneda, la aceptación de la primacía de las leyes y normas europeas sobre las nacionales, el control de la política fiscal, etc. Todo ello nos obliga a lo que Rubio Llorente llamó "europeizar" la Constitución, adaptándola a la condición de Estado integrado en la Unión Europea.

Como tal, en lugar de consumir nuestras energías en cómo nos repartimos el resto de soberanía que nos queda, deberíamos preocuparnos de definir nuestro papel en la construcción europea. Algo, por otra parte muy necesario ahora cuando las plañideras de los populismos europeos gimotean por la pérdida de las soberanías nacionales. Mienten al prometer volver a meter el genio de la integración europea en su botella nación. Si algo caracteriza, para bien o para mal, al proyecto europeo es su irreversibilidad. Adaptar la Constitución a esta nueva realidad también contribuiría a sacar la integración europea de su actual letargo.

Pero, por la naturaleza de los cambios constitucionales, sería necesario recrear de alguna forma el momento constituyente. En realidad lo que celebramos el 6 de diciembre no es tanto el texto constitucional o sus contenidos, que pueden gustar más o menos, lo que conmemoramos es ese momento histórico excepcional en el que los españoles nos pusimos de acuerdo para superar nuestro trágico pasado. La última moda es precisamente negar legitimidad a la Constitución por las especiales circunstancias que rodearon el proceso constituyente. Pero las Constituciones suelen ser producto de excepcionalidades históricas: revoluciones, guerras de independencia; el fin de la II Guerra Mundial, la caída del muro, etc. Casi todas se redactaron bajo la presión del peso de la Historia. De ahí su enorme valor.

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