Baha: adiós al goleador incomprendido
Uno de los héroes del ascenso se va como el mejor anotador de la era moderna (15) en la élite
Llegó como un desconocido, se va como un incomprendido. Pero antes del rechazo de un amplio sector de la afición, hubo una pieza clave en el ascenso, goles importantes, un futbolista que accedió sin rechistar a dejar de un 9 para reconvertirse en un delantero solidario con el equipo, que canjeaba kilómetros y de entrega por pitos en las gradas. Oficialmente, ayer Nabil Mustafa Baha dejó de ser del Málaga, que no malaguista. Se marcha al AEK de Atenas sin una palabra mala ni alta, como el máximo goleador desde el regreso a la élite (15 tantos), como el séptimo mejor en Primera de la época contemporánea.
A su llegada, Manuel Pellegrini habló con él cara a cara y le dijo que tendría hueco en su plantilla. De hecho, le dio cancha en los primeros encuentros. Pero surgió la opción del fútbol griego y el franco marroquí se aferra a ella para seguir sintiéndose futbolista. Se va dejando a Rondón el encargo de su sucesión como el ariete de referencia del equipo.
En el Málaga cumplió varios de los sueños que perseguía cuando Juan Ramón Muñiz, sin dinero de por medio, le convenció para participar como figura destacada en el proyecto de reconstrucción que pretendía: echar al fin el ancla en un equipo (sus tres temporadas y media han sido su mayor continuidad en el mismo equipo), jugar en Primera División y regresar a las convocatorias de la selección de Marruecos, para la que contó a pesar de varios cambios de entrenador.
El mejor Baha lo dio el año del ascenso. Muñiz afirmó a inicios de esa 07/08 que tenía "la mejor delantera de Segunda". Salva, Roberto Peragón, Iván Rosado y él formaban el cuarteto. Las continuas lesiones del maño levantaron un pesimismo que el de Remiremont se encargó de disipar con goles desde la primera jornada. Su decena de tantos pudo haber sido más de no haber sufrido un esguince ante el Elche en las jornadas finales que le lastró.
Otra decena de tantos en el regreso a Primera (siempre llevará grabado su estreno en el Bernabéu en aquel infausto 4-3) le dio una continuidad que no tuvo en la temporada siguiente, en la que fue más silbado que nunca. Sin embargo, sus únicos cinco tantos no fueron más oportunos: abrió la Liga con un gran tanto de espaldas, hizo un doblete ante el Villarreal en los peores momentos de la segunda vuelta, resolvió la victoria por la mínima frente al Getafe, que valió para salir del descenso, y rescató un punto in extremis en Pamplona (2-2). Contra los amarillos confirmó su divorcio con la afición con su particular huelga a la japonesa; se negó a celebrar los dos tantos que firmó, pese a su trascendencia.
Su estancia en Málaga, además, le valió para conocer a la que hoy es su esposa, Farah (con la que montó una peluquería en la zona del Martín Carpena), y para tener dos hijos malagueños: Ziyad y la nacida hace unos días Mayssa.
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