El suelo vive en la Mina de la Trinidad
A la espalda del templo Budista de Benalmádena, en pleno monte, se oculta una antigua mina de ocre que se localiza siguiendo las indicaciones de un cartel fijado casi a pie de carretera
Rellenar el tiempo de ocio con una visita a un lugar excepcional no siempre es fácil. Sin embargo, a veces, el paseo más previsible se puede convertir en una auténtica aventura, a menos que uno sea un poco curioso y explore el entorno donde habita. Algo parecido puede ocurrir si durante un día festivo alguien se dispone a visitar el templo budista más grande del mundo occidental, que se halla en Benalmádena.
A la espalda del recinto sagrado, en pleno monte, se oculta una antigua mina de ocre que se localiza siguiendo las indicaciones de un cartel fijado casi a pie de carretera, en el margen derecho según se viene desde Málaga. Antes de emprender el camino se recomienda que el excursionista se embriague de la serenidad que se respira en el templo budista.
Este recinto sagrado se alza sobre una gran explanada que mira al mar, desde donde se percibe una amplia panorámica del litoral que perfila la localidad de Mijas, e incluso Fuengirola. En su interior alberga una sala de meditación, una sala de exposiciones y otra que contiene objetos de culto. Las paredes están decoradas con abundantes escenas religiosas muy coloristas, que contrastan con la austeridad que impone el blanco en el exterior del edificio, aunque esa ausencia de color se rompe con el oro que reluce del cono y los anillos que coronan el recinto religioso. El acceso es libre, aunque se requiere que el visitante deje algún donativo.
Con el espíritu y las fuerzas a punto, sólo resta proveerse de agua para subir por el monte cercano que actúa como telón de fondo de todo el paraje y que conduce a la Mina de la Trinidad. El carril próximo a la carretera permitirá acceder a un pequeño túnel subterráneo que cruza la autovía. Ahí comienza oficialmente el itinerario que continúa en dirección noroeste y en paralelo a la misma autovía.
El camino presenta una pendiente considerable, pero sin dificultad excesiva para su recorrido. En los primeros metros, la flora que acompaña al senderista es la que representan el tomillo, el romero y el esparto. Conforme se asciende aparecen los primeros ejemplares de pino carrasco, predominante en la zona. Pronto, las piedras tiznadas de amarillo indican que cerca, girando a la izquierda, se encuentra la boca de la mina de ocre. Ésta se puede explorar, aunque se precisa de linterna para llegar hasta el límite de unas galerías pertenecientes a una cueva natural en la que hay vestigios de estalactitas y estalagmitas. Son pequeños tesoros que la naturaleza mantiene ocultos.
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