Jordi Esteva. Escritor, fotógrafo y realizador

"Vivimos en un mundo mediocre, cada vez menos interesante"

  • El director del documental 'Socotra, isla de los genios' se adentra con su película en un mundo antiguo que aún sobrevive a la modernidad.

Socotra es una isla olvidada. Se encuentra entre las costas de Somalia y Yemen, país al que pertenece. Basta teclear su nombre en Google para descubrir un paraíso de naturaleza que parece sacada de otro planeta, de dunas y playas espectaculares. Pero es también un lugar poco desarrollado que aún parece vivir en otra época y el escritor y fotógrafo Jordi Esteva ha querido mostrarlo en el documental Socotra, la isla de los genios. Una película que se estrenó la semana pasada a nivel mundial en Suiza, en el festival Visions du Réel. Hoy tendrá su estreno en España en el Festival de Cine: será a las 22:00 en el Teatro Echegaray. "Es un sueño estar aquí", asegura Esteva.

-Sorprende que con los paisajes y recursos naturales que tiene Socotra siga tan aislada.

-Es una isla que ha quedado siempre ahí colgada por diversas circunstancias geopolíticas. Ha vivido siempre en el aislamiento: la costa no tiene abrigo natural, está batida por el viento y los monzones… Y así ha sido casi imposible acercarse hasta la existencia de aviones y barcos más seguros. Perteneció también a Yemen del Sur, que era marxista, y no se podía ir a la isla porque se decía que era una base soviética. Sus circunstancias han sido siempre especiales.

-¿Qué es para usted Socotra?

-Socotra es un mundo remoto. Donde hay un modo de vida casi neolítico: tienen ganado, practican agricultura, viven casi en cuevas… Conocen el hierro pero hasta hace poco encendían el fuego con bastoncillos. Es un mundo que me fascina.

-Es, entonces, un documental etnográfico.

-Sí, claro. Para mí muy importante la etnografía: todo mi trabajo tiene ese componente. Pero no buscada de manera consciente; lo que me interesa son los mundos que están desapareciendo, que se desvanecen. Y las historias de gentes que siempre han sido especiales como los habitantes de Socotra: personas que tienen grandes conocimientos que los convierten en sabios aunque no sepan leer o escribir. Y que viven en un mundo absolutamente remoto pero de una belleza increíble.

-¿Y por qué el blanco y negro?

-Para quitar todo el color de la naturaleza, de los paisajes. Mi obsesión es la memoria, los mundos que desaparecen; quería captar el espíritu de la isla de los genios. El color se detiene más en la superficie, mientras que el blanco y negro me permitía ir más hacia el interior, centrarme en lo importante. También tiene que ver, claro, con mi trabajo de fotógrafo y la influencia de directores que trabajan en blanco y negro porque es más ensoñador, más real, más fuera del tiempo.

-La película acompaña a un grupo de camelleros hacia el interior de la isla. ¿Por qué les eligió?

-Los camelleros son el hilo conductor de la película. Yo publiqué un libro sobre la isla en 2011 que trataba de la ascensión a las cumbres de Socotra, donde se dice que vivía el Ave Fénix y que Urano tenía su trono. Y mientras subía, el libro también descendía a mi interior. Cuando quise hacer la película, ese descenso interior lo eliminé porque no quería estar presente: ni hablar, ni aparecer con voz en off. Sólo la ascensión a las montañas, ahora más mística, con un cariz cada vez más alejado de nuestra realidad. Y los camelleros eran perfectos: pero no es una película sobre ellos, es más sobre las relaciones con los lugares que se van encontrando, las tertulias alrededor del fuego donde se cuentan historias como hace 500 años. Y en el mundo tan mediocre que tenemos hoy, llegar a un lugar donde creen en estos espíritus y conviven en otro plano con otro estos seres, es un privilegio.

-¿Qué historias cuentan?

-Son historias que dejan ver su forma de entender el mundo, con leyendas de serpientes, monstruos, mujeres genio… Cuentan unas historias alucinantes que sus hijos ya no quieren escuchar. Son su identidad, pero se van a perder con el tiempo. Igual que su lengua: el socotrí no se escribe, no tiene registros y está emparentado con lo que hablaba la reina de Saba. Estoy orgulloso de este trabajo porque el documental es el único documento filmado en socotrí y, probablemente, sea el último: la gente joven ya no lo habla de manera tan pura y su lengua se está contaminado por otros idiomas.

-Es un mundo que parece tener los días contados…

-El mundo cambia. No nos podemos poner los románticos para que todo siga igual y que todo siga como en otro siglo. Las cosas tienen que cambiar. Tanto con el libro como la película se me planteó el dilema. Pensé: voy a hacer un flaco favor a la isla difundiendo todo lo que tiene, sus lugares mágicos. Pero luego pensé: no, yo no he ido a difundir bellezas para los turistas o las dunas o sus playas; fui a buscar la memoria de la gente, que es una historia completamente distinta. Tal como va el mundo, con lo rápido que cambia todo, lo que estoy intentando es preservar un mundo que va a desaparecer.

-Ocurre en Socotra, pero también en otros rincones del mundo, nuestros pueblos, la memoria… ¿Qué perderemos cuando desaparezca esa riqueza ?

-Vivimos en un mundo mediocre, cada vez más homogéneo y menos interesante. Antes cuando iniciabas un viaje desconectabas, entrabas en otro tiempo, no podías comunicarte, llegabas a otro mundo. No había televisión: te ibas y apagabas el mundo que dejabas atrás. Eso era muy bonito. No voy a renegar de esta época, con sus comodidades; pero el mundo cambia constantemente, es así y no se puede hacer otra cosa. Quizás me gustaba más antes. Me gusta recordar lo que decía Goytisolo de que él siempre lucharía por el futuro de los pueblos y su bienestar, aunque a él no le gustara el resultado.

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