El resurgir de la lucha vecinal en Málaga: desde frenar el Festival de las Linternas a rechazar la torre del puerto
Arquitectos, sanitarios, comerciales y estudiantes, algunas de las caras visibles de los manifestantes
Último día del Festival de las Linternas de Málaga entre protestas: "Parque sí, negocio no"
La unión de los vecinos de Málaga frente a problemáticas urbanas y el sentimiento de comunidad han resurgido en la ciudad para "exigir el respeto de sus derechos". Varias iniciativas, colectivos civiles y los propios malagueños muestran el descontento con algunas de las medidas de las instituciones y han conseguido generar debates sociales. El caso del Festival de las Linternas en el Parque del Oeste y muchas otras "luchas", como la vivienda, los pisos turísticos, el bosque urbano o la torre del puerto, ponen de manifiesto una actividad creciente en la fuerza vecinal.
Gema Morales es una mujer de 49 años que nació al lado del Parque del Oeste. Se crio en el mismo barrio de donde ya eran sus abuelos. Creció, se casó y tuvo dos hijos. Durante todas las tardes, cuando sus hijos eran pequeños, iba con ellos para que correteasen y vieran a los patos y los cisnes de la pequeña laguna para aprovechar los rayos de sol. También merendaban allí, con la tranquilidad que ofrece la zona "tan bonita". "El Parque del Oeste es muy importante para la gente de barrio porque allí hacemos vida, yo todas las tardes voy a pasear con mi perro Loki".
Aunque de pequeña se fue a vivir a Barcelona, volvió en cuanto creció: "Mi madre es de Huelin y mi abuela de Carretera de Cádiz, siempre veraneaba por aquí y cada día me siento más malagueña". Desde el año 2000 vive en el barrio. Morales se dedica a las telecomunicaciones y gran parte de su tiempo libre lo destina a pasarlo con Loki, su cocker marrón. Se enteró del Festival de las Linternas porque unos vecinos que también paseaban a sus perros se lo dijeron, no tardó en acercarse y lo vio todo vallado. "Nos han dejado un área para pasear minúscula", denuncia. Desde entonces, apoyó la causa a través de las redes sociales y dialogando con sus vecinos.
"Desde siempre me han inculcado los valores de respetar lo que es de todos", comenta Antonio Ortigosa. El joven de 21 años nació en la zona del Parque Mediterráneo, cercano al Parque del Oeste. Confiesa que siempre le ha gustado cuidar de los demás, por lo que sospecha, entre risas, que de ahí viene su pasión por la sanidad. Es Técnico en Emergencias Sanitarias y ahora está estudiando el grado superior en Documentación y Administración Sanitaria. "Creo que hay que cambiar un poco el modelo de sociedad individualista que se está generando y unir entre todos los ciudadanos y luchar por lo que es justo", considera.
La movilización para frenar el Festival de las Linternas comenzó de forma espontánea, según Ortigosa. Los vecinos se empezaron a organizar a través de redes sociales y grupos de mensajería. "No hubo un plan previo ni una organización detrás", aclara, "la gente simplemente reaccionó ante lo que consideramos una injusticia". Se considera un "sufrido" para las causas sociales, que siente como propias porque también le afectan a él: "También cuando hay protestas sobre la educación pública o sobre la sanidad pública, que como son cosas que no atañen a todo el público, las sufro como si me pasara a mí".
"Vengo de una familia de clase trabajadora y es algo de lo que me siento orgulloso y que mis padres me hayan inculcado esos valores que han defendido durante toda su vida", comenta. El Técnico en Emergencias Sanitarias sostiene que, en el caso del Parque del Oeste, se han manifestado "personas con diferentes ideologías, pero con un objetivo común: que no se privatice el parque". Defiende que lo único que quieren es que "se respete nuestro barrio". "Durante años nos hicieron creer que era imposible cambiar nada, pero estamos viendo justo lo contrario: cuando nos unimos, podemos lograr cosas importantes", sostiene.
"Soy el primero de mi familia que nació en Málaga", admite Víctor González. Toda su infancia ha estado ligada al distrito oeste. En su adolescencia empezó a "descubrir la vida" con sus amigos en el Parque del Oeste: "Es el lugar donde tengo guardados todos los recuerdos de mi juventud". Ahora, a sus 43 años, lleva a su hijo pequeño a jugar al parque junto con su mujer. "Tanto mi familia como muchas otras que viven en la Carretera de Cádiz son de familia trabajadora y la necesidad de un espacio público para disfrutar de un ocio de calidad es fundamental", argumenta.
Todas las tardes hace deporte en el parque con un grupo de vecinos. "Que haya sido cercenado es un atentado contra los derechos de todos los vecinos, el parque es muy beneficioso para todo tipo de personas: adolescentes, jóvenes, personas mayores, personas con discapacidad intelectual que necesitan un espacio de desconexión y del ruido del tráfico", lamenta. Hasta que se encontró las vallas del parque: "De un día para otro un parque público vallado para uso y disfrute de una empresa privada".
"Las personas acabamos identificándonos con el lugar y la comunidad a la que pertenecemos, al invadir el espacio que representa nuestra identidad, ha hecho mucho daño a la gente", admite, uno de los motivos que ha despertado su deseo de formar parte de la protesta. El arquitecto reconoce que se unió un poco tarde, cuando algunos vecinos del barrio empezaron a reunirse periódicamente en vez de comentarlo solo a través de redes sociales. Acudió a asambleas y a todas las manifestaciones: "Nos decían que nos lo pasábamos bien protestando, pero la realidad es que hemos pasado frío, ha llovido y hemos dedicado fines de semana enteros a esto".
Manifestaciones "masivas" por la vivienda
"Nos hemos dado cuenta de que si nos organizamos, podemos influir en la ciudad y en las políticas que nos afectan directamente", afirma el portavoz de Málaga para vivir, Kike España, vecino de la capital. Da clases de Urbanismo en la Escuela de Arquitectura, en El Ejido. La meta es seguir consolidando la red vecinal y expandir su alcance de cara al futuro. "Queremos que cada barrio tenga su espacio de decisión y acción", comenta el joven de 36 años.
Este movimiento ciudadano ha emergido como una respuesta organizada ante la crisis y las condiciones precarias que enfrentan muchos malagueños. España explica que vieron la necesidad de crear "un espacio abierto y democrático para que cualquier persona afectada pudiera participar en la toma de decisiones". La manifestación del 29 de junio, según él, "marcó un punto de inflexión": "Consolidó una red de asambleas de barrio donde se abordan temas fundamentales como la vivienda, la precariedad laboral y el impacto ambiental en la ciudad".
"La clave de este movimiento es que no depende de partidos políticos ni instituciones, sino de la fuerza de los vecinos", asegura España. Con asambleas regulares y comités de barrio, sostiene que Málaga para vivir ha conseguido trasladar el malestar de los vecinos en acciones concretas, como la pretensión de prohibir apartamentos turísticos y la regulación de los alquileres. La "asistencia masiva" a la manifestación del 9 de noviembre "reafirmó que la ciudadanía está decidida a transformar su ciudad y su calidad de vida".
Han pasado 14 años desde que Raquel López llegó a Málaga. Se crio en el barrio del Limonar y, aunque nació en Valladolid, se siente de Málaga. Cuando sus padres se divorciaron, se fue a vivir a la Cala del Moral, después pasó a Rincón de la Victoria, luego a El Palo y, finalmente, se mudaron al Centro de Málaga. "Muchas viviendas porque estamos de alquiler y los precios son desorbitados para una compra, y más para padres divorciados", admite la joven de 24 años.
Es periodista y actualmente está en búsqueda de empleo, por lo que tampoco puede independizarse. Lamenta que la ciudad sea cada vez "menos habitable" debido a los "precios elevados" de la vivienda, los "cada vez más notorios" apartamentos turísticos y la falta de estabilidad laboral. Su situación la ha llevado a protestar por su futuro y su presente. Según López, gracias a estas "manifestaciones en masa" que se llevan produciendo estos últimos meses "se ha conseguido llevar la situación de la vivienda al debate político y ahí es donde se percibe la fuerza de la ciudadanía".
La oposición a la torre del puerto ha logrado movilizar a diversos sectores de la sociedad. "Hay mucha gente de distintos espectros políticos, esto es transversal, a la que no le gusta ese lugar para ese edificio", dice Matías Mérida, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Málaga y parte de la Plataforma Defendamos Nuestro Horizonte. Considera que la construcción de los rascacielos de Martiricos ha servido como "una pedagogía muy relevante", porque "mucha gente ve plasmada en la realidad lo que eran proyectos dibujados o con infografías confusas e idealizadas".
El colectivo nació de un manifiesto que le da título a la organización: "Un manifiesto que fue firmado por unas 60 personas relevantes de la ciudad, y que después fue refrendado por miles de firmas de malagueños", recuerda Mérida. Desde entonces, la organización ha crecido sin una estructura formal ni militantes registrados, funcionando con voluntarios según su grado de implicación. Desde su creación, ha impulsado varias iniciativas para proteger el paisaje urbano de Málaga.
Gracias a la "presión social y a las acciones de Defendamos Nuestro Horizonte", el proyecto se ha retrasado: "Cuando se presentó, se hablaba de que el edificio estaría construido en 2020 o 2021, estamos en 2025 y todavía, afortunadamente, seguimos con la amenaza, pero como poco hemos conseguido demorarlo", explica Mérida.
Juan Antonio Triviño es Técnico Superior en Electromedicina y estuvo trabajando en Electromedicina en hospitales, aunque también en el puerto desde 1979, cerca de 40 años, donde se jubiló. Ha compatibilizado su actividad en el puerto con actividades sindicales, ya que ha sido parte de UGT desde 1995. "Sigo teniendo responsabilidades a pesar de estar jubilado", comenta. Durante este tiempo -y de acuerdo con su responsabilidad sindical-, aparte de trabajar en los servicios operativos del puerto, ha sido miembro del Consejo de Administración del Puerto.
"Debido a estos conocimientos es por lo que me acerqué a la problemática que se podría plantear para el desarrollo del puerto la utilización de uso hotelero", admite. Una aproximación "en términos portuarios" que, posteriormente, se unió al colectivo Defendamos Nuestro Horizonte e intercambió conocimiento con otros miembros: "He podido comprobar que hay muchos más motivos para posicionarse en contra del rascacielos, como el paisajístico". Según defiende, "debería tener una utilización ciudadana" y compatibilizarlo con el tráfico de cruceros.
La "falta de espacios verdes" catapulta la acción ciudadana
"Yo soy vecino del barrio de San Andrés, prácticamente estoy a 200 metros de la parcela, mis hijos no tenían zonas verdes, no tenían parques, no tenían un lugar para poder jugar", recuerda Pedro Antonio Sánchez, portavoz de la plataforma Bosque Urbano Málaga. Así empezó su implicación en la lucha vecinal, por la falta de espacios verdes en su barrio. Describe cómo los niños jugaban en una plaza sin sombra, con suelo de hormigón que absorbía el calor del verano. "Te sentabas en un banco y seguía ardiendo de haber estado recalentado durante todo el día", rememora el comercial de 47 años. Fue esta realidad la que le hizo preguntarse qué podía hacer para cambiar su barrio.
Desde entonces, Sánchez se involucró con la plataforma Bosque Urbano Málaga. Empezó a acudir a las asambleas después de descubrirlos por redes sociales. Años después, es su portavoz. Se trata de un movimiento ciudadano que surgió en 2016, pero que, según él, responde a una reivindicación mucho más antigua. Los vecinos pedían décadas atrás que "se desmantelaran los bidones de hidrocarburos", porque era un "riesgo cierto, pero al mismo tiempo pedían una gran zona verde". Asegura que esta demanda viene desde los años 80 y que los barrios de Cruz de Humilladero y Carretera de Cádiz tienen "unos ratios de zona verde muy por debajo de lo que marca la Organización Mundial de la Salud".
El movimiento comenzó con dos vecinos, Javier y Ana, que se preguntaron qué se iba a hacer con el terreno vacío. "Vieron el descampado y empezaron a preguntarse por qué no se podía hacer allí una gran zona verde", comenta Sánchez. Así nació la primera iniciativa del movimiento: una recogida de firmas en la plataforma Change.org, que tuvo una "acogida impresionante": "En los primeros 20 días sobrepasaron las 16.000 firmas". A partir de ahí, la plataforma empezó a reunirse de forma asamblearia y a contactar con distintos sectores de la sociedad, como la Universidad, comerciantes, partidos políticos y otros movimientos vecinales.
Gracias a la organización vecinal, la plataforma ha logrado paralizar la venta de los terrenos y llevar su lucha al ámbito judicial: "Hemos conseguido recursos para presentar un recurso contra el plan general que contempla la construcción de torres en la parcela". Además, han recurrido el proyecto de descontaminación del terreno y la autorización ambiental. "Toda esta batalla judicial se ha conseguido gracias a que nos hemos organizado y hemos puesto en marcha una recogida de fondos", recalca. Amite que, aunque a veces es "complicado" compaginar la plataforma con su trabajo y su vida personal, es algo "gratificante".
La lucha de los vecinos de Plaza Mitjana contra el ruido y la falta de medidas por parte del ayuntamiento ha sido liderada por un pequeño grupo de tres residentes. "Somos un ejemplo, pero la unión de la población civil también se ha visto en las manifestaciones por la vivienda, contra la torre del puerto o recientemente en el Festival de las Linternas, que han conseguido que no se renueve", señala Juana Morales. La diferencia, según ella, es que, mientras que en algunos casos los vecinos han logrado cambios concretos, aún tienen que "soportar el ruido constante".
"Ojalá con la fuerza de la gente se consigan las cosas, que sería lo suyo. Que la gente manifieste lo que quiere y que el político se dé cuenta de qué quiere el pueblo", enfatiza. Al principio, más personas se unieron a la causa, pero con el tiempo algunos se echaron atrás. Aun así, lograron que un juez les diera la razón, demostrando que "la unión hace la fuerza". Sin embargo, a pesar de la resolución judicial favorable, las autoridades no han tomado medidas efectivas y la problemática persiste.
Óscar Agudo es natural de Barcelona, pero lleva viviendo en Málaga hace más de 50 años. Hace 15 años que se mudó al Centro. Siempre ha estado en el colegio de Los Maristas. Estudió Arquitectura Técnica y luego Arquitectura Superior en Valencia, lleva más de 25 años trabajando como arquitecto en todo tipo de proyectos: hoteles, edificios de apartamentos turísticos, centros deportivos y viviendas. "Desde 2015 estoy muy vinculado con la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga y formo parte de la junta directiva, llevamos muchos años peleando y siendo resistentes con este modelo turístico en el que el residente no tiene cabida".
El arquitecto fue quien puso las cartas sobre la mesa y dio el salto a llevar su situación a los juzgados. "Fuimos un grupo de residentes que empezamos con una serie de escritos a las diferentes áreas, pero que luego, a la hora de materializar esa denuncia que se estaba haciendo en el Ayuntamiento, no servía para nada", admite. Agudo denuncia que el ruido que llega a su domicilio le imposibilita "hacer vida de las estancias de tu vivienda": "Es como si alguien entrase en tu casa y el ruido es como si fuese ese alguien, lo que pasa es que no se ve, tienes que tener tu casa protegida frente al ruido".
Desde su dormitorio escucha el retumbar de la música de la discoteca más cercana y, también, el jolglorio de las personas que salen de fiesta: "Se te mete el ruido de las palmas y los gritos de la gente que está por la noche". Argumenta que en otros casos donde la afectación era mayor, como en Plaza de la Merced, "sí se tomaron medidas debido a la presión vecinal y el peso electoral de los residentes perjudicados". Defiende que los vecinos unidos sí pueden conseguir cambiar situaciones.
Para Leonor Ruiz, los movimientos ciudadanos juegan un papel fundamental en la defensa de los derechos y la construcción de ciudades más sostenibles. Sin embargo, lamenta que en muchas ocasiones las necesidades de los malagueños "no sean la prioridad de quienes toman decisiones": "Es inmoral anteponer beneficios económicos a la salud y el bienestar de las personas". Esta vecina de Plaza Mitjana es una médica jubilada que lleva en Málaga 30 años.
La unión vecinal surgió como respuesta a una situación que se volvió "insostenible": la imposibilidad de descansar en casa, el ruido constante y la "sensación de impotencia" ante la falta de soluciones hicieron que estos tres vecinos decidieran organizarse. Ruiz recuerda cómo su madre, ya "muy mayor y enferma", sufría especialmente esta realidad, sin poder descansar adecuadamente debido al ruido que se intensificaba los fines de semana.
A pesar de la tendencia al individualismo que parece caracterizar a la sociedad actual, Ruiz encuentra esperanza en los movimientos de colaboración y solidaridad entre el pueblo malagueño. "Es verdad que hay núcleos de individualismo que nos ponen los pelos de punta y es verdad que hay también núcleos de solidaridad y apoyo mutuo entre las personas", comparte.
Sentimiento de comunidad para la "lucha"
Juanma Ponferrada tiene 18 años y nació en el barrio de Cruz Verde, una zona "que siempre se ha caracterizado por estar señalado de conflictivo, por ser un barrio precario y desatendido". Fue al colegio Nuestra Señora de Gracia y le supuso "un punto de inflexión" en su "poca trayectoria vital". Confiesa que el centro ha sabido orientar "a los chavales del barrio y ofrecerles oportunidades". "Ahí empezó mi interés por muchas cosas, pero también se despertó mi vena por la comunicación". A día de hoy, está estudiando Periodismo en la Universidad de Málaga.
El joven sufrió acoso y homofobia en su etapa de estudiante, algo que le "impactó bastante". Comentarios, insultos... Envió una carta a la directora de El País, la publicaron y, el mismo día, le llamaron de la radio para contar su historia. Ese fue el momento exacto en el que se enamoró del periodismo: "El periodismo tiene que ser cercano con la gente, solucionar los problemas de la gente del barrio o, por lo menos, denunciarlo".
Lo que le ha llevado a "luchar por los problemas de Málaga" es el sentimiento de comunidad: "Es un sentimiento que se despierta siempre cuando surge como respuesta ante la precariedad y ante injusticias en general". Considera que movilizarse es necesario porque es "el único camino": "No tenemos otras herramientas más allá de las elecciones para cambiar las cosas de la ciudad, los vecinos tienen que estar ahí porque la ciudad es nuestra".
Hasta hace poco llevaba las redes sociales y prensa del Teléfono de la Esperanza de Málaga, organización que trabaja en la salud emocional de las personas. Ahora vive en Nueva Málaga y reconoce que, en los últimos años, se ha despertado un mayor interés por lo colectivo. Sin embargo, advierte que "esto siempre pasa en tiempos de crisis". Para él, la creciente desigualdad en temas como "la vivienda, el empleo y muchos otros ámbitos" está empujando a la población a organizarse y reclamar derechos, como él hace y lleva haciendo a lo largo de sus 18 años.
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