Málaga

Alberto Peláez Morales

La maltrecha Orquesta Filarmónica de Málaga que a nadie interesa

Además del mal uso del dinero público, sorprende la renuncia a la financiación privada: ¿Por qué no se ha propiciado que empresas y fundaciones privadas formen parte del Consorcio?

Concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga en la Plaza del Santuario de la Victoria en 2021.
Concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga en la Plaza del Santuario de la Victoria en 2021. / Javier Albiñana

07 de julio 2025 - 07:01

Cualquier ciudad europea con la población de Málaga tiene al menos tres orquestas profesionales; nuestra única orquesta profesional cumple a duras penas sus compromisos por escasez de plantilla.

Respecto de la financiación de la OFM establecen los Estatutos que “los beneficios y rentas que produzca el Consorcio, una vez cubiertos los gastos, se destinarán en primer lugar, a constituir fondos de reserva en la cuantía que establezcan las disposiciones de Régimen Local, y el resto a mejorar y ampliar las instalaciones y edificios afectos al Consorcio”.

Pero esto se no ha cumplido. Así, en vez de mejorar el penoso local de ensayos de Carranque, el gerente se permitió crear y mantener la Joven Orquesta Barroca de Andalucía (JOBA), actividad ajena al objeto del Consorcio que fija el artículo 3.

Las rentas o remanentes del Consorcio de la OCM también se han empleado en otros fines, como se informó en prensa el 26 de julio de 2011: “La OFM paga las deudas del Festival de Cine”. “Caneda solicita 500.000 euros de la orquesta para que el Festival haga frente al pago de sus proveedores”.

Además del mal uso del dinero público, sorprende la renuncia a la financiación privada: ¿Por qué no se ha propiciado que empresas y fundaciones privadas formen parte del Consorcio, como prevén los Estatutos en su artículo 5?

Finalmente, nadie se ha ocupado en analizar posibles formas alternativas de organizar y gestionar la Orquesta que, atendiendo el interés público, propicien una mayor agilidad en la toma de decisiones, mayor facilidad en la sustitución de músicos, etcétera. Prueba anecdótica de la desidia: La Orquesta cambió de nombre hace años, pero el Consorcio que la gestiona sigue llamándose “de la Orquesta Ciudad de Málaga”.

Tras el inicial brillo de la Orquesta Ciudad de Málaga, un alcalde melómano fue sucedido por nuestro ubicuo alcalde, más amante de los museos que de la música clásica; y la enfermedad fulminante del músico y compositor Benjamín Esparza precipitó el nombramiento provisional de quien ejercía funciones de contable, Juan Carlos Ramírez Aguilar. La interinidad del cargo ha resultado ser casi vitalicia. Solamente una serie de corruptelas ampliamente difundidas por medios de comunicación locales llevaron a nuestros representantes políticos a forzar su dimisión.

En otros concursos se propició que las votaciones fueran secretas, sin que las bases de la convocatoria lo hubieran previsto; el secretismo, claro, permite – ha permitido, de hecho - al cómplice puntuar con cero sin tener que dar explicación alguna.

Pero el Sr. Ramírez sigue como empleado en el Consorcio, merced a la creación para sí – siendo ya gerente – del puesto de “Secretario General Técnico” en el Convenio Colectivo de 1999: era su salvavidas para el caso de destitución.

El envejecimiento y jubilación de las cuerdas europeas y los vientos levantinos, músicos de comprobada calidad que fueron contratados obviando inútiles burocracias, han ido mermando la calidad de la orquesta. Y no solamente ha disminuido la plantilla, sino que las plazas que se ofertan no pueden, en la práctica, más que ser ocupadas por músicos que hayan estudiado en España, pues en las bases de los concursos se exigen títulos homologados. A ninguno de los músicos foráneos que se incorporaron a la OCM se les pidió título homologado, como tampoco lo pidió Jesús López Cobos al chico que aprendió clarinete con su padre, pero fue el mejor de los aspirantes y ganó la plaza ofertada por la Orquesta de Cincinnati. También podríamos tener, si las bases lo permitieran, un gerente mejicano, estadounidense o sueco: el lenguaje universal de la música ahogado por el provincianismo de la “capital del Sur de Europa”.

La Orquesta Filarmónica de Málaga ha pasado por una época oscura de intrigas, de fidelidades a cambio de favores, de falta de aprecio a los músicos cuyo trato y protagonismo no resiste la menor comparación con los estándares europeos, de irregularidades en la provisión y ocupación de plazas, de despidos arbitrarios de algunos músicos de alto nivel que no bailaban el agua a Ramírez, de falta de ambición artística, de provincianismo y desconocimiento de idiomas; de falta de conexión con la ciudad y, finalmente, de abatimiento y desinterés de unos músicos que han sido tratados más como operarios que como artistas.

No hay mayor prueba de la falta de aprecio de nuestros representantes políticos por la Orquesta de todos los malagueños que el pertinaz estancamiento del proyecto de Auditorio.

A la vista de la “herencia” recibida por el nuevo gerente es difícil mantener la esperanza en un imprescindible cambio; no es fácil despertar el interés de nuestros políticos y moverles a que adopten modelos que funcionan en tantas orquestas europeas. Y sí cabría esperar de los aficionados que no se limiten a disfrutar de la música que con tan escasos medios sigue ofreciendo la OFM, sino que exijan a nuestros representantes públicos que tomen todas las medidas para llevarla al nivel de la fama que la ciudad de Málaga ha alcanzado.

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