El medio ambiente como forma de vida
Los agentes de medio ambiente son los garantes de la protección y conservación del medio natural con su doble función policial y técnica que los convierte en piezas clave
Su presencia despierta tanto recelo entre los que no acostumbran a cumplir las leyes en el medio natural como seguridad y tranquilidad en los que ven en la figura del agente de medio ambiente una mano amiga y una garantía de protección de los espacios verdes. Pero su labor constante y callada tiene más de lo segundo como garantes del bienestar del medio ambiente de una provincia donde no les falta quehacer. Litoral, montaña, extensas zonas de cultivo y un área metropolitana densamente poblada y con una gran actividad humana donde la vigilancia se hace imprescindible en aras de su protección.
Son 120 las personas que forman en la provincia de Málaga este cuerpo dependiente de la Junta de Andalucía y que han hecho un modo de vida. Cuentan que es una profesión muy vocacional, quizás por eso de que tienen que mantener un difícil equilibrio entre la parte policial que desarrollan para perseguir los delitos que se cometen en el medio natural y la técnica como garantes de que todas las actividades que se desarrollan en él se hacen conforme a la legalidad y sin afectar al medio ambiente.
Sea como fuere, su labor va más allá de lo que muchos aún siguen viendo en la figura del agente de medio ambiente. Tienen un listado tan amplio de tareas que incluso a ellos les cuesta desgranar de forma resumida. Prácticamente están para todo y su conocimiento a la perfección del terreno les convierte en piezas clave en cualquier actividad, acontecimiento o siniestro que tiene lugar en el medio natural. El coordinador provincial de este cuerpo en Málaga, José Montes, lo resumió coloquialmente asegurando que "digamos que tenemos muchos clientes", lo que implica atender a diario numerosos asuntos de temáticas distintas y en zonas con características muy dispares.
El monte es el lugar con el que tradicionalmente se asocia a la figura de estos agentes. Pero es sólo uno de los múltiples sitios donde se les puede encontrar desarrollando su siempre reconocida, pero fundamental labor que ha cambiado y se ha modernizado mucho con todos los cambios normativos a los que se han tenido que ir adaptando. "Te puedes encontrar un agente de medio ambiente en un taller para revisar los registros de entrada y salida de los aceites usados y a otro en un chiringuito de la playa comprobando si excede la ocupación del dominio público marítimo-terrestre autorizada", explicó Montes.
Como policía administrativa y agentes de la autoridad, e incluso autoridad en el caso de los incendios forestales, hace que muchas de sus competencias se solapan con las de cuerpos como el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. La diferencia principal radica en la faceta técnica y de gestión que desarrollan los agentes de medio ambiente y que los convierten, no sólo en los malos que van por el campo sancionando a los que no cumplen con la legislación, sino en enlaces directos con la administración al ejercer como si fueran una oficina móvil.
Tanto es así que desde hace ya algunos años, tienen la capacidad de conceder autorizaciones directas a través de un sistema de firma delegada que agiliza un trámite administrativo que antes tardaba más de dos meses para podas, desbroces, descorches, talas y quemas en el medio natural.
La técnica y de gestión es la parte que más compensaciones les reportan, y que utilizan al mismo tiempo como labor de concienciación especialmente en el medio rural donde no ha resultado tarea fácil cambiar la forma de hacer las cosas. "Nosotros gastamos más saliva que tinta"., explicó el coordinador provincial de los agentes de medio ambiente, en alusión a que "se consigue más por las buenas que por las malas recurriendo directamente a la sanción".
Es a lo que algunos de estos agentes se refirieron como tener "mano izquierda" para lidiar con los que no ven con buenos ojos su presencia. Asumen su papel de "malos" en esos casos, pero se sienten unos privilegiados por poder desarrollar en una tarea como pocas que aglutina tantos frentes.
Los 120 agentes de medio ambiente se reparten en lo que se denominan unidades biogeográficas (Málaga metropolitana, Guadalhorce-Guadalmedina, Axarquía, la comarca de Antequera, la Serranía de Ronda y la Sierra de las Nieves, el litoral oriental y occidental, y el Valle del Genal y Guadiaro).
La problemática en cada una de esas áreas poco tiene que ver y la especialización se hace cada vez más necesaria para atender las nuevas realidades que van surgiendo en un medio natural tan cambiante y porque "la investigación de delitos requiere tiempo y dedicación específica si queremos conseguir resultados exitosos". De momento, solamente hay tres unidades específicas dentro del cuerpo de agentes de medio ambiente: una vertical para llevar a cabo todos los trabajos en altura, la Brigada de Investigación de Incendios Forestales y la Brigada de Investigación de Envenenamiento de Fauna de Málaga, aunque los agentes que forman parte de ellas compaginan esa tarea con el resto propia de su condición de agente.
Ésta última ha conseguido en los últimos años con su tesón acabar prácticamente con los casos masivos de envenenamiento en el campo, una práctica muy extendida para matar los considerados depredadores tanto en áreas de ganado como de cotos de caza y termina con la vida de especies protegidas como los alimoches, águilas y algunos mamíferos silvestres. Tampoco ya se ven tantas artes ilegales como ballestas, jaulas trampa, lazos o cepos con el mismo fin. Y mucho ha tenido que ver, cuenta uno de los miembros de esta brigada, el hecho de que en estos momentos haya cinco casos judicializados y cien por vía administrativa, que puede conllevar incluso la suspensión cautelar de la actividad de caza en los cotos como ha ocurrido por ejemplo en Alameda.
El problema, explicó otro agente, es que "los malos siempre van por delante y cuantos más controles hacemos, más se las ingenian para inventar nuevos métodos". Por suerte su trabajo policial y técnica a partes iguales va consiguiendo sus efectos y empieza a calar en el medio rural la necesidad de colaborar por el bien del medio ambiente.
Ocurre, por ejemplo, en el caso del programa de salvamento y protección del aguilucho cenizo que la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio tiene en marcha para garantizar la conservación de este ave esteparia catalogada como vulnerable y que se está viendo acorralada por la modernización de los sistemas de cultivo y los cambios de uso de los sitios donde tradicionalmente han anidado.
Precisamente en esta época esta especie se encuentra en pleno periodo de reproducción y los agentes de medio ambiente se encargan, también, no únicamente de localizar los nidos, sino de convencer primero y coordinar después con los propietarios de esas parcelas de cereal la siega para no arrasarlos.
El año pasado se localizaron 77 nidos en la provincia y los agentes tuvieron que intervenir en 62 de ellos para garantizar la supervivencia de este ave que anida en el suelo y a la que se le deja un rodal lo suficientemente grande para que puedan llevar a término su reproducción. En esta tarea, "somos conscientes de que tenemos que ir de la mano de los agricultores porque el objetivo es salvar al aguilucho", contó a este periódico uno de los agentes durante una visita a una de las parcelas donde hay varios nidos, y que resumió que se trata de "conciliar la tarea de cumplir la ley con la parte de gestión y colaboración".
Gran parte del trabajo que desarrollan los agentes de medio ambiente se articula dentro del plan anual de inspecciones que determina la Junta de Andalucía cada año y que especifica el número mínimo de actuaciones que deben realizar en los distintos ámbitos en sus provincias de referencia. Pero realmente siempre se exceden con creces porque además deben atender los casos urgentes cuando se produce una denuncia o indicio de infracción. Para dar una idea en números, solamente el año pasado realizaron 111.244 actuaciones en la provincia.
Reconocen que aún les falta visibilidad en la población y en que deben seguir avanzando en darse a conocer, para lo que han encontrado una eficaz aliada en las nuevas tecnologías.
No obstante, mucho han cambiado desde sus orígenes que se remontan a hace más de un siglo. Oficialmente la figura del agente de medio ambiente de la época surgió en 1877 a raíz de la llamada Ley de Repoblaciones Forestales. Pero entonces se llamaban capataces de cultivo y dos años después fueron autorizados para denunciar los daños que se causaran a los bosques. Sin embargo, históricamente siempre ha existido una figura similar en los montes relacionada con la actividad de caza, como eran los guardabosques reales en época de Fernando VI (1748).
Es a finales de los años 70 cuando se produce un cambio importante en el concepto de guarda que pasa a denominarse agente forestal y que se consolida con el traspaso de las competencias del Gobierno central a la Junta de Andalucía a mediados de la década de los 80. En realidad, es a partir de entonces cuando se les empieza a conocer como agentes de medio ambiente, aunque el cuerpo como tal en la comunidad andaluza no se crea hasta el año 2001. Hoy en día, el medio natural ya no se entendería sin ellos.
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