Málaga

Oposiciones a los 40 años: conciliar, estudiar y mantener la motivación

Imagen de unas oposiciones realizadas en Málaga.

Imagen de unas oposiciones realizadas en Málaga. / Marilú Báez

Prepararse una oposición supone renunciar a otras experiencias vitales como el ocio o la incorporación al mundo laboral. Opositar es dedicar gran parte del tiempo al estudio, sin tener una gran certeza de cuándo llegará la recompensa. Las trivialidades que este camino supone se pueden ver acrecentadas cuando el estudio no puede ocupar el papel principal de la vida del opositor. Es el caso de los adultos que deciden prepararse una oposición. En su vida también entran en juego otros factores como la conciliación familiar, el deber de mantener un hogar o la necesidad de seguir teniendo ingresos económicos.

A pesar de que las oposiciones suelen estar relacionadas con los jóvenes que acaban de finalizar sus estudios, existen otras historias en las que el camino para llegar a la estabilidad laboral se vuelve aún más cuesta arriba. Cuatro opositoras de más de 40 años y una de 35 cuentan su día a día marcado por la falta de tiempo y por la gran motivación que les impulsa a seguir.

La situación de Ofelia Hernando es bastante habitual. Esta licenciada en psicología lleva desde 2008 trabajando en la Administración Pública pero sin tener un puesto fijo. Hace cinco años tomó la decisión de apuntarse a la academia para tratar de conseguir una plaza como funcionaria del cuerpo A1 en la Junta de Andalucía. La psicóloga considera que trabajar en la Administración le permite conciliar, por lo que esto fue el principal motivo que le impulsó para ponerse a estudiar, además de las prestaciones que ofrece este puesto de trabajo.

En estos momentos se encuentra en plena convocatoria y ya ha pasado parte de la prueba. Con esta, sería la segunda vez que se presenta, en el anterior intento no tuvo mucha suerte y se quedó a las puertas de pasar el último examen.

“Quiero asegurarme mi plaza”, confiesa Ofelia, que además es madre de tres hijos y tiene 49 años. A pesar de su objetivo, confiesa que no se lo recomienda a nadie en su situación. Como se puede intuir, la psicóloga debe estudiar a la vez que trabajar, compatibilizarlo con las tareas de casa y ocuparse de sus hijos.

Esta, saca tiempo “de donde no lo hay” y expresa que ha desarrollado una gran capacidad para concentrarse. “La media hora que tengo para desayunar en el trabajo la aprovecho para estudiar”, explica. También apunta al sacrificio que hace, además de ella, toda su familia: “En épocas de exámenes desaparezco”, confiesa, quien añade que “es fundamental tener un apoyo y recursos económicos, porque aun teniéndolos, ya es difícil”.

En el lado positivo sitúa la gran motivación que siente. “Con esta edad lo tienes muy claro. Ya sabes cómo funciona la vida. Has conocido cómo se trabaja en la pública y en la privada y sabes lo que quieres hacer. Es una gran fuerza de voluntad lo que tira de ti”.

Dolores Moreno también sabe lo que es trabajar para la Administración Pública y lucha por conseguir su plaza. Hace 18 años trabajó como interina durante cinco años y medio para la Junta de Andalucía. Desde ahí, trabaja para el sector público mediante bolsas de trabajo y agencias públicas empresariales, pero nunca ha conseguido un puesto fijo a pesar de haber “perdido la cuenta” de las veces que se ha presentado a los exámenes.

A sus 40 años, ha desarrollado su actividad tanto como en la administración regional como en el Servicio Andaluz de Salud. “Me presento a todos los cuerpos, porque hay muchas dificultades para acceder”. En este camino, Dolores optó por seguir formándose y cuenta con un Grado Superior en Administración y Finanzas, una diplomatura en Ciencias Empresariales, el Grado en Marketing e Investigación de Mercados y un Máster en Prevención de Riesgos Laborales. “Cuando me gradué en Marketing intenté seguir por ese camino, pero con mi edad y habiendo trabajado en la pública, lo dejé. También en ese momento no había tanta oferta de trabajo en el sector como ahora”, la opositora empezó la carrera universitaria cuando acabó la interinidad y obtuvo un gran expediente académico.

“Lo peor es tener la sensación de que has invertido tiempo y dinero en nada”, confiesa Dolores, quien considera que otro aspecto negativo es que no se sabe cuándo van a salir las convocatorias. “Tienes dos opciones, la primera es dejar tu vida social y la segunda es intentar compaginarlo y plantear la oposición a largo plazo”. Tras muchos años “tomándoselo muy a pecho”, Dolores ha optado por el segundo camino y confía en que en algún momento su esfuerzo se verá recompensado.

La historia de Cristina Hernando, hermana de Ofelia, es un verdadero caso de superación. Esta mujer de más de 50 años dejó aparcado sus estudios en lo que antes era COU. Tras varios años, ha encontrado dificultades para incorporase al mundo laboral sin estudios universitarios, por lo que hace varios años decidió prepararse su candidatura para Auxiliar Administrativo.

En verano, su despertador suena bastante pronto para ponerse a estudiar antes de tener que atender a su hijo más pequeño. Después de hacer tareas de casa, intenta sacar algún rato para continuar el estudio por la tarde, aunque no es hasta por la noche cuando puede volver a sentarse para cumplir los objetivos del día. Cristina insiste en que “en invierno no es más fácil”, porque a pesar de que aprovecha cuando su hijo está en el colegio, por las tardes debe llevarlo a las actividades extraescolares y el cuidado de la casa no desaparece.

Por otro lado, explica que sigue buscando un lugar idóneo para estudiar. “Llevo todo el invierno usando la habitación de mi hija que estaba fuera, pero ahora ha vuelto y estoy usando la terraza”. La opositora tiene claro que lo peor de este camino es el tiempo que deja de dedicarle a su marido, padres e hijos.

A pesar de estas adversidades, Cristina tiene un gran aliciente, y es que su madre aprobó una oposición con la misma edad que ella. “Lo mejor de este camino es todo lo demás, es fantástico aprender y tener una meta”, concluye.

El largo camino hacia las aulas

Teresa Gómez es más joven que las opositoras antes mencionadas, pero forma parte de los 36.643 maestros andaluces que se han presentado a las pruebas de junio. Formar parte de la educación pública es, por lo general, el camino hacia el que optan la mayoría de graduados en magisterio, por lo que la prueba es muy competitiva y exigente. De hecho, para esta última convocatoria solo se ofrecían 2.538 plazas.

Así, la maestra considera que el proceso de selección está obsoleto. “Las pruebas son bastantes subjetivas y arcaicas, por lo que no creo que sean muy justas”, indica. Esta ha sido la segunda vez que se ha presentado con sus 34 años, la primera vez fue en 2019. “Debes estudiar mínimo unas 8 horas al día, como si fuera un trabajo, por lo que te planteas estar en el paro aunque no ingreses”, indica.

La maestra es interina, aunque sigue esperando que la vuelvan a llamar para realizar más sustituciones. Mientras, lo compagina con diferentes trabajos relacionados con la enseñanza. “Lo mejor de todo es que algún día llegará la ansiada plaza y la estabilidad. Además, me podré dedicar a lo que es realmente mi vocación”.

Teresa comparte meta con Anabel Castaño, otra maestra de educación primaria que se ha presentado siete veces a las oposiciones y no ha conseguido plaza a pesar de haber aprobado en todas las ocasiones. Tiene 41 años y es madre de dos hijos, por lo que vive en su día a día complicaciones ya mencionadas. “He podido ser madre porque tengo una situación económica y familiar muy óptima, pero considero que seguir estudiando oposiciones es un lujo”, confesaba, quien hablaba sobre el gran gasto que suponían las academias.

Esta maestra ha trabajado como interina en varias ocasiones y también considera que el sistema de adjudicación de plazas no es del todo correcto. “Es injusto tanto para los interinos, que debemos seguir estudiando mientras trabajamos, como para los que se presentan por primera vez, que se quedan detrás de nosotros a la hora de coger plaza”. Así afirma que durante las interinidades ha vivido situaciones frustrantes: “He estado en colegios en los que he llegado a ser la cuarta tutora del curso para una clase. Los niños salen muy perjudicados porque no hay consciencia sobre las carencias del sistema y la manera en la que repercute en la formación”, concluye. 

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