Málaga, de ayer a hoy

El 'vigía' de la Costa que invisibilizó el urbanismo

  • La torre almenara de Torreblanca en Fuengirola es un ejemplo del desarrollo inmobiliario que ha sufrido el litoral

Un motorista con sombrero pasea en una Vespa por una solitaria y desconocida N-340. Eran los años 50 y faltaba poco para que esa carretera se convirtiera en el eje vertebrador de una de las principales áreas turísticas europeas. Pero mientras se producía la eclosión del turismo en esta zona de la Costa del Sol, una antigua torre vigía era la que dominaba todo el paisaje.

Un cartel semicamuflado junto a la carretera que anuncia la cercanía del bar Torreblanca, en el término municipal de Fuengirola, es la única pista que permite ubicar a esta torre hoy en día rodeada por el voraz urbanismo de las últimas décadas. Desde la época musulmana existía en la costa un sistema defensivo basado en una red de torres vigías o almenaras salpicadas a lo largo de todo el litoral, y que quedaban enlazadas visualmente entre sí y con las principales fortalezas costeras, como el castillo de Marbella, el de Sohail o el mismo castillo de Gibralfaro en la capital.

A partir de finales del siglo XV, el historiador Víctor Heredia explicó que los cristianos reforzaron y renovaron ese sistema defensivo "con el objeto de velar por la seguridad de la costa ante la amenaza de los ataques de los piratas norteafricanos o de otros enemigos de la Corona española", ya que en esa época era habitual que los piratas realizaran rápidas incursiones en las que se apropiaban de todo lo que encontraran en las proximidades y secuestraban a los campesinos, pescadores o viajeros que pudieran sorprender para pedir después un rescate por su liberación.

Por este motivo la costa era un lugar inseguro y poco fiable para vivir, y eran escasas las poblaciones y las construcciones ubicadas en primera línea de mar.

Algunas de estas torres fueron reedificadas en la época de Carlos III, a finales del siglo XVIII, como ocurrió con la Torre Blanca, que ya existía previamente. Ésta defendía la costa de la Vega de Mijas y fue construida en 1765 en forma de pezuña o de medio círculo con dos espolones oblicuos. Estaba hecha de mampostería y en su interior se disponían dos plantas, rematadas por una azotea. El acceso estaba en alto, a unos seis metros de altura, y se entraba por medio de una escala de cuerda.

El primer y más completo estudio realizado sobre estas torres almenaras fue llevado a cabo por Juan Temboury Álvarez y publicado por la Diputación de Málaga en 1975. Según Temboury, esta torre aparece nombrada en las Ordenanzas de 1497 y en las Instrucciones de 1511. La historiadora Carmen Iñiguez aseguró que aunque la tipología constructiva corresponde a época castellana "es posible que se hiciera una remodelación sobre una torre de época islámica".

De hecho, el topónimo almenara procede del árabe y según el estudio realizado por J. Oliver Asín quiere decir "ilumina".

En el entorno de la torre hay importantes yacimientos de época romana que, según la experta, "nos ponen de manifiesto la ocupación ininterrumpida de este espacio".

Junto con ella, en esta zona se hicieron otras dos torres artilladas iguales, la denominada Torre Vieja de la Cala del Moral (Mijas) y la Torre del Lance de las Cañas (Marbella). En la costa oriental de la provincia se construyeron en la misma época otras fortificaciones similares, como la Torre Moya en Benajarafe.

De todas éstas, ha sido precisamente la de Torre Blanca la que desapareció en los años setenta por culpa del agresivo desarrollo inmobiliario de su entorno.

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