Cultura

Octav Calleya, director de orquesta: "Si los políticos tuvieran más interés por la música, se harían más cosas"

Octav Calleya en un momento del ensayo de su próxima actuación, este jueves.

Octav Calleya en un momento del ensayo de su próxima actuación, este jueves. / Javier Albiñana (Málaga)

El maestro está de vuelta. A punto de cumplir 80 años, Octav Calleya volverá a agarrar la batuta para ponerse al frente de la Orquesta Filarmónica de Málaga. Lejos de las tentaciones torremarfilistas que a menudo acarrean las trayectorias exitosas, el director rumano se siente con ánimo de dirigir y, lo que es más importante aún, de hacer sentir al respetable con sus actuaciones. Este viernes a las 21:30 se reencontrará con la Filarmónica en un concierto con fines sociales en la plaza del Santuario de la Victoria. 

-¿Cuándo se dirige mejor? ¿A los 50 años o a los 80?

-[Ríe] Mejor a los 50, seguro. A los 80 tienes mucha más experiencia, pero menos fuerzas. A los 50 normalmente estás en el centro de todas las posibilidades.

-¿En qué ha cambiado Málaga culturalmente desde que vino por primera vez allá por 1973? 

-Ha cambiado muchísimo y a mejor. Siempre que veo a alguien criticar estas cosas, se lo digo. Sólo hay que mirar atrás. Antes había pocos equipamientos culturales y de un nivel más bajo.

-Sin embargo, el auditorio para la OFM sigue sin llegar. ¿Es este el revulsivo que necesita la institución para reivindicarse en la ciudad?

-Sí, es una de las cosas. Cuando yo era titular, ya parecía que iban a construirlo. Hoy sigue todo igual. Málaga necesita un auditorio mejor y mayor. 

-Otros sectores culturales sí que han conseguido aumentar su presencia. Se me ocurren muchos: desde el Centre Pompidou hasta el Teatro del Soho. ¿Es la música clásica una rémora para las administraciones? 

-Si los políticos tuvieran más apego e interés por el tema, entonces se harían las cosas. Hay ciudades más pequeñas que Málaga con auditorios y teatros mejores. Hace falta dedicación de todas las partes implicadas. Pero esto depende sobre todo de la política. 

-Incluso el número de miembros de la plantilla de la OFM ha disminuido con el paso del tiempo...

-Sí, el planteamiento inicial era de 110 músicos. Y de nuevo nos encontramos con la gestión administrativa: con el ahorro, con el control exhaustivo del gasto... La parte buena es que, aunque haya menos miembros de los previstos, la orquesta se mantiene en el límite suficiente para abordar cualquier repertorio con solvencia. Eso es lo importante. Al final todo depende del trabajo de los directores. 

-¿Y la figura del director de orquesta? ¿Qué ha cambiado desde que empezó y hasta ahora? 

-Mi caso ha sido muy particular, pero algo ha cambiado. Montar una orquesta desde cero, con todo lo que eso supone, y lanzar un repertorio acorde al público necesita que el director sea muy habilidoso artísticamente. Si está tres o cuatro años y se va, y el siguiente hace lo mismo, no funciona. Si se queda un tiempo razonable en el cargo, su trabajo se nota. 

-Usted impulsó el Concurso Internacional de Dirección de Orquesta, que ya ha celebrado varias ediciones y que busca integrar en el sector a jóvenes directores de todo el mundo. ¿Existen las suficientes vías para llegar hasta ahí? 

-Los directores no tienen un instrumento propio, entonces es más difícil que promocionen. Hay que hacer esto para los jóvenes. La música siempre necesita gente con talento. Por eso hacen falta más concursos. Aunque con ellos no se solucionen todos los problemas. De momento, se han celebrado dos, en Moldavia y Rumanía, y el próximo año se hará otro. Me hubiera gustado hacer uno en Málaga también. 

-¿Cómo cree que hay que acercar la disciplina a los tiempos que corren? 

-Hay que aumentar las actuaciones. Eso es garantía de avance y desarrollo cultural. La música que llamamos clásica lo primero que transmite son valores humanos y después filosóficos. Por eso la historia de los genios es tan necesaria. Recuerdo un libro que compré hace unos 35 años en Suiza que trata sobre lo inefable de la creación, que es la inspiración. Trata, hasta donde se puede, todo lo que cualquier espíritu sensible necesita. El problema es que esa realidad sonora que nosotros transmitimos no se puede explicar por escrito.  

-Se ha echado a la batuta obras de Mahler, Strauss o Mendelssohn. ¿Qué compositor le hace enorgullecerse frente al atril?

-Hay una frase que corre entre los intérpretes que dice así: yo con los genios me entiendo muy bien. Cada uno de los grandes compositores deja una transcendencia extraordinaria. Todos tienen particularidades asombrosas. No se puede decir: mi número uno es Bach, mi número dos es Schubert... Estoy contento y satisfecho de entregarme a ellos a través de sus obras. Recuerdo que una vez dirigí la novena sinfonía de Beethoven con una sola mano. Me había lastimado la otra y me era imposible usar ambas. Fue una cosa memorable: ante el Teatro Cervantes y con 300 músicos. La esencia de la música es magnífica. 

-Hoy volverá a estar al frente de la OFM como ya ha hecho en otras ocasiones especiales desde su marcha. ¿Qué puede contar?

-Habrá cosas más populares y más selectas. Y, por qué no decirlo, habrá una generosa sorpresa. 

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