Cultura

Una brillante astracanada

  • Orejudo combina en su singular 'novela de campus' el humor disparatado y la parodia de la autoficción como género de moda

Pese a que no se trata de una obra extensa, Un momento de descanso contiene muchos frentes de interés, pero su propósito general se decanta por una sátira feroz de la vida universitaria, española y norteamericana. El narrador y protagonista se llama igual que el autor y es también, como él, profesor universitario, lo que nos introduce de lleno en el terreno de la autoficción, aunque esto parece más un recurso encaminado a dotar de verosimilitud a la trama que una concesión a la narrativa de trasfondo autobiográfico, de la que más bien se hace mofa. Ya en su estupenda ópera prima, Fabulosas narraciones por historias, mezclaba Orejudo la ficción y la realidad, de modo que la opción elegida para esta novela no hace sino volver sobre un procedimiento que entonces era poco seguido y de un tiempo a esta parte se ha vuelto muy frecuente. Por suerte, al contrario que en otros autores, no hay solemnidad ninguna en esta irrupción de la primera persona, antes bien, en su uso se adivina una intención paródica que concuerda perfectamente con el contenido disparatado de la historia.

El relato arranca con el reencuentro del narrador con un antiguo condiscípulo de la facultad, Arturo Cifuentes, "un fantasma del pasado que viene a perturbar el presente". Hacía diecisiete años que no se veían, coincidieron en la universidad y también después, cuando ambos marcharon a Estados Unidos y compartieron piso en Nueva York, mientras disfrutaban de una beca doctoral. Experto en la obra de Pemán, Cifuentes ha estado dando clases en Missouri y de vuelta a España, tras divorciarse de su mujer, ha encontrado un puesto de profesor visitante en su antigua facultad, de la mano del maestro de ambos, el catedrático Desmoines, una "leyenda viviente" que ocupa un lugar central en la trama. De hecho, la razón por la que ha reaparecido Cifuentes es que quiere convencer a su amigo de juventud para que escriban juntos un libro donde se desvelaría que el venerado mentor es en realidad un farsante.

Pero antes de entrar en la intriga académica, el narrador nos cuenta, en una segunda parte titulada Cómo me hice escritor, un rocambolesco experimento de laboratorio que marcó su vocación literaria. No es cuestión de desvelar en qué consiste el experimento, baste decir que el propio autor hizo de cobaya a cambio de dinero y que sus consecuencias, a la postre benéficas, fueron la salida de la universidad y el descubrimiento de un don que potencia la imaginación creadora. Este episodio no es lo más logrado de la novela, que en general se muestra menos redonda que otros libros anteriores, tal vez porque los muchos temas abordados no llegan a articularse más allá de una desopilante colección de anécdotas.

A grandes rasgos, Un momento de descanso es una novela sobre el desencanto, donde se habla del desprestigio de la universidad y del descrédito de las humanidades, de los excesos de la discriminación positiva de las minorías o de las sorpresas que depara la recuperación de la memoria histórica, pero este fondo pesimista -de donde brota siempre el humor- se extiende a ámbitos privados como el deterioro de las relaciones de pareja, la problemática relación entre padres e hijos, la dificultad de mantener la integridad personal, el modo de sobrellevar las obligaciones de la amistad o la dicotomía entre lealtad y traición. Luego hay también, bajo el sarcasmo, una buena dosis de melancolía, pero en general predomina lo que uno de los personajes califica indirectamente de sainete o astracanada.

Al margen de la intriga, la novela incluye momentos brillantes y de gran fuerza corrosiva, como una escena de sexo en los sótanos de la Biblioteca Nacional que concluye con el protagonista eyaculando sobre una página del manuscrito original del Mío Cid, que para mayor escarnio aparece reproducida con el daño visible. Otros son humoradas de trazo grueso, como la incursión en el porno del hijo superdotado de Cifuentes o las veleidades coleccionistas de una profesora aficionada a fotografiar el glande de los escritores famosos. Un momento de descanso no es exactamente una novela de campus -de hecho se presenta, medio en serio, medio en broma, como el resultado de la imposibilidad de abordar tal género entre nosotros-, pero su retrato de la vida académica es divertido, inmisericorde y absolutamente demoledor.

De la universidad norteamericana se destaca el imperio desquiciado de la corrección política, que se traduce en la tragicómica indefensión de los profesores. De la española, su proverbial endogamia y las consecuencias perdurables del "atroz desmoche" que siguió a la Guerra Civil. Dice uno de los personajes que la universidad en España "no sólo es mediocre y corrupta, es también inverosímil". Así aparece reflejada en la novela, en forma de caricatura o esperpento, que es como se sabe el modo más exacto de recrear una realidad absurda.

Antonio Orejudo. Editorial Tusquets. Barcelona, 2011. 242 páginas. 17 euros.

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