Málaga, Picasso y Antonio Banderas dan vida a la Transición española en la novela 'Dejaron sus huellas'

El periodista José Manuel Zorrilla insiste en que no se trata de una novela histórica ni autobiográfica

La escritora malagueña Paloma Ruiz presenta su primera novela 'Bondad' en el MUCAC de Málaga

José Manuel Zorrillas posa con la novela ‘Dejaron sus huellas’.
José Manuel Zorrillas posa con la novela ‘Dejaron sus huellas’. / M. H.

Dejaron sus huellas (Editorial Adarve) es una novela que recoge la memoria personal, pero también compartida, una forma de contar cómo se vivieron, en lo personal y lo cotidiano, los últimos años del franquismo, la Transición y los primeros pasos de la democracia. "Lo que no está escrito es cómo la gente vivió aquello, en lo familiar, en lo íntimo", explica el periodista malagueño José Manuel Zorrilla, y ahí sitúa el núcleo de un libro que se apoya en hechos reales, pero que necesita de la ficción para darle vida propia.

Málaga aparece además como escenario -o un personaje más- dentro de la ficción. Uno de los protagonistas viaja para ver a su pareja, estudiante en la Facultad de Económicas, y ese desplazamiento permite un paseo literario por lugares reconocibles: la llegada desde la estación, la Alameda, los vinos en Casa Guardia, la calle Larios, un picoteo en El Pimpi y los jardines de Puerta Oscura. Son escenas "casi circunstanciales", reconoce el autor de la obra, pero reflejan una Málaga cotidiana, integrada en la vida de aquellos años.

Aunque el periodista aclara que no vivió la Transición en la capital, sino en su pueblo, explica su decisión de no nombrarlo: "No quería poner Periana para que sea cualquier pueblo de Málaga". Aun así, defiende que lo que pasaba en Madrid se reproducía en todo el país: "Cuando había huelgas en Madrid, también había huelgas en cualquier ciudad", y recuerda de forma concreta "huelgas de primos míos que estudiaron Económicas en Málaga".

En ese universo malagueño también está presente Pablo Picasso, que aparece como exiliado. Para Zorrilla, su presencia tiene sentido narrativo y simbólico: uno de los personajes mantiene relación con él, y la figura del pintor "conecta la historia personal con la herida del exilio". El escritor recuerda además el papel del padre del artista, que aparece ligado a un antepasado de uno de los personajes a través de un cuadro conservado en el pueblo. Picasso está más desarrollado que otros nombres conocidos, precisamente porque representa a esos malagueños que tuvieron que marcharse y añorar a su tierra desde fuera.

Otro de los malagueños estrella que aparecen es Antonio Banderas, aunque su presencia es "casi una pincelada". Surge en un local madrileño vinculado "al nacimiento de la Movida", acompañado de Pedro Almodóvar, recién llegado a la capital española. Su acento "ceceante" lo delata y provoca el encuentro con dos personajes malagueños de la novela. Zorrilla insiste en que no quería convertir a estas figuras en protagonistas, sino dejarlas pasar como parte de la sociedad de la época.

Cuando habla de documentación, el autor alude a su conocimiento de Picasso por una admiración que le viene de lejos, completado con consultas puntuales para atinar con los detalles de su vida en Francia. Ha escrito una novela extensa, de más de 600 páginas, y admite que nace del esfuerzo de años, con la esperanza de que alguien, al leerla, encuentre en sus páginas la huella de una generación que aprendió a "vivir en libertad mientras todo cambiaba a su alrededor".

José Manuel Zorrilla insiste en que no se trata de una novela histórica ni autobiográfica, aunque toda la trama parte de su propia experiencia como estudiante y como periodista. Tenía 22 años cuando murió Franco y recuerda aquel momento: celebrar la muerte del dictador en un mesón regentado por un policía nacional que, lejos de echarlos, los "invitó a champán". "Fíjate, sociológicamente, lo que supuso la ruptura con el régimen autoritario", comparte. Para Zorrilla, esa anécdota resume mejor que muchos ensayos lo que supuso el derrumbe de la dictadura y la rapidez con la que la sociedad empezó a cambiar.

En Dejaron sus huellas, el escritor subraya que hubo transiciones sociales, económicas, sindicales, culturales, religiosas y hasta policiales. Del "búnker eclesiástico" a los "curas obreros", de los "grises" a una policía concebida como "servicio al ciudadano", de la clandestinidad sindical a la legalidad. Sus personajes se mueven en ese "terreno inestable", marcados por el deseo de cambio y por el miedo, por la esperanza y por la violencia de una época atravesada también por el terrorismo y las amenazas de involución con los intentos de golpe de Estado y los ataques de ETA.

El método de trabajo del autor se apoya en el "respeto escrupuloso a los hechos históricos", como el asesinato de Carrero Blanco, pero se permite libertad total en la construcción de personajes. Ahí entran la memoria personal, los recuerdos de amigos, las lecturas de prensa y las vivencias acumuladas como periodista que entrevistó a protagonistas clave de la época. "Entrevisté a varias personalidades, desde Santiago Carrillo, que llevaba peluca y venía de incógnito a España, a Felipe González, que ni se le conocía".

Zorrilla cree que la novela dialoga de forma distinta con cada generación. Para quienes vivieron aquellos años, Dejaron sus huellas funciona como un espejo: "Alguno hasta me ha dicho: 'Yo soy uno de tus personajes'". Para los más jóvenes, el objetivo es otro: "Que abran los ojos y vean lo que era un régimen autoritario". Y lanza una advertencia: "Parece que hay mucha equivocación sobre lo que ocurrió". Por eso escribió Dejaron sus huellas: para dejar constancia de una experiencia vivida que, sin estar en los libros de texto, sigue marcando la memoria colectiva.

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