Tanto como la vida
Crítica de Teatro
La ficha
***** 'Incendios'. Teatro Cervantes. Fecha: 10 de diciembre. Producción: Ysarca, Teatro de La Abadía y Teatro Invernadero Dirección: Mario Gas. Textos: Wadji Mouawad. Reparto: Nuria Espert, Laia Marull, Ramón Barea, Edu Soto, Carlota Olcina, Álex García, Alberto Iglesias y Lucía Barrado. Aforo: Unas mil personas (casi lleno).
El éxito desde hace ya casi dos décadas en Europa de Wadji Mouawad, escritor, actor y director de escena canadiense nacido en Beirut, significa una buena noticia, entre otras muchas cosas, porque revela que el teatro no ha perdido la capacidad de generar sus propios clásicos. Mouawad, digámoslo pronto, viene a representar para estos primeros compases del siglo todo lo que Samuel Beckett entrañó a mediados del siglo pasado o lo que Shakespeare encarnó en el suyo: una creación escénica que resuena de manera precisa y concreta en el contexto de su tiempo para un público contemporáneo. Superados los nihilismos ciegos, la (a menudo desafortunada) escuela de rabia de Thomas Bernhard y el descrédito del texto teatral como enemigo a batir, he aquí que nuestro hombre ha regalado a su generación, la nuestra, un teatro con un altísimo potencial a la hora de decir. Y es digna de consideración la querencia de Mouawad a las directrices de la tragedia clásica, como lo era en Shakespeare y en, a su manera, Beckett; pero, más que el peso del destino recuperado para la inquietud de las conciencias, lo que sella este vínculo es la celebración del teatro como un argumento ético, servido como un espejo (espect-áculo) a un mundo en que el orden de la civilización ha dejado heridas aún abiertas. Incendios, la obra más popular de Mouawad, presenta un correlato evidente con Edipo Rey, pero se acerca más a Sófocles en su intención de dar pistas a una sociedad determinada, la que hoy día se muere de miedo en un Occidente a merced de especuladores criminales y terroristas llenos de ira, respecto a qué puede hacer y qué puede esperar; y, más aún, respecto a qué alternativas puede esgrimir ante lo que parece inevitable.
Mario Gas hace una lectura respetuosa e íntegra hasta el escrúpulo de la traducción de Eladio de Pablo (quien, por cierto, también ha vertido al castellano las otras tres piezas de Mouawad que componen junto a Incendios la tetralogía mayor del autor: Litoral, Bosques y Cielos. Esperemos que se animen más directores y productores) para un montaje en el que recupera buena parte de las claves que insertó en En casa, en Kabul de Tony Kushner aunque, y ya parecía difícil, con resultados más felices. Desde una escenografía austera reforzada con proyecciones para la recreación de los distintos ambientes, siempre en las dosis justas con el fin de no ocupar el campo de la imaginación del espectador, Incendios fluye a lo largo de tres horas como un río comedido, que no avasalla a pesar de la crudeza de lo que cuenta, en el que cohabitan con fértil naturalidad autobuses incendiados en Líbano y el despacho de un notario en Quebec. La poética del texto de Moawad, implacable, se desliza en consecuencia como un lenguaje familiar empeñado, como en la misma obra, en poner nombre a las cosas y a las personas. Quizá el verdadero protagonista (al menos formal) de Incendios es el tiempo, y Gas acierta de pleno al establecer el mismo criterio poético en la representación de una unidad transgeneracional, echando mano, sí, de la mejor herramienta posible: el teatro. Cuando los personajes de las distintas épocas y los distintos países comparten la unidad dramática y se pulverizan las distancias narrativas se aprecia, en todo su esplendor, qué quiere decir Mouawad. Y, de paso, se hace inolvidable. El espacio sonoro contribuye a elevar cierta arquitectura reconocible en esta unidad (genial el recurso épico del Starless de King Crimson) con eficacia y limpieza.
En cuanto al reparto, sólo cabe saludar el trabajo de Nuria Espert y Ramón Barea como un patrimonio del teatro español que todo el mundo debería ver. Álex García está mayúsculo, certero y asombroso en los matices, como Carlota Olcina y el resto de actores. Aquí tenemos, al fin, un teatro tan importante como la misma vida. Como sólo puede serlo el teatro.
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