Calle Larios

pablo Bujalance /

Muerte de un ciclista, o dos

VALE, lo admito: no tengo bici. Es más, ni siquiera es un artilugio que me haga especial gracia. Pero la que sí me parece ridícula es la campaña sancionadora de la Policía Local contra los ciclistas que se saltan la ordenanza y no circulan por carriles bici allí donde están habilitados. Por más que a las multas se les reserve cierta función pedagógica, uno sólo puede encogerse de hombros cuando los gestores se empeñan en hacer ciudad a base de castigos en lugar de sentido común. Hace justo una semana, en esta misma página, debajo de este artículo, este periódico publicaba una foto en la que aparecían dos furgonetas de la Policía Nacional interrumpiendo el carril bici de la Alameda y obligando a los ciclistas a subir a la acera o a invadir los carriles reservados al tráfico motorizado. Así que igual asistimos a un bonito intercambio de favores entre cuerpos de seguridad, yo te los echo a un lado y tú los multas. Pero semejante contrariedad significa uno más de los muchos obstáculos a los que se enfrentan los ciclistas que se empeñan en ejercer su derecho en Málaga. Ni siquiera hay que viajar en dos ruedas, como suscribe el peatón que firma este artículo, para darse cuenta.

Y es que, señorías, el trazado del carril bici en Málaga es delirante, absurdo, irracional e incomprensible. La policía multa a los ciclistas por no circular por el carril bici del Paseo del Parque: es decir, por no meterse en un sendero estrecho, sombrío, feo, a través de la espesura repleta de accidentes y en una extensión periférica que, propiamente, no es el Paseo del Parque. ¿Tan difícil resultaba compartir las amplias aceras? Debe ser que sí. Las autoridades municipales han preferido, en cualquier caso, expulsar a los ciclistas a toda costa. El carril bici de la Alameda entraña tanto o más peligro que el resto del asfalto, pero respetar la señalización en un paseo por la ciudad (tal y como demostró recientemente mi compañera Victoria Bayona en un ilustrativo reportaje) implica dar rodeos infernales, meterse en cruces sin garantías de visibilidad, ocupar y desocupar las aceras sin criterio fijo, jugársela en curvas imposibles y otras medidas dirigidas, insisto, a expulsar a los ciclistas del suelo público. Con ello, al parecer, y según admitió el concejal de Movilidad, Raúl López, se satisface a peatones protestones que se sienten agredidos por okupas a dos ruedas; pero multar a los ciclistas por no usar un carril bici de chiste malo es, cuanto menos, reprochable. Con una red más racional se solucionarían los problemas. Podríamos tomar nota de Sevilla. Pero no, borren eso: no quiero pasar por antimalagueño.

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