Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Con casi 80 años, lleno ya de recuerdos, triunfos y dolores, Mario se enamoró de Isabel. Quién se lo iba a decir, cuando unos años antes pensaba que en Patricia, “la prima de naricita respingada y carácter indomable”, había encontrado a quien hacerle dejar de buscar desde hace tanto. Aquellas palabras, que había dirigido a su esposa en Estocolmo, eran las de un hombre que más que amar recuerda. No hay en ellas la locura, el deseo y el olvido del mundo que traslucen las cartas que escribió a Isabel Preysler y que esta publica en sus memorias, llenas de hombres enamorados.
¿Qué sabía Mario? Sus cartas parecen escritas por un adolescente, alguien para quien la presencia de la persona amada transforma radicalmente su vida y el mundo de una forma nueva, inesperada, irreversible. No parece saber nada del amor después del amor, del tiempo, el desengaño, los celos, la soledad, el aburrimiento, de todas las futuras destrucciones que lo acechan. Es joven de nuevo.
Pero tal vez lo sabía, y aun así usaba el lenguaje como una muleta, como una máscara mágica que enluciese su piel. Luchar contra la vejez como mejor sabía: escribiendo, ahuyentando a la experiencia en ardorosos arrebatos. 2015: “Te echo mucho de menos y pienso todo el día en la felicidad que será volver a verte”. 2019: “Nunca antes he escrito con tanto entusiasmo, y sentido que todo, incluso las cosas más triviales, valían la pena y tenían un sentido”. 2021: “Gracias a ti, he sido muy feliz, más, creo, que en el resto de la vida”. 2022: “Lo único que tengo claro para ese incierto futuro es que quiero pasarlo contigo, a tu lado, queriéndote cada día más”. En 2023, Isabel escribe: “Lo mejor es que demos por terminada esta relación ya tan cargada de costumbre y de rutina […] Tú estás muy maleducado”, y Mario vuelve con Patricia. ¿Qué sabía Mario? ¿Qué sabía Isabel?
Pero tal vez no sepa yo nada del amor, y el amor sea eso: el puño que estrecha el tiempo, que borra los límites y oculta el pasado y ensancha la vida y hace eterno lo que toca y entrelaza fatalmente locura y cordura. La fuerza más terrible y hermosa del universo, una breve aventura, una casa invadida por las dulces costumbres, una conversación sin palabras, el insomnio, la compañía, la paz, el infierno. Algo que, por muchas palabras que traten de atraparlo, es siempre lo que es y lo contrario.
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