Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Hay cosas que avergüenzan a una ciudad mucho más que cualquier atasco, cualquier derribo mal gestionado o cualquier chapuza urbanística. Los Asperones son uno de esos capítulos que deberían figurar en los manuales de “lo que nunca debió hacerse” y, sin embargo, ahí siguen. Que a estas alturas de 2025 exista un asentamiento marginal de esas características es, sencillamente, un sonrojo colectivo. Pero lo es aún más recordar que en algún momento de nuestra historia alguien decidió que lo mejor era levantar un gueto en mitad de la nada para aparcar a los “molestos” sociales, y encima lo vendió como una solución habitacional.
Conviene poner las cosas en su contexto: cuando se levantaron Los Asperones no había absolutamente nada alrededor. Se eligió un terreno que, con el tiempo, se iría llenando de vertidos, basuras y escombros. El mensaje era clarísimo: lejos de la vista, lejos de la ciudad. La Málaga que presumía de modernidad decidió esconder en un descampado a centenares de familias, como si fueran un problema de orden público y no de justicia social. Esa es la foto real: un gueto institucionalizado.
Y que no se olvide quién lo hizo posible. Fue un gobierno socialista, tanto en la ciudad como en la Junta de Andalucía, el que diseñó este disparate. Lo irónico es que hoy los mismos que dan lecciones de derechos humanos en foros internacionales miran hacia otro lado cuando se les recuerda que en Málaga se construyó un poblado marginal con sello oficial. El mismo partido que pedía acabar con las chabolas en otros lugares levantaba aquí un polígono de exclusión que, cuarenta años después, sigue coleando. La ciudad ha crecido, las urbanizaciones se han acercado, y lo que se pensó como un rincón olvidado se ha convertido en una mancha visible. Y, aun así, nadie ha tenido el coraje político de desmontar esa vergüenza. Se han hecho planes, se han escrito proyectos, se han anunciado soluciones, pero Los Asperones siguen ahí, recordándonos cada día que Málaga no es tan moderna ni tan justa como nos gusta proclamar. Nos sonroja que sigan existiendo. Nos sonroja que alguna vez existieran. Y nos sonroja, sobre todo, la desidia con la que se mantiene este error histórico. Porque ya no basta con pedir que se solucione: lo que debería exigirse es una reparación moral para todos aquellos que fueron encerrados en ese gueto con el beneplácito de las administraciones. Esa es la verdadera deuda pendiente de Málaga.
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