Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Lo que está ocurriendo en RTVE con el estreno de La familia de la tele no es solo una anécdota televisiva. Es una indecencia institucional. Por primera vez en décadas, la televisión pública de todos los españoles se convierte en escaparate de la misma telebasura que durante años ha expulsado incluso Telecinco, la cadena privada que más ha explotado el formato. Es como si volvieran a meter en Prado del Rey a la reina de la carroña mediática por la puerta grande… pero con nuestro dinero.
Conducido por María Patiño, Inés Hernand y Aitor Albizua, el programa ha sido recibido con una mezcla de asombro, vergüenza ajena y profunda indignación. La conexión en directo de Marta Riesco desde el Vaticano –portando un micrófono de RTVE como si aquello fuese Sálvame Deluxe– ha encendido todas las alarmas, y no solo entre los espectadores: el propio Consejo de Informativos ha emitido un durísimo comunicado alertando del daño a la credibilidad de la cadena pública. Un hecho insólito y gravísimo.
Pero hay más. Más de 130 antiguos profesionales de RTVE han suscrito un manifiesto de repulsa. Hablan de “televisión basura”, de un producto “desnaturalizante” y de un formato “indigno de un servicio público”. Y tienen razón. En lugar de reforzar el papel de la televisión pública como garante de pluralidad, cultura y decencia informativa, lo que se pretende –a ojos vista– es otro burdo intento de subir audiencias para luego manipularlas.
Porque esto no va de entretenimiento. Va de control. De crear audiencias cautivas y sumisas para luego usar el altavoz de RTVE como ariete ideológico. La izquierda –cuando gobierna– no soporta una televisión pública neutral. Necesita que se le rinda pleitesía, que cada programa sea un acto de propaganda. Y si para eso hay que meter a personajes de la farándula expulsados por excesos incluso en Mediaset, se hace. Total, la factura la paga el contribuyente.
Lo nunca visto. Una televisión pública acogiendo con honores lo que antes avergonzaba hasta a las cadenas privadas. ¿Dónde están ahora los guardianes de la decencia mediática? ¿Dónde están los sindicatos, los partidos que claman por la ética en la comunicación? Callan. Porque es su bazofia. Porque mientras sirva a sus fines, cualquier basura vale.
RTVE no está solo perdiendo audiencia: está perdiendo alma. Y con ella, el respeto de los ciudadanos que aún creen que lo público debe tener un mínimo de dignidad.
Lo peor es que este giro cutre no es improvisado, sino deliberado. Forma parte de una estrategia de colonización cultural por parte del poder político. No se trata de hacer televisión para informar o formar. Se trata de ocupar todos los espacios –incluso los más zafios– para asegurarse que no haya ni una rendija por donde entre la crítica o la reflexión. Y lo están consiguiendo. A golpe de frivolidad, risotadas impostadas y programas huecos.
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