
El salón de los espejos
Stella Benot
Y los niños, aguantando
Hace una semana se produjo una brutal agresión homófoba en La Nogalera, Torremolinos. De manera deliberada, un numeroso grupo de atacantes se trasladó al lugar en cuestión para agredir a dos personas que se encontraban tranquilamente conversando en su zona de confort, para más inri. Se trata de unos descerebrados radicales que merecerían ser aislados y encarcelados. No se pueden ir de de rositas. El escarmiento debería ser proporcional al escarnio o el dolor causados. No se trata de aplicar algo parecido a la Ley del Talión, sino medidas coercitivas, sanadoras o de reintegración, puesto que los verdaderamente enfermos son estos agresores: cargados de odio hasta las cejas.
Algunos de esos energúmenos pertenecen a la extrema derecha, cuya visión de la vida es unívoca, blanca y estática, estancada en unos valores ultraconservadores que desprecian la diversidad y la libertad individual, llegando a vejar, ultrajar y humillar a todo aquel que no comulgue con estos principios arcaicos. Precisamente el arcaísmo conservador es lo que impregna también al islamismo radical, cuya visión de la mujer y del homosexual es sencillamente ignominiosa en una Europa plural, diversa, democrática y moderna: dejemos nuestra ideología a un lado y seamos claros y no señalemos a la ligera, pero tampoco miremos hacia otro lado según qué casos. Ni caigamos en esa deleznable sinécdoque que nos hace sustituir la parte por el todo. Tener prejuicios es otra manera de discriminar. Este caso concreto no se puede ligar a una tendencia política o ideológica, cuyo mensaje macabro va calando como una gangrena en la población joven. Sea como fuere, el homosexual ha sido y es repudiado por diferentes frentes, unos más crueles y despiadados que otros. Es el fanatismo el hilo conductor de todos ellos. Desde los regímenes comunistas de Rusia y China, neonazis, los radicales islamistas, hasta la extrema derecha europea y ultracatólicos, amén de otros grupúsculos o religiones que se obstinan en seguir atacando al homosexual.
Me sigo preguntando de dónde procede tanta inquina, ya que ello se extiende a lo largo del globo terráqueo, aunque siglos atrás gozaron de mejor consideración; esta fobia tampoco entiende mucho de estratos sociales o edades. Hay familias, supuestamente modernas o progres, que lo aceptan mucho mejor si esto afecta a otras prosapias. Por otro lado, también existen “los pacíficos”, los que consideran que deben ayudar aplicando siniestras terapias de conversión. Así pues, ni un paso atrás. Ya está bien de poner siempre la otra mejilla. Seamos ecuánimes y rotundos. Por una Europa democrática y libre. Por la dignidad del ser humano. Por ti y por mí, por todos y todas: la convivencia sana se basa en el respeto.
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