
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Ritual
Mesa 8
Cada año que pasa son más los tristes aniversarios que me agujerean el alma, pero hay uno que no puedo dejar de recordar en este rincón de mis palabras que, según él me dijo, sabia poner una detrás de otra. El día 17 de este mes de abril, Jueves Santo, se cumplió seis años desde que el maestro Manuel Alcántara se fue a residir al parnaso.
No soy aficionado a la celebración de la Semana Santa malagueña, que a mi me parece excesivamente folclórica, por lo que suelo aprovecharla para hacer una especie de retiro entre espiritual y gastronómico. Sin embargo, si me une un lazo muy fuerte y emocionalmente intenso, desde que era niño, con la cofradía del Cristo de la Buena Muerte y con la Legión. Algo ha tenido que ver eso en que haya tenido el grandísimo honor de recibir el título, precisamente, de “Legionario de Honor”. Traigo a colación esto por el hecho de que este año ha coincidido el aniversario de la muerte del maestro con el Jueves Santo, día en el que la Legión acompaña a la entronización y posterior procesión del Cristo de Mena. También Manuel Alcántara fue Legionario de Honor: “Al Cristo de la Buena Muerte le he dicho alguna vez, porque lo tengo en mi corazón y en la cabecera de mi cama, que no quiero pedirle cosas para el trayecto sino para el final. No se trata del camino sino de la llegada…, le he dicho que debería hacerme ese último favor… Al Cristo de la buena Muerte, que cuando dio las tres voces las oyeron en Santo Domingo, en las tinieblas y en la Legión, se lo estoy pidiendo ahora, que lo tengo a mi lado”, dejó escrito en su obra “Málaga nuestra”.
Ya quedamos pocos, maestro. De tu última tertulia, que duró una quincena de años (año más, año menos), los dos magníficos de la prensa y la televisión, Teo León Gross y Rafa Porras, andan por Sevilla, Juvenal sigue por libre haciendo lo que sabe, maravillosa literatura, Paco Barrionuevo, con sus exitosos negocios escolares, se deja ver alguna que otra vez, y tan solo nuestro insigne arquitecto y asombroso erudito, escritor, caricaturista, dibujante, orador, prologuista, todoterreno genial, etc., Salva Moreno, y yo, seguimos todos los lunes en el María, brindando por ti con el reglamentario “dry-martini”, en la mesita del rincón, que bautizamos con tu nombre, en el que se exhibe una excelente y preciosa fotografía tuya, firmada por Cristina Sena, esposa de nuestro inefable José Luis Peñalba ¡Ah! Y una de tus caricaturas, (hechas por Salva, claro), en la portada de la carta del restaurante. En fin, maestro, este que fue tu mundo, que hiciste a semejanza del sistema solar, sigue ocupando un lugar en la memoria de todos.
Pero hoy que escribo estas palabras, Fernando Arcas, en un magnífico artículo, me ha hecho hurgar en el lugar de mi memoria donde está el también egregio contertulio, que se nos fue (antes que el maestro, en 2014), Pedro Aparicio. Cuánto me alegro de que se le recuerde. Manuel Alcántara dijo de él, en el prólogo que le escribió para su libro Mi última instancia: “Los que tenemos la fortuna de compartir con él preocupaciones solidarias y “dry-martinis”, sabemos de su cortesía, de su puntualidad y de su compenetración con la gramática. También de su escaso afecto por el populismo y la demagogia”. La obra es un auténtico tratado de comportamiento cívico, social y político.
Y no puedo dejar de recordar al primer contertulio que se nos fue, Paco Peñalosa, arquitecto y aristócrata literal y del genio, el ingenio, el humor y las letras.
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