Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
La crisis sanitaria obliga a Moreno a ser más sencillo que nunca, a escuchar y a poner los medios para recuperar la sanidad pública. De lo contrario, se equivocará. Y que no se confunda la izquierda, si no controla los decibelios, será Vox el que recoja más frutos del caudal de indignación. Esta crisis no puede ser más transversal. Aunque por muy intenso que sea el vendaval, por más que le soplen al oído, Moreno no ha de perder su centro, dejándose arrastrar al barro. Si se escora a la derecha, perderá la base que le permite gobernar a sus anchas. Que pregunten a Feijóo qué dicen los sondeos desde que fue abducido por el campo magnético de la corte.
Moreno no ha de olvidar por qué ganó. Y lo hizo sin elevar el tono triunfando en los debates y en la calle. Andalucía es hoy algo más conservadora, pero sin pasarse. Si gestiona sin complejos y desde la humildad y gesticula lo justo, tendrá mucho ganado. Pero tras siete años en el poder, no le funcionará la maniobra para señalar a Montero como responsable de los fallos en la detección precoz del cáncer. El PSOE ya pagó por su crisis sanitaria. Y aunque las denuncias vengan de lejos, es ahora cuando arrecian. Hasta tres de sus consejeros pudieron subsanar los graves errores, empezando por lo obvio: los oncólogos y radiólogos no dan abasto.
¿De verdad que nadie a su alrededor conocía esta realidad? Mientras falten sanitarios no acabará la pesadilla de los usuarios, ni de un Gobierno andaluz que se las prometía felices. Tras ser consciente del calado de la crisis, Moreno optó por pedir perdón y depurar responsabilidades. Hizo bien en tirar hacia delante sin excusas y pensar en otro perfil amable y sólido, que encarne el modelo que quiere impulsar, para sustituir a la consejera. Al anunciar su cese, nos recordó al presidente de la pandemia y acertó de pleno. Al tiempo se desmarcó de su partido, empeñado en proteger a Mazón, y del resto de formaciones. Ahora no le será sencillo fichar a alguien porque los mejores ya no dan el salto a la política, salvo por puro ego y placer.
Debates parlamentarios tan crudos y lamentables como el del jueves tampoco ayudan. El empobrecimiento de la oratoria no pudo ser más desazonador. Como se suele decir, el que se aflige se afloja. Y el rol que le funciona a Moreno, por mucho que la polarización invite a abandonar el centro, es el de un señor equilibrado y conservador, sin nada que ver con los ultras, un buen liberal. Si no se mantiene leal a su estilo y confía en su personaje, todo será teatro.
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