El ocaso de los quioscos

09 de agosto 2025 - 03:10

Aunque leo, como ustedes queridos lectores, la edición digital de Malaga Hoy y de otros periódicos y también sigo las redes sociales para informarme, pertenezco a esa rara especie en extinción a los que le gusta leer la prensa como se leía hasta hace no mucho, en papel, y me sigue gustando dar ese paseíllo hacia mi quiosco habitual a descubrir lo que pasa en el mundo cada mañana.

Hace ya tiempo que se observa un evidente ocaso de los quioscos. Son cada vez más los que cierran y entre los que quedan, algunos ya no son lo que eran. Al contrario, son un bazar que vende casi de todo, menos periódicos. Durante el año, y a pesar del mayor número de páginas y de los suplementos, el domingo, si compras el periódico, te das cuenta de que dejas de ser un Flâneur, esa palabra francesa con la que se designa a ese personaje que deambula, va a la deriva por las calles, que se pierde en la muchedumbre, figura urbana que observa la ciudad, sus transformaciones y que, hace del acto de caminar; un placer en sí mismo –me refiero a ese paseante del que escribió Walter Benjamin en su Libro de los Pasajes en el que analizó el París de Baudelaire–. En realidad, pasas de ser ese paseante, que como hablaba Benjamin iba a por el periódico y no sólo formaba aquella primera opinión pública sino que también descubría la gran novela del siglo XIX a través del folletín, mientras que tú –vulgar lector de periódicos en papel del siglo XXI, un vestigio honorable del pasado– sólo te conviertes en un azaroso buscador dominical de quioscos, de destino incierto ante el camino a recorrer y, sobre todo, ante la posibilidad casi milagrosa de encontrar uno abierto.

En verano, y en estos días de agosto, este capricho tuyo es como sumergirse en la literatura de naufragios para encontrar ese ansiado periódico. Buscar la prensa es como leer El lobo de mar de Jack London o Martin el naúfrago de William Golding, porque así se siente uno, como un naúfrago ante este hundimiento de los quioscos. A veces, es difícil encontrarlo y, a veces, te quedas sin él.

Es evidente, que el periodismo del futuro será digital y la edición impresa será algo minoritario, probablemente, un pequeño lujo. Para mi generación la democracia está unida, a los medios de comunicación que la hicieron posible y, desde luego, los periódicos. Además, los quioscos desde aquellos años, fueron focos de difusión cultural de cercanía –más próximos incluso que las librerías –que nos permitían acceder a libros estupendos por precios baratos. Los quioscos fueron –y son todavía– uno de los lugares que contribuyeron a formación de la opinión pública y al acceso de la cultura en nuestro país. El mundo cambia, sí. A pesar de todo, creo que hay comprar el periódico, aunque asistamos a ese ocaso de los quioscos: llamémosle, resistencia ilustrada.

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