NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
LA palabra del profesor en caso de conflicto valdrá más que la del alumno a partir de ahora, y no es una inocentada. Tendría que ser de cajón, pero ha sido necesaria una nueva ley para que nos quede claro. La falta de respeto a los docentes ha gozado de tal impunidad que para muchos era un juego. Uno de cada cuatro enseñantes ha sufrido insultos o amenazas en las clases y casi la mitad ha padecido el rechazo de las familias. Los profesores se presentan como víctimas propicias para esa parte de la sociedad que no sabe cómo canalizar su frustración. Muchos han llegado a tener miedo de que sus actuaciones en las aulas se vuelvan en su contra. Casi no se atrevían a hablar porque la palabra del niño valía más, sobre todo, para los padres. A veces ni los inspectores de Educación lo veían claro y los docentes podían verse metidos en un lío buscando testigos que avalaran su versión o retractándose ante todos, hartos de tener que demostrar constantemente que decían la verdad.
Por fin su palabra tendrá presunción de veracidad y cualquier agresión o intimidación se podrá denunciar ante la Fiscalía. La educación que sale de los colegios en muchas ocasiones no coincide con la que reciben los niños en el hogar. Muchos docentes tienen la sensación de que no se les puede sofocar porque llegan a casa alterados. Uno de ellos formó la marimorena en un colegio porque un profesor no le dio el papel protagonista que él esperaba en una obra teatral. Los padres se lo querían comer. Al profesor. Si a todo esto le sumamos que los niños tienen que aprobar por decreto porque le dimos la espalda a la cultura del esfuerzo, apaga y vámonos. Si seguimos dando alimentos triturados a niños que tendrían que comer solos, es lógico que protesten cuando se les pide que dejen la mochila en su sitio. Esto les lleva a ser menos autónomos, lo que genera a la larga una fuente de conflictos en el hogar. Lo triste es que sea necesaria una ley para que el docente pueda educar por la senda adecuada. Antes no hacía falta. Pero a veces olvidamos que para educar son necesarias unas normas. Y para todo en general. Salvando las distancias, como alertaba Felipe VI en su mensaje de Navidad, sin el mínimo respeto por la convivencia, la democracia se resiente y sufrimos una inquietante crisis de confianza. Muchos padres no quieren escuchar la verdad porque puede resultar incómoda y es más sencillo darle a los pequeños el móvil para no tener que llevarles la contraria porque se ponen como una fiera. Educar es muy sacrificado, pero no educar destruye.
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