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David Fernández
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Pablo Iglesias ha dado muestras de su conocida moderación y en un foro organizado por entidades de su cuerda ideológica ha promovido “reventar a la derecha”. Quien un día fue vicepresidente del Gobierno de Pedro Sánchez y dejó la política activa porque no pudo soportar la humillación de que Isabel Díaz Ayuso le diera un revolcón en las urnas, demuestra con esas palabras su escaso respeto a la democracia. Reventar a la derecha. Reventar hace pensar en violencia, en utilizar las malas artes para alcanzar los objetivos.
Nunca soportó dejar el primer plano político y pretendió seguir con mando en plaza desde la sombra, lo que logró solo a medias; tampoco tuvo fortuna en sus iniciativas empresariales y docentes, porque no logró la plaza a la que aspiraba en la Complutense a través de una oposición, y tuvo que conformarse con ser profesor suplente. La audiencia de su canal de televisión por internet es manifiestamente mejorable, otras ideas en el mundo de la comunicación han tenido desigual fortuna, y lo que le ha ido mejor ha sido la taberna Garibaldi, lugar de encuentro de incondicionales. Podemos tiene ahora vida propia con Belarra y Montero al frente, y se ha convertido en la pesadilla del sanchismo porque niega el apoyo a las propuestas parlamentarias del gobierno. La prueba de fuego para las dos mujeres será demostrar ahora si continúan teniendo esa vida propia o se someten de nuevo a Iglesias después de ese llamamiento a “reventar” a la derecha. En su arrebato verbal, Iglesias ha anunciado que los enemigos a abatir en este momento pre electoral son los jueces y los periodistas. No es nuevo, es de los que acusa de lawfare, de dejarse llevar por su ideología, a los jueces que se esfuerzan en investigar al círculo político y familiar de Pedro Sánchez; círculo en el que se acumulan indicios, incluso pruebas, de que la corrupción económica y moral es de tal magnitud que incluso los medios de comunicación internacionales de mayor prestigio se han hecho eco y algunos de los dirigentes europeos han marcado distancias con un Sánchez con el que mantenían cercanía y buenas relaciones.
En su disparatada actitud, Pablo Iglesias ha demostrado también un machismo que lo deja bajo las patas de los caballos. Defiende al sanchismo frente a la derecha sin una sola mención al nulo respeto de Ábalos y Cia. a las mujeres con las que se relacionaban algunas de las personas más poderosas del PSOE y del Gobierno, aunque el propio Iglesias ya había dado muestras de machismo en los últimos años al hacer alarde de que él estaba detrás de la mayor parte de las decisiones que tomaban las nuevas dirigentes de Podemos, Belarra y Montero. En el fondo, su arrebato verbal, tan impropio de un demócrata, demuestra que Pablo Iglesias Turrión no está contento consigo mismo: no asume que en el camino político que se había marcado, en el que cometió no pocos errores, una mujer le dejó fuera de juego.
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