El timo de la estampita nunca muere

15 de agosto 2025 - 03:08

En pleno 2025, uno pensaría que el “timo de la estampita” estaría ya fosilizado junto a las cartillas de racionamiento. Pues no. Esta semana, en Estepona, la Policía ha detenido a unos listos que han desempolvado el viejo manual del pícaro de posguerra. El método es tan conocido que parecía inofensivo: uno se hace pasar por persona con pocas luces y ofrece, a cambio de un billete de menor valor, un fajo de supuestos cromos o estampitas que, ¡oh sorpresa!, resultan ser billetes de curso legal. En realidad, claro, son simples recortes de papel. El truco de siempre: disfrazar la estafa como oportunidad irrepetible, apelando a la codicia del “listo” que cree estar a punto de desplumar a un ingenuo.

Este clásico, que parecía cosa del cine costumbrista del tardofranquismo, con Alfredo Landa o Tony Leblanc enredando por la Gran Vía, sigue vivo porque, aunque cambien los tiempos, no cambia el motor que lo mueve: la ambición. El timo de la estampita no funciona con gente honrada que dice “no, gracias”, sino con quienes, creyéndose más avispados que nadie, aceptan entrar en un juego sucio. El estafador solo pone el anzuelo; el pez muerde solito.

En las películas de entonces, este tipo de engaños aparecían como travesuras de pícaros casi simpáticos. Hoy, la escena es menos graciosa: las víctimas acaban en comisaría explicando que “pensaban que eran billetes de verdad” y los autores suman antecedentes como quien colecciona sellos. Pero la esencia no ha cambiado: el tonto útil de la trama siempre es el que, cegado por la posibilidad de ganar fácil, deja en casa la prudencia y el sentido común.

Lo llamativo es que, en la era de la inteligencia artificial, las criptomonedas y las estafas on line, alguien siga cayendo en una artimaña que ya tenía su hueco en el cine de barrio de los 70. Y quizá ahí está la lección: por muy sofisticados que se vuelvan los delitos, la estafa más simple sigue funcionando mientras haya quien crea que puede ganar sin trabajar. El timo de la estampita es, en el fondo, un espejo de la condición humana: la tentación de aprovecharse del otro, la ilusión de ser más listo que nadie… y el golpe de realidad cuando descubres que el verdadero tonto eras tú.

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