Conquistas de la ciencia que marcaron el año
‘Nature’ publica su lista de grandes personalidades científicas del 2025 con un claro protagonismo de contribuciones clave a la medicina y la salud pública
Si 2025 dejó una idea clara en ciencia biomédica es que el próximo gran salto no depende solo de descubrir más, sino de repartir mejor: datos, tecnología, medicamentos, capacidad industrial y confianza pública. Esa tensión (innovación vertiginosa frente a desigualdad persistente) atraviesa la edición 2025 de Nature’s 10, la lista anual con la que Nature cuenta, a través de diez historias personales, algunos de los hitos científicos y políticos que han definido el año. No es un premio ni un ranking: es una forma de leer el año en clave de protagonistas.
En esta ocasión, la selección tiene un marcado acento biomédico. De los diez perfiles, varios están directamente ligados a cómo el mundo se prepara para la próxima emergencia sanitaria, cómo se acelera la medicina de precisión y cómo se abren nuevas vías frente a amenazas tan clásicas como las infecciones. El resultado es una especie de mapa de futuro: gobernanza global para las pandemias, terapias génicas que empiezan a cruzar la frontera de lo imposible y estrategias de salud pública que pelean contra mosquitos y bacterias con herramientas cada vez más sofisticadas.
Matsoso y la próxima respuesta global
La escena, contada casi como una madrugada de guardia, resume la dimensión política de la salud. El 16 de abril, en Ginebra y alrededor de las 2.00 de la madrugada, los cerca de 190 países de la OMS lograron consensuar el borrador del primer tratado mundial sobre pandemias, tras más de tres años de negociación. Al frente del proceso estuvo Precious Matsoso, copresidenta del grupo negociador, veterana de la salud global y figura clave en políticas de acceso a medicamentos –incluidos los antirretrovirales frente al VIH– en Sudáfrica.
El tratado nace con una obsesión: que el mundo no repita el patrón de la COVID-19, cuando el intercambio rápido de muestras y datos permitió desarrollar vacunas y tratamientos, pero el acceso a esos beneficios fue profundamente desigual. En el texto, uno de los puntos más sensibles es el mecanismo de acceso a patógenos y reparto de beneficios (PABS), aún pendiente de concretarse, mientras el acuerdo entra en una fase en la que necesitará ratificaciones nacionales para volverse plenamente vinculante. Y aun así, el simple hecho de haber llegado hasta aquí coloca a Matsoso como símbolo de una idea incómoda: la ciencia puede correr, pero sin reglas compartidas el resultado puede ser injusto –y, por tanto, frágil–.
Susan Monarez, víctima de la presión política
Las decisiones que moldean la salud pública se toman, a menudo, bajo alta presión política. Los CDC (Centers for Disease Control and Prevention) son la agencia federal de salud pública de Estados unidos. Susan Monarez, fue destituida menos de un mes después de jurar el cargo al frente de los CDC, en un contexto de choque institucional por decisiones sobre política vacunal y directrices sanitarias. En su audiencia de confirmación ante el Senado, defendió abiertamente que “las vacunas salvan vidas” y rechazó un vínculo causal entre vacunas y autismo.
Sarah Tabrizi y su labor contra el Huntington
En el terreno estrictamente clínico, uno de los relatos más potentes es el de Sarah Tabrizi, neuróloga e investigadora vinculada a décadas de esfuerzos contra la enfermedad de Huntington. En septiembre pudo comprobar cómo el tratamiento sobre el que había estado investigando, AMT-130, basado en un virus que apaga la producción de la proteína tóxica, redujo el deterioro clínico en un 75% en pacientes tratados con dosis altas.
Más allá del caso concreto, el mensaje de fondo apunta a un nuevo escenario en el que la terapia génica está entrando en una fase en la que no solo “llega a la clínica”, sino que empieza a disputar enfermedades históricamente intratables.
Pero también asoman los dilemas: cómo medir beneficios reales, cómo sostener el seguimiento a largo plazo y —otra vez— cómo asegurar acceso si el avance depende de plataformas complejas y costosas.
La primera CRISPR personalizada
El caso más mediático de la lista es, probablemente, el del bebé KJ Muldoon, primer receptor conocido de una terapia CRISPR personalizada. Nacido en agosto de 2024, KJ fue diagnosticado con una condición ultrarrara, la deficiencia de CPS1, que impide procesar proteínas y provoca acumulación de amoníaco en sangre, con riesgo de daño cerebral.
Su historia condensa el salto conceptual de la edición genética al pasar de terapias diseñadas para miles de pacientes a un tratamiento construido para una sola mutación en una sola persona, fabricado a contrarreloj y con un engranaje industrial-académico coordinado.
Yifat Merbl y la defensa antimicrobiana
En paralelo a la carrera de la terapia génica, Nature destaca el trabajo de la bióloga de sistemas Yifat Merbl, que al estudiar los proteasomas (los centros de reciclaje celular) detectó una nueva dimensión del sistema inmunitario. Su equipo encontró péptidos generados por estas trituradoras de proteínas con secuencias compatibles con actividad antimicrobiana, y observó que, ante infecciones bacterianas, las células pueden modificar componentes del proteasoma para favorecer la producción de fragmentos defensivos.
En un contexto de resistencia a antibióticos, el interés es evidente: no se trata solo de descubrir nuevos fármacos, sino de entender si el propio organismo esconde bibliotecas de moléculas defensivas listas para ser aprovechadas, diseñadas o amplificadas. La idea de que una proteína corriente pueda contener, en potencia, múltiples funciones terapéuticas reabre una vía fascinante para la futura biomedicina.
Cría de mosquitos para reducir el dengue
La salud también se juega en el terreno, en fábricas y barrios, y ahí aparece Luciano Moreira. Nature lo retrata dentro de una instalación en Curitiba (Brasil) donde se crían Aedes aegypti en condiciones controladas: el centro produce más de 80 millones de huevos de mosquito a la semana. El objetivo no es aumentar el problema, sino combatirlo: desplegar mosquitos con estrategias biológicas que reduzcan su capacidad de transmitir virus como el del dengue y, en general, arbovirus que presionan cada vez más a los sistemas sanitarios.
El perfil funciona como recordatorio de que no todas las innovaciones sanitarias llegan en forma de molécula o algoritmo: a veces son infraestructuras, logística, aceptación social y continuidad política. Luchar contra el mosquito, en plena expansión geográfica por cambios ambientales y urbanización, exige ciencia, sí, pero también perseverancia y escala.
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