Semana Santa

Francisco Jiménez Valverde emociona a la Málaga nazarena con su pregón

Francisco Jiménez Valverde durante el pregón

Francisco Jiménez Valverde durante el pregón / Ana Jiménez

Las puertas del Teatro Cervantes de Málaga han convertido durante la tarde de este sábado en el punto de unión para los cofrades de la ciudad. Una multitud vestida de Domingo de Ramos se arremolinaba nerviosa desde las seis de la tarde para escuchar esas primeras palabras del pregonero de la Semana Santa 2023: Francisco Jiménez Valverde.

Al poner un pie en el teatro un tumulto de cámaras, micrófonos y personalidades pasaron por el photocall de la Agrupación como el alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre; el reconocido actor malagueño, Antonio Banderas, y el obispo Jesús Catalá. Entre ellos, con la sonrisa como insignia distintiva y la tranquilidad por bandera, Francisco Jiménez aparecía abrazando con fuerza el encuadernado pregón. El terciopelo de la túnica de Viñeros con el que estaba hecha la pasta de sus palabras se colaba entre sus dedos, que no dejaban de envolver el pequeño relicario que guardaba una astilla del Nazareno de Viñeros, del que ha sido hermano antes incluso de inscribirse en el registro civil. “De hoy solo espero que disfrutemos todos como yo he disfrutado, y que seamos esos niños en Semana Santa”, comentaba con voz vigorosa.

El rechinar de las puertas junto con las primeras notas de la marcha Nuestro Padre Jesús de Viñeros interpretada por la banda de la Virgen del Rocío, en claro honor a los inicios del protagonista de la tarde en el mundo cofrade, dieron rienda suelta a las miradas cómplices del público, que acogió con los brazos abiertos cada una de las marchas. El punto final lo puso el himno de España, como si se tratase de una salida procesional, mientras todo el público aplaudía con fuerza como antesala al resto de la tarde.

Banda Virgen del Rocío en el Cervantes Banda Virgen del Rocío en el Cervantes

Banda Virgen del Rocío en el Cervantes / Ana Jiménez

Dos pregoneros y Málaga

Entre el negro más absoluto, resurgió la sombra de una cruz acompañada del crujido de las tablas del teatro. Con el corazón y los papeles en la mano, aparecía en escena el pregonero de la Semana Santa 2022, Javier González de Lara, que comenzaba su alegato repleto de gratitud: “Escribo la última letra de la palabra gracias. Hace casi un año viví en este mismo lugar una de las experiencias más intensas, gratificantes y emotivas de toda mi vida”, declaraba nada más empezar. Las palabras se deshacían en halagos hacia el pregonero de este año, que no apartaba la mirada de quien recorrió sus pasos tan solo un año antes. “Era sabido por todos que con mayor o menor cercanía en el tiempo llegaría su turno como pregonero en la Semana Santa”, señalaba Javier González de Lara dirigiendo todas sus intenciones hacia un público que ya permanecía atónito y que explotaba de nuevo en un aplauso que recorrió cada esquina del teatro sobre la frase: “Pregonero, tuya es la palabra”.

La voz del pregonero del 2022 se apagaba para encender la chispa del de 2023, que se prendía al grito que surgía de uno de los balcones de la primera planta: “Que grande eres, Paquito”. Unas risas fueron los toques de campana para comenzar el ansiado pregón. Como si del Génesis se tratase, su boca comenzó a moverse al ritmo de los latidos acelerados de su corazón: “Al principio fue la luz, el primer recuerdo de una vida; eras tú el primer aire donde pregonaba mi existencia y tú, elegida de Dios, la tierra donde crecería nazareno por los caminos de María”. Cada página que bailaba en sus manos se reflejaba en cada gesto, mirada y sonrisa, que emocionaron a cada uno de los presentes.

El paso por las diferentes imágenes, lugares y personalidades de la Semana Santa malacitana convirtieron las lágrimas en recuerdos de cada uno de los que vivían el momento en el Cervantes, llevándolos en volandas entre el presente y el pasado, entre la tan próxima Semana Santa y las vivencias de su niñez, que en su caso vivía con una gran devoción hacia Viñeros: “Tu zancada soberana que pinta con pliegues de túnica el aire, con dorados de cíngulo que en tus manos tejen la cruz, y entre corona de espinas y racimos de angelillos ser de nuevo el chiquillo que busca los dorados pámpanos de tu carrete, la rocalla que se enreda en los espejos, el cristal de los faroles y la cera de reflejos, la Merced donde vivías y la esquina de Carreterías, el destello de Lágrimas de San Lorenzo, Arco de la Cabeza de Fray Miguel y encontrar tu realeza, porque en ti mi vida empieza en los tercios de Andrés Pérez como uno más de los arcabuceros que te pidió la llaves del cielo para encontrarme contigo mi Nazareno de Viñeros”.

Las rimas surgieron una tras otra durante más de una hora alabando a Málaga, como él dice “su cielo en la tierra”. Los “olé”, tras cada pequeña pausa entre alegatos sacudían las gradas del Cervantes, que no apartaba la mirada del pregonero. Pequeños picos roncos conformaron los destellos de pasión y amor Francisco Jiménez durante su discurso, que dedicaba con especial cariño a Viñeros y a la Virgen de la Esperanza, con la que procesiona el Jueves Santo como parte del submarino: “Tu eres la Esperanza, la Madre de Málaga y mía y llevas el aire por donde pasas, que cogido a tu cintura y tu cara en mi mejilla, no existía criatura como esta bendita chiquilla que de percheles vivía, entre el sol y la luna, al amparo dulcemente que llamaba a la gloria de la ternura. Tú eras Málaga en mis manos, en mis dedos temblorosos y al arrope de Tu llanto; sin encajes, ni corona, ni joyas, ni manto, mi Madre se llama Esperanza y es la Madre de Dios. Es la divina perchelera que llena los aleluyas y en la melodía de su nombre cartas iban y venían de mis rezos a ti y en el vuelo de lo escrito queda el viento de lo dicho desde que por primera vez te vi”, recitaba sin un ápice de temblor tras más de medio pregón.

Conforme el pregón llegaba a su fin, la Semana Santa pasaba ilusoriamente por la imaginación de los presentes tras el gran alegato rasgado de la garganta de Francisco: “No fue un sueño, salid a proclamarlo, que mi tierra vive penitente su pena y cuando me toque morir que sea aquí, ¡en mi Málaga nazarena!”. Una cálida despedida marcaba los pasos fuera del escenario de quien había conseguido poner en pie al público durante minutos y que al salir del teatro dirigían la mirada al cielo de la Málaga cofrade que ya se prepara para su gran semana. 

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