Una ciudad sobre los hombros de la Legión: desembarco y traslado del Cristo de la Buena Muerte
Los legionarios desembarcaron esta mañana en el puerto de Málaga y desfilaron hasta la plaza de Santo Domingo donde llevaron a cabo el tradicional traslado del Cristo de la Buena Muerte y Ánimas que se realiza cada Jueves Santo
Así te contamos el desembarco de la Legión en Málaga, en directo: El Cristo de Mena ya está en su trono
La Legión cantando 'El Novio de la Muerte'
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Málaga/Un brillo en tonos verdes oteaba el horizonte del puerto de Málaga la mañana del Jueves Santo. Un mar en calma se volvió oleada con la llegada del buque ‘Contramaestre Casado A-01’, el más veterano buque de la Armada a excepción del Juan Sebastián de Elcano y apodado “el abuelo gris”, excepto para los malagueños, que como se escuchaba decir a niños y adultos: “Es el barco de la Legión”. En su interior, firmes e infranqueables, más de doscientos legionarios pertenecientes al tercio Duque de Alba II se preparaban para desembarcar, con la mayor puntualidad. La torre de la Catedral, que parecía señalada por el paso que iba a tomar la Legión minutos después, marcaba las 10:30.
Sin miradas, gestos, ni palabras comenzó una ensayada y coreografiada puesta en escena coordinada por cornetas y tambores. “Nadie en el tercio sabía quién era aquel legionario…” entonaban al unísono aún sobre el mar, que parecía haber dejado de moverse al escuchar sus voces. Con la última nota, Málaga estalló en aplausos, vítores y gritos de “¡Viva la Legión!”. Imperturbables, sin pestañear, uno por uno comenzaron a bajar la pasarela que les unía con la tierra y que temblaba bajo las fuertes pisadas de las pesadas botas negras.
Con la agilidad característica de estos hombres pasaban uno por uno ante las autoridades presentes en el evento, fusil en mano. Un cielo azul, que apenas se apreciaba entre las numerosas cabezas de las personas que se agolpaban en la calle desde el principio de la mañana, hacía de telón de fondo de un momento tan particular como esperado: el desembarco había terminado y comenzaba el desfile hasta la plaza de Santo Domingo, donde las puertas abiertas de la casa hermandad de la Soledad permanecían abiertas y con cientos de ojos clavados en ellas. El Muelle Uno, el Palmeral de las Sorpresas, la Plaza de la Marina, la Alameda Principal, el Puente de Tetuán, la Avenida de Andalucía, la calle Nazareno del Paso, la Plaza de Lola Carrera, la calle Cerezuela o la Plaza de La Legión Española, da igual el instante, no cabía ni un alfiler en ninguno de los caminos que tomaron hasta llegar a su destino.
Del mar al trono: el traslado
La Catedral protagonizaba un cara a cara con la torre de la iglesia de Santo Domingo, que la oyó replicar a las 12:30. En ese mismo instante, el suelo tembló a 160 vibraciones por minuto: acababa de llegar la Legión. Con los doscientos militares alineados, los altos cargos eclesiásticos, civiles y militares entre los que destacó la presencia de la ministra de Justicia, Pilar Llop, se encontraban alineados paralelamente a ellos. Unos rostros resultaban especialmente conocidos para los malagueños que presenciaban el momento desde cualquier punto de la plaza o desde cualquier canal de televisión: obispo de Málaga, Jesús Catalá; el actor Antonio Banderas y el presidente de la Agrupación de Cofradías, Pablo Atencia, además del alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre.
Con un asombro renovado ante un acto que cada año se repite al milímetro, se procedió al relevo del estandarte del Cristo de la Buena Muerte y Ánimas. De repente, un pequeño trozo de madera asomaba entre las sombras negras del interior de la parroquia. Las cornetas y los tambores silenciaban el ir y venir de diversas conversaciones. Golpe tras golpe, trece legionarios con la cabeza alta, aparecían con Cristo sobre sus hombros y hechos un mismo corazón entonando de nuevo lo que ha sido la banda sonora por excelencia de cada Jueves Santo: “Novio de la Muerte”.
En boca de los legionarios y de quienes asistieron, cada palabra de un himno convertido en parte de la Semana Santa, inundaba el espacio. El estribillo llegó con fuerza y con una levantada a pulso, como es tradición, que se repitió un par de veces más en el breve recorrido por la plaza. Las emociones brotan en muchos con el final de la canción, convertida en grito por la Legión. Así, rodeado de estandartes y del cariño que le procesa una ciudad, el Cristo de la Buena Muerte era inclinado levemente ante un público que caía a sus pies. Momentos después, misma estampa frente a la Virgen de la Soledad, que miraba desde su trono a su hijo crucificado.
Dando un paso al frente, una breve oración dirigida por el obispo de Málaga, calaban en los presentes, y especialmente en el cuerpo legionario: "Cuando tengáis que realizar un servicio contemplad al Cristo de la Buena Muerte para entregar la vida si fuese necesario, para servir a todos los demás". Un Padre Nuestro, en memoria de los difuntos de la Congregación de Mena y de los legionarios, y un Ave María a la Virgen daban lugar a unas poleas blancas asomaron desde el oscuro interior de la casa hermandad. En suspensión durante pocos segundos, un Cristo que acababa de expirar su último aliento, no era bajando de la cruz sino subido a un trono.
Tras el Credo Legionario y una rápida retirada de la plaza, las puertas dejaban a merced de sus devotos al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, y a Nuestra Señora de la Soledad Coronada, que ya están preparados para su salida procesional esta tarde a las 19:45, como no podría ser de otra manera, de la mano de la Legión.
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