Semana Santa

Un barrio que yace a los pies del Santo Traslado

El Santo Traslado por la calle Trinidad.

El Santo Traslado por la calle Trinidad. / Ana Jiménez

Rojas como la sangre se abrían las puertas de la casa hermandad del Santo Traslado y la Soledad en el barrio de la Trinidad. Con la luz de la tarde sobre las campanas de ambos titulares, se iluminaba la última escena cofrade de la barriada que era acogida con los corazones abiertos y las lágrimas asomando en los ojos de más de uno.

Tras haber estado cautivo y crucificado, ahora lo llevaban en un sudario banco entre sus apóstoles por una calzada de la Trinidad que, con San Pablo de fondo, veía yacente al Señor en el Viernes Santo. Tras él, una Virgen que no caminaba en la Soledad, como su indicaba, sino arropada por los trinitarios. Las manos al cielo, la mirada elevada y el sol cayendo a su espalda al poco de encarar el puente de la Aurora: así salía del barrio la titular mariana, entre un mar de capirotes y devotos.

La Soledad de San Pablo en su barrio de la Trinidad. La Soledad de San Pablo en su barrio de la Trinidad.

La Soledad de San Pablo en su barrio de la Trinidad. / Ana Jiménez

El incienso subiendo hasta los rostros de Cristo y su madre hicieron la transición hasta a la noche, que entraba por calle Larios a lento y solemne paso de los cientos de hombres de trono que se habían convertido en los pies de ambos en el último día de Pasión, con las banderas a media asta y el azabache como filtro que inundó Málaga.

Con el corazón envuelto en la misma tela ligera y blanca que caracterizaba a ambos, a Jesús por ser su sujeción y a María por estar abrazada a la cruz que lleva a su espalda, emprendieron el camino hacia la Catedral que miraba la estampa desde el reloj de su Torre Sur. 

Mazo de la cofradía del Traslado y Soledad. Mazo de la cofradía del Traslado y Soledad.

Mazo de la cofradía del Traslado y Soledad. / Ana Jiménez

Las velas, que se apagaban con la brisa primaveral, azoraban los rostros de quienes permanecían en las sillas de madera características de la Tribuna. El brillo de una noche solemne, quieta, sosegada venía acompañado de una hilera los romanos, que iban tras la cruz guía con tambores roncos anunciando la llegada de aquel que había muerto.

La silueta de la Soledad, que sin un largo manto y la cabeza cubierta, se reflejaba en los ladrillos morenos de la Manquita, que quedó perpleja ante la majestuosidad hecha sencillez de ambos titular a su paso. Paso a paso, se emprendía el camino de vuelta a una barriada que es hogar, paz y veneración entre terciopelo burdeos, azul y negro, que se perdían en la última noche trinitaria.

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