Jueves Santo en Málaga: Y, por fin, la Legión

Miles de malagueños y foráneos se dan cita para ver el desembarco de los legionarios, el recorrido por las calles del Centro y el traslado y entronización del Cristo de la Buena Muerte

Así te contamos el desembarco de la Legión y traslado de Mena, en directo

Legionarios portando al Cristo de la Buena Muerte este Jueves Santo frente a Santo Domingo.
Legionarios portando al Cristo de la Buena Muerte este Jueves Santo frente a Santo Domingo. / Carlos Guerrero

A todo meter, un joven de piernas largas y delgaduchas se adentraba entre la muchedumbre dando aleteos de gaviota. Eran los últimos estertores de alguien que se sabía muerto, tanto como lo es buscar acomodo en el entorno de Santo Domingo cerca de las once un día así, pero que se resistía a estarlo con todas sus fuerzas entre bullas y repentes hondamente malaguitas: "¡Eh!, que yo llevo aquí desde hace tres horas". A fin de cuentas, qué sería de eventos de estas características, con premio para los madrugadores, sin una representación de público bien puesta de arrestos, combativa, que se rebela contra la idea de que le chafen lo que lleva un año esperando, con los bemoles necesarios para luchar por una pasión que late a 160 pasos por minuto y un solo corazón. 

Se trata de una vinculación que muchos mantienen durante toda una vida. Y que para otros es, en sí mismo, un acontecimiento que apreciar un Jueves Santo de cada tantos. Pero no es sino sumando ambos casos como se puede entender la relación de la Legión con la ciudad. La misma que año tras año se echa a la calle, abarrotando desde el puerto, donde se produjo el desembarco del Furor (P-46) de la Armada española, hasta la plaza de Fray Alonso de Santo Tomás, pasando por cada recoveco del recorrido previsto por el Centro, en lo que puede leerse como una muestra de fervor legionario profesado. El desfile se resolvió con las alharacas habituales, a quiebros y requiebros la tropa con sus armas, el medido son de tambores y cornetas, y las paradas reglamentarias que otorgaban aire al personal bajo un sol de abril que llegaba a despertar un leve picorcillo bajo la ropa. Ya en territorio perchelero, tierra de contrastes en la que la tradición resiste inasequible al cambio, los asistentes alcanzaron la dimensión multitud, de la tierra firme al cobijo de balaustradas o ventanas de pisos superiores.

Legionarios en el 'Furor' (P-46) en el puerto de Málaga.
Legionarios en el 'Furor' (P-46) en el puerto de Málaga. / JUAN CARLOS CILVETI

Por allí convivían, tratando de no perder detalle, juntos y revueltos, jóvenes enfundados en polos de colores pastel, hombres y mujeres con ropas de más alta alcurnia, antiguos lejías con tatuajes de su etapa en el Tercio, padres de familia afanados en buscar hueco a sus pequeños, vendedores ambulantes de limones cascarúos y cañadú, madres que paseaban a su bebé en carrito con un globo amarrado, imberbes con ansias de probar la leche de pantera que, a pesar de no pedirles el DNI, debieron de contentarse con la leche con fresa de El Diamante, petimetres con la extravagancia pasada de rosca enfundados en trajes de Emidio Tucci, alguna que otra barba desaliñada a la semejanza del bíblico Moisés, adictos a la dopamina de las redes de esos que te saltan un ojo, sin código de Hammurabi que valga, con tal de tener en plano a los caballeros legionarios cantando su famosísimo cuplé o lo que tocara en ese momento... todos ellos mezclados, sin distinciones ni brechas que valgan. También hubo una nutrida presencia de vips y autoridades, encarnadas en representantes de primera orden como el solicitado Antonio Banderas, al que el público ovacionó al percatarse de su presencia, el presidente de la CEOE, una ristra de políticos en activo, y alguno en la reserva, e incluso el embajador de Corea del Sur en España.

Porque la Legión, ya se sabe, nunca decepciona. Y segundo que se invierte en ella, segundo que es correspondido con una de las más vibrantes representaciones de ésta, la Semana Santa malagueña. Con las barbillas mirando al cielo, el fusil apostado en el hombro izquierdo y las demás señas castrenses, se daba todo por estos lares. Hasta que se hizo el silencio en la plaza, apenas quebrado por algún espontáneo con vivas al Rey, a España y la Legión. "Málaga también, hombre", respondía otra voz que emergía del tumulto. Se producía el relevo en la custodia del estandarte. Salía alzado el Cristo de la Buena Muerte por sus fieles protegidos. Móviles arriba, nerviosismo entre los congregados. "Nadie en el Tercio sabía quien era aquel legionario, tan audaz y temerario que a la Legión se alistó", expelían las gargantas al unísono para después proceder al homenaje a los caídos y la entronización, con la mente ya en lo que deparará la tarde, cuando miles de fieles se volverán a reunir, esta vez, en procesión. Y, tras tanta espera, por fin, la Legión.

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