Burguillos

Nos convertimos en un país al que le sale la ideología por las orejas, pero que no es capaz de enfrentarse a los problemas

Somos un viejo país ineficiente, como aquel país que Gil de Biedma describió hace muchos años en un poema que ahora quizá ya no se lee? Me lo preguntaba el otro día, mientras oía a los politólogos discutir horas y horas sobre las elecciones catalanas como si fuesen teólogos del Concilio de Constantinopla discutiendo sobre las diferencias entre el arrianismo y la herejía de los pneumatómacos. Y entonces me acordé de una madre catalana que se había quejado amargamente de que sus hijos no aprendían nada desde que se había introducido el nuevo método de enseñanza a través de proyectos. Y luego me acordé del robo de cobre que había paralizado los trenes de Cercanías de Cataluña en medio de una jornada electoral, un robo que ningún directivo supo explicar, a pesar de que era un nuevo robo en una larga cadena de robos que jamás se habían podido explicar (y todo ello, claro está, tenía que pagarse a costa del contribuyente y a costa de las molestias de los usuarios). Y después pensé en lo que había ocurrido en Burguillos, ese pueblo de Sevilla que acumuló una deuda descomunal –por culpa de un alcalde megalómano– que ahora ha sido adquirida por el fondo de inversión KSAC Europe Investments (Burguillos del KSAC Investments, deberíamos llamar ahora al pueblo). Y luego pensé en Correos, donde un gestor singularmente ineficaz - por llamarlo de alguna manera- ha dejado el cargo con unas pérdidas acumuladas de 600 millones de euros en tres años (si Correos fuera Burguillos, quizá ya sería ahora Correos Blackrock Investments). Y luego pensé en Barbate, porque ahora resulta que la Guardia Civil todavía no ha podido localizar la narcolancha que arrolló –y asesinó– a los dos guardias que murieron hace ya casi tres meses. Y me callo para no deprimirme, sobre todo cuando pienso de nuevo en los politólogos que parlotean como papagayos sobre las sutiles diferencias que hay entre ERC y Junts. Pura teología medieval. Puro disparate.

Es evidente que no somos todavía un Estado fallido –y que Dios nos asista–, pero está claro que nos estamos convirtiendo en un viejo país ineficiente: un país al que le sale la ideología por las orejas, con las consiguientes disputas bizantinas que no sirven para nada, pero que no es capaz de enfrentarse a los verdaderos problemas que tiene. Y Burguillos Investments, me temo, señala el camino.

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