Fernando Castillo

La noticia más esperada

La tribuna

La noticia más esperada
La noticia más esperada

02 de junio 2024 - 00:45

Fue Miguel de Cervantes quien, en el prólogo a las Novelas Ejemplares, describió la batalla de Lepanto, en la que participó, como “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”. Si hay algún acontecimiento que puede competir con la derrota de los turcos en 1576 y del que hoy día se sabe todo, es sin duda el desembarco aliado en Normandía, el llamado Día D, la operación militar que supuso el fin de la Alemania nazi y de sus epígonos de la Europa del Nuevo Orden. Ahora se cumplen ochenta años del desembarco que cambió el mundo y liberó Europa, que tuvo lugar el 6 de junio de 1944. Un acontecimiento del que tras las obras de Cornelius Ryan y Antony Beevor o de algunas películas como la de Steven Spielberg, a pesar del exceso de épica hollywoodense, poco nuevo cabe decir. Incluso, ya se sabe que de todas las nacionalidades presentes en los combates, la que más muertos tuvo fueron, como cabía esperar, los franceses, es decir, los civiles normandos.

Sin embargo, a veces los aniversarios sirven para recuperar o descubrir nuevas perspectivas. Así, puede ser interesante comprobar de qué forma varios escritores y testigos de la época recogen en sus diarios la noticia del desembarco, con una cercanía que no tienen las memorias. Habría que empezar quizás con el senior, André Gide quien desde Argel, convertida en capital de la Francia Libre desde hacia casi dos años, escribía en la anotación del 6 de junio de 1944 una única frase, escueta y descriptiva, en mayúsculas por única vez en sus voluminosos diarios: “Desembarco de los aliados en Normandía”. Una concisión que es también un grito que revela una emoción contenida e intensa, sobre todo teniendo en cuenta el carácter de sus anotaciones. De hecho, el asiento anterior es del 30 de abril en el que se dedica a comentar Lucien Leuwen, la novela de Stendhal. No es muy distinta la de Jean Guéhenno, profesor, escritor y resistente que sobrevivió a la Ocupación gracias a su dedicación a un libro sobre Rousseau. En su Journal des années noires escribió, también con un laconismo novedoso, en un París oscuro y agitado: “Martes, 6 de junio. Robín Duval me telefonea a las ocho. El desembarco ha comenzado”. Unas pocas palabras cargadas de emoción, sí, pero sobre todo llenas de esperanza en la llegada de la liberación y en el fin de esos años negros en los que habían vivido la mayoría de los franceses.

Otros diarios recogen la reacción de algunos parisinos ante la noticia del desembarco en ese martes 6 de junio, nublado y distante del verano. Es el caso de Mon journal pendant l’Occupation, del periodista y escritor Jean Galtier-Boissière, nada sospechoso de colaboracionismo. En este diario, de anotaciones cortas escribió: “6 de junio. Ya llegó. El desembarco ha empezado esta mañana en Normandía. En la calle, la imagen de los paseantes reflejan una dulce alegría.” Es un párrafo descriptivo e informativo, propio de un periodista, que recoge la importancia del momento y luego lo que ve en la calle, el lugar natural de la noticia. Más o menos es lo que hace una joven hija del embajador de Argentina en el París ocupado, Lucrecia de Oliveira Cézar, autora de un interesante diario de esos años titulado Un cierto París. 1942-1944. Tras recoger la noticia del desembarco con algunas inexactitudes como el lugar del desembarco, que sitúa en la desembocadura del Sena, los combates en Caen o el bloqueo de los puertos del paso de Calais, Lucrecia Oliveira escribe en su diario ese 6 de junio: “La gente de París, alborozada, a pesar de las dificultades y penurias que se pasarán en la ciudad cuando avancen las tropas”. Este diario tiene un interés especial al recoger, de manera involuntaria, los rumores que circulaban por París y la reacción ante el desembarco de sus habitantes y de los diplomáticos destinados en la ciudad.

Muy distinto es el testimonio de Ernst Jünger, el escritor y capitán de la Wehrmacht destinado en París desde 1940 en labores administrativas. En Radiaciones, su diario de estos años, nos revela que la noche del 6 de junio estaba en el Cuartel General alemán en La Roche-Guyon, cenando con el general Hans Speidel, jefe de Estado Mayor del mariscal Rommel, ausente en Alemania, y otros conspiradores en el atentado contra Hitler. A su vuelta a París se encontró con la noticia del desembarco que, consciente de su importancia y trascendencia, valoró como el “comienzo de la gran ofensiva, que hará que este día pase a la historia”. Por último, y como representante del mundo de la Colaboración con Alemania, está el testimonio del escritor Pierre Drieu la Rochelle, embarcado en un proceso de autodestrucción que no tardaría en rematar con el suicidio. En su Journal 1939-1945, Drieu insiste con cierta displicencia algo dandi en su escasa preocupación por el desembarco, que piensa que fracasará. Unas palabras que muestran lo alejado que estaba del mundo que se deshacía, al que había contribuido a construir.

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