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La danza húngara de Ortega

  • El técnico malagueño explica, tras vencer en la pista del Atlético de Madrid, cómo es su trabajo y su vida a caballo entre Veszprem y Budapest en su ilusionante aventura con uno de los grandes de Europa

En sus exitosos años como entrenador del Balonmano Antequera, a Antonio Carlos Ortega sólo se le resistieron el Barcelona y el entonces Ciudad Real, ahora Atlético de Madrid. El domingo se sacó esa espina de ganarle al equipo de Talant Dujshebaev en la Liga de Campeones. En su regreso a España con el Veszprem húngaro arrancó un triunfo de Vistalegre que le deja en situación óptima para pelear con el gigantesco Kiel con el primer puesto del grupo. "Hombre, ahora llevo también un Fórmula 1 y se puede competir con ellos mejor", bromea desde Budapest el día después del triunfo en Madrid: "Fue un partido complicado, llegamos a estar tres abajo en el tramo final, pero tuvimos ese punto de acierto y suerte. Nuestro portero paró un penalti, Nagy marcó un gol decisivo... De momento, hemos ganado todos los partidos".

La delicada situación del balonmano español, con apenas un puñado de banquillos solventes, obligó a Ortega a explorar otras vías. Hubo una opción de hacerse cargo de la selección de Rusia que no fructificó. Pero sí la del Veszprem húngaro, un grande de Europa, dominador en su país y contendiente por la Champions. Esta campaña ha realizado una importante inversión encaminada a ser competir por cotas superiores. "En los últimos años el equipo se ha quedado en octavos de final. Creo que es algo más, es un Top 8 o Top 10 del continente. A mí nadie me ha dicho expresamente que deba estar en la Final Four, pero sé dónde estoy, es un grande de Europa y hay presión, eso se palpa. La ilusión es estar ahí y ser competitivos. Y, ciertamente, el equipo se ha construido para pelear por ello", explica Ortega, que vive a caballo entre Veszprem y Budapest, donde residen su mujer y sus cuatro hijos: "Hay una distancia de unos 100 kilómetros entre las ciudades. Se tarda entre una hora y una hora y cinco minutos, ya lo tengo calculado. Los días que tenemos doble sesión me quedo en Veszprem, esas jornadas son de trabajo de ocho de la mañana a ocho de la tarde, porque hay que montar los vídeos también, no sólo es la pista. Los que sólo hay una sesión me vengo para Budapest a ver a los niños y ayudar en algo".

La familia de Ortega vive en la zona de Buda, a uno de los lados del Danubio. Sus hijos acuden a un colegio internacional en el que estudian en inglés, español y el idioma local. "Están muy contentos, las tres primeras semanas fueron duras, pero ya están bien, en el colegio son muy atentos. Estos para Navidad ya nos están traduciendo a mi mujer y a mí", bromea: "Es que el idioma es bastante difícil. Damos tres horas por semana de clases, pero cuesta bastante. De las cosas básicas sí te vas enterando, pero algo más, muy complicado. Budapest sí es una ciudad muy atractiva, tiene de todo, es una gran capital. Y, de momento, el clima está siendo suave", asevera.

Veszprem es un ciudad de unos 100.000 habitantes en el que el balonmano es un fenómeno social. En las dos últimas décadas se ha tiranizado la Liga local y se aspira a algo más. "Jugamos este jueves contra el Kiel, es un partido importante porque el primer puesto del grupo de la Champions está en juego, lo que facilita bastante el cruce de octavos. Nuestro pabellón tiene capacidad para 6.000 espectadores. Me decían en el club que había peticiones para 21.000. En general, el balonmano es un gran deporte en el país, tras el fútbol, y con no tanta diferencia como España, es lo que más se sigue. Se nota en la cobertura, nos siguen muchos medios. Y también en la exigencia", relata Ortega, que comparte experiencia con el que fuera su segundo también en Antequera, Xavi Sabaté. Tras el partido ante el Kiel, gran favorito al triunfo en la Champions con figurones como Sigurdsson, Alhm, Narcisse, Jicha o Zeitz, llegará un partido trascendente para la liga local, la visita al Szeged. "Es algo así como el Atlético de Madrid-Barcelona, la Liga se decide en estos dos enfrentamientos directos, la superioridad es mucha respecto al resto de equipo. Es el único partido en el que no viajamos en el día, en el resto sí. Eso, la verdad, se nota a la hora de reposar de cara a los duelos de Champions", explica el técnico malagueño.

El Veszprem es una torre de Babel. Ortega explica el curioso proceso de comunicación con sus jugadores. "Normalmente hablo en inglés, así doy también las conferencias de prensa. Pero para cosas más específicas a las que no llego, hacemos esto. Hay tres grandes grupos, húngaros, balcánicos y los que hablan español. Hablo en español y Nagy [gran figura del equipo, ex compañero de Ortega en el Barcelona como jugador] me traduce a los húngaros y Alilovic [portero croata que estuvo en León varios años] a los balcánicos", desentraña el técnico, que tiene un equipo de gran nivel en sus manos: "Aquí el físico es impresionante, es otro nivel. Yo intento aportar táctica y técnica. Es por eso por lo que podemos competir los españoles a nivel mundial, por nuestra riqueza táctica, el bagaje aquí no es tan amplio. Va costando, el aprendizaje es más lento. Porque por físico ellos arrasan". El iraní Iman Jamali (21 años) es la pieza exótica del equipo, deslumbró en Madrid con cinco goles. "Tiene una latigazo tremendo. Brilló en un Mundial junior en el que Irán le ganó a España. Nuestro director deportivo, que sabe mucho, le cazó rápido. Tiene cosas de genio, aunque tácticamente se pierde", razona Ortega, que en esta experiencia cuenta con los internacionales españoles Chema Rodríguez y Cristian Ugalde más el chileno Marco Oneto y el cubano Carlos Pérez, afincado desde hace una década en Hungría.

El entrenador malagueño pregunta por la marcha del Málaga y del Unicaja. "Es que apenas me da tiempo para seguir nada. Estoy flipando con el Málaga, cuando lo vi ganando 0-3 en la Champions y segundo en la Liga no me lo creía. ¿Qué pasa con el jeque? ¿Se ha ido o vuelve?", inquiere Ortega, al que se le percibe tremendamente ilusionado con esta aventura en Hungría con uno de los grandes del balonmano continental. "La familia se ha adaptado bien y a ver cómo rematamos en lo deportivo", señala. Firmó por tres años. Su intención es regresar a Málaga en Navidades y venir para algún fin de semana del Mundial'13 que se disputa en España.

Uno de los mejores deportistas malagueños de la historia explora nuevos límites en Centroeuropa. Allí donde suenan los acordes de Brahms y su danza húngara. Así quiere llevar a lo más alto al Veszprem.

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