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El Puleva vuelve a tomar Maristas doce años después

  • El mítico equipo de Ortega, Pepelu y Quino Soler hizo las delicias de los amantes del balonmano en el pabellón del colegio malagueño y se impuso al Hexa Aldemar

Los avatares deportivos y la precaria economía provocaron en 1995 el descenso del Puleva Maristas, un equipo sin grandes figuras, con abundante materia prima extraída de la inagotable factoría Maristas y formados a base de un encomiable espíritu de sacrificio, humildad y trabajo que ni el mismísimo Beato Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas, pudo evitar.

Y como si de una máquina del tiempo se tratase, el Puleva Maristas de los Ortega, Pepelu y Quino Soler saltó al vetusto pabellón colegial para medirse al presente del balonmano en Maristas, el Hexa Aldemar. Por unas horas la instalación se tiñó de azul, ese color que siempre predominó en las equipaciones del club y que su presidente, Feliciano García-Recio Yébenes, constantemente llevaba en su corazón. Ayer los mayores jugaron de blanco y los jóvenes lucieron el azul Maristas.

Arrancó el encuentro con el habitual siete inicial: Pepelu, Quino y Ortega en la primera línea con Yukov, Gámez y Guerrero en la segunda y bajo palos un inspirado Miguel Maza que volvió a oír aquello de "Martinazo, martinazo". Y en el banquillo, Juanjo Fernández, que dejó por unos instantes a su actual equipo y volvió a dar sus últimas instrucciones junto a Ernesto Ruiz, Pancho y Juanba, este último como delegado del equipo.

El Puleva llevó la iniciativa durante toda la primera mitad gracias a la dirección de Pérez Canca. De sus manos nacieron un importante número de goles y toda la creación del juego ofensivo. Fue un encuentro igualado, muy disputado pero por encima de todo muy deportivo.

El Hexa, que durante la segunda parte volvió a estar en manos de Fernández, tiró del contraataque y de la defensa abierta para reducir la renta. En el ecuador del segundo período logró ponerse por delante por primera vez (19-20) e incluso llegó a disfrutar de dos goles de ventaja en los instantes finales. Pero la experiencia de hombres como Ortega, Yukov o Quino lo impidieron. El primero, poniendo en manos de Curro Lucena el gol que ponía el 28-27 final. Tremenda calidad. Y el segundo, blocando un último lanzamiento a tres segundos para la conclusión. Una tarde mágica con un final como los de antes.

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