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Empataron porque ganó el miedo

  • El Málaga deja escapar otra victoria necesaria en duelo de equipos temerosos · Una gran combinación entre Albert Luque y Forestieri pudo cambiar el sino del partido · Helder y Stepanov formaron un gran tándem

Dos no pelean si no quieren. Si no pueden, ni siquiera se lanzan miradas de intimidación. El Málaga no le ganó a un equipo lleno de miedo. Básicamente, porque tenía tanto o más que su rival. El empate, a nada de fútbol, lleno de temores, fue prácticamente lapidario. No hubo goles, ni puntería, ni arrebato de furia en el arranque, ni siquiera prisa por colgar balones a la desesperada en los instantes finales. Ya casi ni quedan trenes con destino a la salvación. Y el Málaga sigue paralizado en el andén, viendo cómo sus perseguidores se suben a alguno o rabian porque no les da tiempo a llegar, pero reaccionando de alguna manera.

Ya ni siquiera queda el consuelo de ver caer a los Tenerife, Valladolid o Xerez. Los de Clemente también mostraron credenciales de equipo de descenso, pero al menos pueden argumentar que no han caído desde el cambio de técnico hace tres jornadas. El Tenerife alterna sonrisas y lágrimas, y eso le basta para sentirse vivo. A Gorosito no le alcanza para tapar la hemorragia que llevaba su Xerez, pero está muriendo matando. El Málaga sigue caminando a paso de cangrejo, consolándose con empates que cada jornada son más míseros.

La jugada que pudo abrir la persiana a la esperanza dejó claro hasta qué punto la angustia atenaza al equipo. Corrió el Málaga uno de los pocos contragolpes que le permitió el hermético Valladolid (74'). Albert Luque tocó la corneta y dibujó una asistencia impecable con el exterior de su zurda para Forestieri. El pequeño ítalo argentino analizó en cuestión de segundos y eligió bien: recorte hacia dentro y vaselina para dejar de piedra a Jacobo, que andaba a media salida. Todo fue perfecto salvo el desenlace, el balón rozando el poste izquierdo y los corazones en la grada contraídos. Los dos protagonistas del ataque más claro han jugado tan poco (apenas 1.200 minutos entre ambos) que su mente no está agarrotada. Sólo así se explica la exquisita asistencia de Albert Luque (muy difícil de ejecutar en carrera y con un defensa por delante) y que el Topa no chutara de izquierdas en el primer impulso, lo que todos estaban esperando en ese momento.

La inoperancia y la congoja también afloraron en cada jugada a balón parado. Bastaba una falta apenas rebasado el medio campo para que los centrales del Valladolid subieran al remate y por momentos se vio a Baha y Jesús Gámez en un rincón más preocupados de forzar un saque de esquina que de improvisar soluciones. Hubo 13 corners (siete para el Málaga, seis visitantes) que sembraban fe o alarma según el banquillo. Un cabezazo forzado de Jesús Gámez (48'), una falta envenada de Canobbio (62'), un balón de Duda prolongado de Baha y ante el que Juanito le faltó el manual del delantero centro tras bajarla muy bien con el pecho (66') o un cabezazo de Nivaldo en el área chica (76') convirtieron La Rosaleda en un laboratorio, pero nadie encontró la fórmula del gol.

Lo mejor sin duda estuvo en el gran partido que cuajaron Helder y Stepanov, el primero inédito en Liga y el segundo titular nueve jornadas después de su tercera rotura fibrilar. Si el Valladolid no chutó entre los tres palos fue porque ellos solucionaron muchas fugas, pese a que en el inicio una descoordinación entre ambos casi propicia un tanto de Manucho. Llegaban fundidos y así acabaron, pero es que no había más donde elegir. Si ellos hacen crecer al equipo en defensa, entonces ya sólo quedará arreglar los problemas de tino.

Se marchó mosqueado Apoño con el público porque no entiende por qué pitaron después de que el equipo lo diera todo. Quizá fue porque a estas alturas de competición lo mínimo que les pides es que lo den todo. O porque el calor que había en las gradas (pese a la lluvia) no se tradujo en una salida en tromba, sino en dos ocasiones lejanas del Valladolid. O porque Munúa y Jacobo no pusieron el balón en juego con rapidez en las últimas jugadas. O porque es cómo manifiestan su miedo a ver cómo el Málaga enfila el camino a la categoría de plata.

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