El Prisma

Abandono hidráulico

  • La Junta lleva 7 años con la gestión hidrológica de Málaga, por llamar de algún modo lo que hace y lo que deja de hacer. Tiempo suficiente para suspenderla

LA extraordinaria ausencia de lluvias que padece la provincia, un grave problema desconocido todavía para gran parte de la opinión pública por el recuerdo cercano de lo no menos extraordinario que fue el invierno anterior en materia pluviométrica, sí que empieza a descubrir el escándalo de la verdadera sequía continua: la de las inversiones hidráulicas de la Junta en esta provincia.

Ya no se puede hablar de los lógicos ajustes tras adquirir las competencias en la materia: hace ya siete años que el Gobierno andaluz gestiona la cuenca mediterránea, si acaso puede emplearse ese verbo para lo que hace y, sobre todo, deja de hacer. En ese periodo el organismo en teoría responsable de la planificación, ejecución y vigilancia de las obras hidráulicas ha cambiado más veces de nombre y organigrama que acometido proyectos de calado en Málaga. Y para una vez que va a acometer una obra, como son los más de 12 millones de euros que se destinarán a impermeabilizar un tramo del canal principal de riegos del Valle del Guadalhorce, lo hace para gran perjuicio de los agricultores y en el peor de los momentos posibles a pesar de que la próxima semana se hayan decretado cinco días riesgo extraordinario. Una chapuza inoportuna, que consistirá en poner parches para intentar que no se pierda hasta el 40% del agua que traslada el canal, en lugar de construir una segunda canalización, un proyecto anunciado en 2007 por 140 millones de euros que, desde luego, seguirá durmiendo el sueño de los justos durante mucho más tiempo. Hasta mediados de abril, siendo optimistas, las huertas de la comarca no podrán disponer del canal. Y si sigue sin llover, como hasta ahora, lo pasarán muy mal.

Del fiasco de la política de aguas en esta provincia, ahora con la Junta y antes con el Estado -tampoco es que se puedan tirar cohetes con la labor estatal-, da buena muestra el plan hidrológico de la cuenca. Un catálogo de viejas obras a acometer desde hace dos décadas. Como ese recrecimiento de la presa marbellí de la Concepción, construida pequeña, del que la Junta ha sido capaz, en cuatro años, de adjudicar el anteproyecto. Un minúsculo paso para la burocracia y aún más microscópico para la siempre sedienta Costa del Sol. Luego está el viejo cuento de la interconexión de los recursos hidrícos de uno y otro litoral, que nunca se acomete, o el eterno debate del agua que vierte al mar el río Guadiaro y si se debe aprovechar o no el impresionante caudal que se genera en el valle del Genal. Por no hablar del falso ecologismo desde el que se defienden las desaladoras, máxima expresión de que lo políticamente correcto a menudo constituye una soberana estupidez. Las desaladoras -pregunten en Acosol por la de Marbella que construyó Jesús Gil- no sólo son carísimas de mantener -un viejo amigo ingeniero me contó una vez que las membranas de la ósmosis inversa cuestan millones de euros y hay que reemplazarlas con frecuencia-. También consumen muchísima electricidad, y para producirla de momento seguimos contaminando mucho, y generan unos importantes vertidos de salmuera y otros materiales que nadie quiere ver. Afortunadamente, en una de sus primeras decisiones el Gobierno ha suspendido la política de poner una desaladora en cada zona turística que pretendía el anterior ejecutivo, con lo que la atrasadísima de Mijas se ha quedado sin hacer. Hay recortes que incluso vienen bien.

De nada ha valido que un malagueño se sentara en la dirección de la entonces llamada Agencia Andaluza del Agua -hoy de Medio Ambiente y del Agua tras su fusión con el monstruo de Egmasa-. La labor de Juan Paniagua, ahora secretario general del Agua, ha debido de consistir, principalmente, en apagar fuegos en el Guadalquivir. Porque no hemos tenido muchas noticias de él por estas latitudes.

La última tomadura de pelo, a añadir su la larga lista de agravios, de la Consejería de Medio Ambiente en esta provincia -la olvidada promesa del cinturón verde, el desmantelamiento de la Confederación Hidrográfica del Sur, único organismo supraprovincial que tenía la provincia, el maltrato al Aula del Mar...- ha sido la publicación del decreto para crear el Observatorio Andaluz del Agua a menos de un mes de las elecciones autonómicas. Era un organismo de compensación a Málaga por la pérdida de la Confederación y el traslado a Sevilla de la dirección de la Cuenca Mediterránea. De momento lo único que hemos observado es lo mismo de siempre: la grave desidia e ineficacia de la administración para resolver el gran déficit de agua de esta provincia, que vive del turismo. Eso y que, una vez más, no hemos aprendido la lección de la sequía anterior. En época de abundancia de agua hay que prepararse bien para la siguiente carestía.

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