Málaga

La cárcel no es juego de niños

  • El colectivo Moraga de la Prisión Provincial lleva a los institutos las experiencias de reclusos y familiares con el fin de mostrar "la cruda realidad"

En su instituto, Michael recibió una charla sobre lo duro de acabar en la cárcel. No prestó demasiada atención y se levantó de su silla suponiendo que aquello nunca iría con él. Pero se equivocaba por completo. A los 19 años cometió un robo con violencia y fue condenado a cumplir más de siete años en prisión. Ayer su historia, la de su madre Beatriz, la de David, otro interno y ex toxicómano, la de Lola y Pedro, padres de un recluso reincidente, intentaron mostrar a los jóvenes del IES Guadalmedina la "cruda realidad" de la cárcel y las decisiones erróneas que te llevan a ella. "Pensad lo que queréis hacer de vuestra vida", les dijo Michael a los alumnos.

La de ayer fue una charla dentro de un programa de sensibilización del Colectivo Moraga, formado por funcionarios e internos de la Prisión Provincial. Esta asociación, en coordinación con la Delegación de Educación, está recorriendo los centros públicos para "mostrar la gente que está dentro y el impacto que causa en las familias e intentar hacer ver a los chavales que el delito puede empezar como un juego y acabar así", explicó Rafael Fernández Pacheco, funcionario de prisiones y coordinador cultural del Colectivo Moraga.

Michael ingresó en el módulo de menores de Alhaurín con los 19 años recién cumplidos. Luego pasó al módulo de respeto, gestionado en parte por los propios presos y limpio de drogas. Después de tres años y medio consiguió entrar en el tercer grado. Ahora estudia Bachillerato y se está sacando el carné de conducir. Quiere estudiar una carrera universitaria. Asume su delito y dice que ahora "soy mejor persona", pero este proceso para su madre fue un calvario. "Lo llevé fatal, aún no me he recuperado", reconoce Beatriz. "Mi hijo lo tenía todo, pero no tuvo bastante, quería probar más, hasta que acabó en la cárcel", dijo la madre a los alumnos de 2º y 3º de ESO del IES Guadalmedina. "Estamos aquí para intentar que cometáis la menor cantidad posible de errores", añadió.

No fue un público fácil, pero algunos de los estudiantes ya sabían lo que era visitar a un familiar entre rejas. "Yo no conocía ese mundo ni de lejos, pero me ha tocado ir para visitar a mi hijo, 40 minutos, a través de los cristales, cinco minutos de llamada diaria que no daban tiempo a hablar de nada, un bis a bis al mes", relató emocionada Beatriz. "Yo he estado 38 meses presa, aunque fuese mi hijo el que estaba dentro", añadió y pidió a los jóvenes que pensaran en sus familias "antes de cometer una estupidez".

David, ex toxicómano rehabilitado hace ocho años, lleva dos años en Alhaurín después de cumplir uno en 2005 por robo con violencia. Tiene dos hijos, de 7 y 9 años, que no quiere que lo visiten en la cárcel. No obstante, los niños ya saben lo que es la prisión. "Yo era como vosotros, el más enterado de la clase, no estudiaba, luego empecé con la cervecita, los porritos, la rayita y te ves enganchado y robando", contó a los jóvenes, con especial interés por los más dirruptivos del grupo. Y les advirtió de la dureza de la justicia. "Seguro que más de uno ha cogido una moto sin permiso y sin seguro, por hacer la gracia, pero eso a los 18 años te puede costar la cárcel y allí se sufre bastante, te sientes muy solo", añadió.

David, que conoce por experiencia propia la realidad de la calle, aconsejó a los chicos "tener cuidado con las amistades" y apartarse de las personas "que quieren ser superiores a los demás". "La libertad es muy bonita para perderla entre rejas", dijo David. El coordinador cultural del colectivo, Rafael Fernández Pacheco, lleva 33 años trabajando como funcionario de prisiones. Su dilatada experiencia le ha hecho coincidir con muchos perfiles de internos y de conocer "el sufrimiento, el dolor y la soledad" que se palpa dentro de los muros de cualquier prisión.

"Tener a mamá, a papá o conseguir las cosas por otros medios puede resultar muy cómodo, pero hay que valorar el trabajo y, sobre todo, el respeto", comentó el organizador de la charla, que recomendó a los chicos que "la juventud es para vivirla en la calle, con libertad y respeto por los demás, venimos a dar un mensaje positivo, constructivo". Para Lola y Pedro, cuyo hijo cumple condena en otra provincia, la cárcel les ha hecho también perder parte de sus vidas. Ayer se emocionaron frente a los chicos del IES Guadalmedina. Quizás porque sabían que no se suele aprender en piel ajena y que no siempre la advertencia puede evitar la acción. Aunque al menos, como dijo Rafael, "hemos dejado un mensaje, el que quiera que lo interiorice".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios