Málaga

Errores y horrores de los carriles bici

  • Un recorrido por la ciudad, acompañados por la asociación Ruedas Redondas, demuestra que el mantenimiento es casi inexistente y que aún queda mucho por hacer

Recorrer a diario la ciudad en bicicleta es una aventura de la que siempre resultan anécdotas con las que entretener las reuniones de amigos; en la mayoría de los casos relacionadas con los peligros que se han conseguido sortear, a veces por destreza y otras muchas por simple suerte. Si bien es cierto que el simple hecho de que exista un principio de red para bicicletas en Málaga ha animado a muchas personas a plantearse este vehículo como un medio de transporte en sus trayectos diarios, no es menos cierto que son muchos los errores que se cometieron en su construcción y los obstáculos a sortear. Desde el periódico, en calle Martínez, y acompañados de varios miembros del colectivo Ruedas Redondas, hemos recorrido varios de los trazados de carril bici pintados por la ciudad para comprobar a qué se enfrentan los que se atreven con la bicicleta.

La continuidad es el primer principio que no se respeta en el carril bici de la ciudad. La línea recta se rompe cada pocos metros para cambiar de acera a calzada y viceversa, lo que implica que muchos de esos cambios se resuelvan con dos giros de 90 grados casi seguidos. De la mima manera se han solucionado los cruces. Mientras, el trazado para los coches es mucho más recto, con curvas menos pronunciadas que las que tienen que sortear los usuarios de la bici. Entre las más peligrosas está la de la Alameda Principal, a la altura de los quioscos de flores, donde la visibilidad en ambos carriles es nula. En el Paseo Marítimo Antonio Banderas, la vegetación y las innecesarias curvas tienen el mismo efecto.

Los bordillos y elevaciones sobre los carriles son otro obstáculo al que se enfrentan sus usuarios. Las juntas de dilatación sobre el puente de la Avenida de Andalucía, el escalón del final del carril bici junto al Rectorado y los bordillos sin rebajar que se repiten por varias zonas de la ciudad, son un ejemplo de ello.

A todo esto se suma el mantenimiento que se está realizando de los carriles bici, consistente en parchear los desperfectos más evidentes, mientras otros continúan creciendo. Los carriles bici se realizaron en su mayoría sobre cemento, al que añadieron una capa de pintura de roja, y esto no ha soportado muy bien ni el paso del tiempo ni su uso. Desde la asociación Ruedas Redondas comentan durante el recorrido que las ruedas de las bicicletas son como los neumáticos de los coches, por lo que el asfalto hubiera dado un buen resultado.

Es importante controlar el regado de los jardines y las zonas de baldeo para evitar duchas no deseadas. Los usuarios se enfrentan al gran charco junto el edificio de Hacienda que sólo llega a evaporarse por completo en los días de más calor, lo mismo que tienen que bordear el carril de la Avenida de Andalucía si los aspersores no están bien dirigidos hacia las plantas. Por el Paseo Marítimo Antonio Bandera, el agua es otro clásico.

Respetar los carriles bici es todavía la asignatura pendiente de peatones y conductores. Después de años habituándose a estos trazados rojos, aún son los que van sobre la bicicleta los que agudizan sus sentidos para evitar accidentes. Los coches siguen aparcando sobre el carril para ir a hacer sus recados e impiden el paso en ambos sentidos, igual que los camiones lo utilizan para carga y descarga. Los corredores adoran los itinerarios de la bici y los peatones, a veces acompañados de sus perros, utilizan estos carriles como si estuvieran destinados a ellos. Pero tampoco a los paseantes se les puede culpar en la mayoría de las ocasiones, sobre todo si después del carril para las bicis su espacio queda reducido prácticamente a la nada.

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