Málaga

Vivir el voluntariado en familia

  • Hermanos, padres e hijos no sólo comparten los lazos de la sangre, sino que también se contagian la inquietud de poder ayudar a los que más lo necesitan

Padre, madre, hijo, nuera, abuela y cuñados. La familia Valpuesta-Crivell prácticamente al completo es socia de la ONG Justalegría, una organización que se dedica a la cooperación para el desarrollo y la ayuda humanitaria en la República Dominicana. Pero su implicación va más allá de pagar una cuota. Son voluntarios y dedican su tiempo a organizar eventos, informar a socios y solicitar subvenciones para que Jesús Criado pueda actuar sobre el terreno al otro lado del Atlántico. Victoriano Valpuesta, un ingeniero de 37 años, compañero de Jesús del colegio, fue el precursor. Pero los principios de solidaridad que inculcaron Victoriano padre, catedrático de Bioquímica de la UMA, e Inés Crivell fueron la raíz de todo. Ellos viven el voluntariado en familia y su causa les une más todavía.

"Jesús dejó una asesoría para dedicarse a la cooperación y nos pidió apoyo a los amigos, así nació Justalegría en 2006", recuerda Victoriano Valpuesta, secretario de la ONG que puede continuar su funcionamiento gracias a que el Ayuntamiento de Málaga ha mantenido su aportación, como señala su padre. La sede es el piso familiar e Inés es la que se encarga de la logística. "Todos los días le dedico un rato", dice la matriarca. Los tres han visitado los bateyes, asentamientos de inmigrantes haitianos en plantaciones de caña de azúcar, y el barrio de latas en el municipio Ramón Santana, donde la pobreza es extrema.

"Hemos visto los ojos de la miseria", resume el padre de una experiencia que le marcó. "Me quedé horrorizada, se te cae el alma a los pies cuando ves a una niña jugando con tan sólo la pierna de un muñeco", agrega Inés. Justalegría ha provisto de pasaportes a los haitianos indocumentados en los bateyes, ha provisto la zona de saneamiento y ha construido unas 25 casas en el barrio de latas. "Con un día de trabajo en la caseta de feria, se puede construir una casa allí y cambiar la vida de una persona", comentan.

"Ayudo en todo lo que puedo, porque además uno se siente bien sabiendo que has aportado algo a gente que lo necesita", considera Brenda Wangsa, esposa de Victoriano y también voluntaria. "Una de las claves es comprometerte un poco y cumplirlo, hay gente generosa, con buenos principios y ganas de participar que si le lo pones fácil seguro que echa una mano", considera su marido.

Para los Aranda el compromiso con Cruz Roja también es una forma de devolver lo que la organización les aporta. Tienen una complicada situación familiar y son usuarios de distintos programas. Por eso, los hermanos María, Ismael y Benjamín conocen la entidad desde niños. Ahora que tienen 23, 21 y 19 años son miembros tremendamente activos de la comunidad de voluntarios. El primero en sumarse al proyecto fue el más pequeño, Benjamín. "Era verano, tenía mucho tiempo libre y pensé en hacer algo de provecho". Así empezó a trabajar con niños. Y le siguió María, que ya había sido voluntaria en Avoi y que estudiaba Psicopedagogía tras diplomarse en Magisterio de Infantil. Ismael fue el último en llegar. Entró en enero y se enganchó por completo a esta experiencia que les ha compenetrado mucho más.

Pueden dedicar entre 15 y 16 horas a la semana en los planes de medio ambiente, juventud y redes de integración Palma-Palmilla. Ayudan con el apoyo escolar y sacan a los niños de excursión los fines de semana. "A mi me llena mucho poder ayudarles", apunta Ismael y su hermana María reconoce que "vengo y me sacan la sonrisa, los niños son felices tengan lo que tengan y eso te contagia por muchos problemas que tengas fuera". Para los hermanos Aranda, Cruz Roja se ha convertido en una segunda familia y con "el grupo maravilla" pretenden cambiar su entorno con pequeñas acciones que resultan grandes logros.

Rocío Delgado lleva ya cinco años como voluntaria en Málaga Acoge. En cuanto cumplió los 18 quiso cooperar y desde entonces ha visto crecer a los niños con los que juega o pasea cada viernes. "Aunque hayas hecho algo que para ti sea mínimo, sabes que va a estar en sus vida para siempre, y piensas que de no estar ahí, estos niños no tendría esta oportunidad", comenta y explica que el número de niños que pueden entrar en el área de Educación depende del número de voluntarios. Su hermana Almudena siguió sus pasos y ahora reconoce que es "como una droga".

"Los niños de Málaga Acoge aprecian cada cosas como si fuese un tesoro", dice Almudena, orgullosa de poder brindarles experiencias que desgraciadamente no pueden vivir en familia por sus escasos recursos. Ahora están empeñadas en conseguir a través de microdonaciones los 2.000 euros necesarios para enviar a los niños al campamento de Circo Escuela Fantasía este verano.

Para los Valpuesta, los Aranda, los Delgado y para otros muchos implicados en organizaciones sociales, no valieron las excusas. Para estas familias querer es sinónimo de poder.

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