El antes y el después de las obras del Metro
Avenidas con aceras más anchas, arbolado y carriles bici, además de la renovación de señalización vertical y pintado de marcas viales, entre los principales cambios
La llegada del Metro a la ciudad supone no solo una transformación en la movilidad, sino también en lo visual. Y si no que se lo digan a los vecinos y comerciantes de la calle La Unión o de Teatinos, dos de las zonas que, hace ya tres años, reabrieron el tráfico rodado a unas vías totalmente regeneradas tras el cierre de los tajos del suburbano. Eso sí, casi dos años después de lo previsto. ¿El resultado? La recuperación de espacios peatonales, aceras más anchas, arbolado y carriles bici, además de la renovación de señalización vertical y pintado de marcas viales.
En febrero de 2011 los vecinos de la vía del distrito de Cruz de Humilladero celebraban, al fin, la culminación de las obras iniciadas en 2009. Aunque está claro que no siempre llueve a gusto de todos. Estos ya mostraron en su momento su descontento con el resultado del proyecto de reurbanización de la zona. Y es que la estrechez de las calles en pos de unas aceras más anchas para los viandantes supuso la supresión de plazas de aparcamiento en una calle dominada, por aquel entonces, por el tráfico rodado y los coches en doble fila. Pocos meses después, la avenida Louis Pasteur mostraba una estampa transformada. Aquellos que durante casi dos años han sufrido las molestias de una obra de envergadura y ruidos de la maquinaria hasta altas horas de la madrugada son testigos del paso, lento, del tiempo, y ahora lo son de un paso, algo más ligero, de un Metro en superficie. Las grúas y la maquinaria que hace un tiempo completaban el paisaje que alcanzaban a ver desde sus ventanas, es hoy una amplia avenida en la que el tráfico rodado, ciclistas y peatones deberán aprender a convivir con el suburbano.
La cicatriz del ferrocarril en la calle Cómpeta quedó suturada en agosto de 2012, con nueve meses de retraso, puesto que la reapertura de la vía estaba prevista para finales de 2011. El plazo de la obra pasó entonces de los 14 meses iniciales a casi dos años de ejecución -estas comenzaron en agosto de 2010-. El resultado final: aceras más anchas, dos carriles para cada sentido (uno reservado para autobuses y taxis y otro para el resto de vehículos), más un carril bici. El tiempo, al fin y al cabo, dirá si la espera ha resultado o no rentable para estos vecinos.
El bisturí del Metro también ha hecho mella en el tramo del Pasaje de Eguiluz, junto a la estación de cercanías María Zambrano. Pero ni la muralla nazarí de El Perchel ni la necrópolis romana hallada en la confluencia con la calle La Unión han podido con las obras del suburbano, que resiste con las heridas abiertas en los Callejones del Perchel, donde acumula ya 54 meses desde del inicio de las mismas en 2010.
El Metro cierra unas heridas. El cerco de los tajos ha permitido no solo devolver el tráfico rodado a las vías infectadas por el tránsito de vehículos, sino que busca la transformación de las avenidas que ofrecen su espacio al peatón y al transporte público. Pero abre otras: ruido y seguridad son algunas de las principales quejas de los vecinos. Lo que está claro es que la nueva Málaga no es la que tiene un Metro, a la espera de ampliar su recorrido por el resto de la ciudad, si no el proyecto de reurbanización que ha dejado tras de sí las obras del suburbano. Un antes y un después que queda, como siempre, reflejado en una imagen.
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