Málaga

La Costa del Sol, refugio de los ancestros en el Paleolítico

  • Un estudio revela que hace 40.000 años los grupos humanos que vivían en la bahía de Málaga, sólo iban al interior en verano para cazar

El interés que despierta el suave y soleado clima de la Costa del Sol que hace las delicias de los extranjeros del norte de Europa que vienen a pasar aquí el invierno, no es algo nuevo. Ya los pobladores de hace 40.000 años se beneficiaban de las bondades de un tiempo tan benévolo instalando en las cuevas de la bahía de Málaga su residencia invernal para únicamente ir al interior, donde el frío hacía muy difíciles las condiciones de vida, a cazar los grandes mamíferos y recolectar frutos, hierbas y todos los alimentos más difíciles de encontrar en la costa.

Los cazadores, recolectores y pescadores que vivieron en Málaga hace entre 40.000 y 10.000 años, periodo que abarca el Paleolítico superior, mantenían lo que se conoce como un nomadismo restringido al usar distintos territorios de la provincia en función de las estaciones del año para sacarle el máximo partido a los recursos y el clima de cada momento. Un trabajo científico, publicado por el arqueólogo Pedro Cantalejo y su equipo y desarrollado en la Cueva Prehistórica de Ardales (referencia europea en su género), confirma que el territorio que usaron los cazadores paleolíticos malagueños durante más de 20.000 años incluía cuevas refugios y de culto tanto en la costa como en el interior.

La propuesta de estos expertos sobre el modo de vida de los antepasados del Paleolítico se basa en los estudios de paleoclima que se han estado realizando desde los años 80 y que apuntaban a que vivir en la Cueva de Ardales "se hacía muy duro en invierno", según Cantalejo, ya que hace unos 24.000 años la temperatura bajó notablemente y durante el invierno en esa zona de la provincia las temperaturas eran en torno a nueve grados inferiores a las actuales.

Eso hacía que durante la estación cálida, es decir, la mitad de la primavera, el verano y parte del otoño, los grupos humanos trasladaban sus campamentos a las sierras interiores, como es el caso detectado en la Cueva de Ardales. Allí aprovechaban para cazar toros, ciervos y caballos, lo que les permitía hacerse también con pieles para ropa, huesos y grasas para las lámparas que usaban para iluminar el interior de las cuevas.

Pero además, según el responsable del equipo de investigación de Ardales, aprovechaban su estancia veraniega en el interior para recolectar frutas silvestres, miel, hierbas medicinales y, sobre todo, sal que conseguían fácilmente de lagunas como las de Fuente de Piedra y Campillos cuando se secaban de forma natural.

Cuando terminaban todas estas tareas y el sombrío invierno amenazaba con llegar, justo después de la berrea de los ciervos, estos grupos hacían el equipaje de vuelta a la Costa con el río Guadalhorce como guía. Los 40 kilómetros aproximadamente que separan un punto de otro eran recorridos a pie durante uno o dos días y a partir de ahí cada grupo se distribuía entre las cuevas de La Araña, Rincón de la Victoria, Torremolinos y Benalmádena, explicó Cantalejo.

La cercanía con la montaña de estas cuevas también les permitía cazar animales durante el invierno, aunque de menor envergadura como el conejo y la cabra montés. Pero la gran ventaja que les daba su cercanía con el mar, o gran río salado como lo llamaban los antepasados del Paleolítico, era la pesca, lo que hacía que "su alimentación fuera muy variada", aseguró el arqueólogo.

El equipo de investigadores de la Cueva de Ardales no tiene dudas al plantear los modos de vida de estos ancestros de hace 30.000 años. "Ellos volvían a las cuevas cercanas al mar todos los inviernos, en este entorno más cálido se vinculaban con la pesca y el marisqueo, esperando la primavera para adentrarse, Guadalhorce arriba, en el arco montañoso donde se localizaban los grandes cazaderos", narra el estudio.

Cuando llegaban los primeros fríos de otoño, retornaban a lo que siempre fue la Costa del Sol. Esa era su vida y dada la riqueza de recursos de Málaga, conformaron la base humana de las poblaciones posteriores. La repetición de estos ciclos y la utilización de los territorios interiores para conectar con otros grupos mantuvieron a los cazadores paleolíticos dentro de una gran cohesión social, lo que permitió la continuidad de las ocupaciones humanas en varias cuevas malagueñas, contó Cantalejo.

Esta teoría se basa en las similitudes de la iconografía gráfica (pinturas y grabados) tanto técnica como formalmente y en el uso de un utillaje (herramientas) idéntico que se han encontrado en las mencionadas cuevas. De hecho, los investigadores han encontrado más muestras de arte en las cuevas del interior que en las cercanas a los ríos o a la costa, lo cual señaló que "podría explicar que cuevas como la de Ardales eran usados por más grupos".

La de Ardales, por tanto, era el lugar de concentración. El punto de encuentro donde coincidían distintos grupos durante el verano y donde intercambiaban información de todo tipo. Pero debía existir un nexo de unión con los otros tres núcleos de población que funcionaban exactamente de la misma forma respecto a la movilidad. La Cueva de la Pileta era el campamento de verano de las cuevas de la zona del Estrecho de Gibraltar y la de Almanzora hacía la misma función para los grupos costeros de Almería, mientras que en la zona de la Subbética subían en verano a las montañas de Priego de Córdoba y Baena y en el invierno buscaban el abrigo del río Guadalquivir.

No se ha encontrado evidencia física de los encuentros que mantenían estos grupos. Pero se sabe que debían coincidir y compartir conocimientos y también personas al emparejarse entre ellos. La movilidad tampoco tenía fronteras para los pobladores de hace 40.000 años.

El equipo de investigadores de la Cueva de Ardales ha recibido la Medalla Menga de la Prehistoria andaluza 2014 como reconocimiento al modelo de conservación y gestión llevado a cabo en el yacimiento arqueológico malagueño durante años. La distinción fue otorgada en el tercer Congreso de Prehistoria de Andalucía, celebrado la semana pasada en el municipio malagueño de Antequera. Este grupo de investigación ha estudiado y publicado la prehistoria de las Cuevas del Cantal de Rincón de la Victoria (Tesoro, Higuerón y Victoria), un trabajo científico que se ha dado a conocer también en el citado congreso.

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