Málaga

El Pimpi Florida, donde todo el mundo cabe

  • Jesús López, dueño y alma de un pequeño bar que recoge las esencias de El Palo, reabre su barra tras casi tres meses de cierre forzoso por un infarto · Cada noche hay colas para entrar antes de la apertura

En la madrugada del sábado, mientras muchos celebraban la foránea noche de los muertos vivientes, una parte del corazón del popular barrio de pescadores de El Palo volvía a latir. Las brujas de Halloween pensarán que sólo fue un espectro, pero el Pimpi Florida y su propietario e imagen del establecimiento, Jesús López, han vuelto tras casi tres meses de cierre forzoso por enfermedad. Las tradicionales colas a la puerta del local antes de su apertura, una estampa fija en las noches de las Cuatro Esquinas, devolvían a Málaga uno de sus iconos hoteleros.

El Pimpi Florida es a simple vista una modesta taberna de barrio. En su interior se puede degustar marisco de la tierra bañado con buenos vinos. Con suerte y si uno llega pronto, hasta se pueden saborear las empanadillas morunas que cada noche trae una antigua vecina. Cada pieza tiene nombre y apellidos cuando llega a la barra. Sobre este lugar mágico se han dicho y escrito muchas cosas, y efectivamente puede considerarse un templo de la gamba. O de la copla española, género musical que pone banda sonora a cada noche en este establecimiento. Se trata de un lugar mágico donde todo puede ocurrir, donde los clientes que entran a empujones acaban saliendo abrazados como amigos del alma. Porque El Pimpi guarda un secreto, un milagro que cada noche desafía las leyes de la física y que nadie ha descifrado aún: cabe todo el mundo.

Una noche en el Pimpi Florida suele empezar esperando cola para coger sitio y con unas aceitunas y cacahuetes de aperitivos. Sí, en esta taberna lo de hacer cola antes de que abra sus puertas es lo normal. Lo que nunca se sabe es cómo puede terminar. La madrugada del regreso de Jesús, no fue una excepción y aunque hacía una noche de perros, muchos habituales no faltaron a la cita. Jesús, con camisa amarilla y buen aspecto, tampoco.

Este regreso puede considerarse una resurrección. Por un lado de algo que ya es patrimonio de Málaga, el Pimpi Florida. Pocos bares tan auténticos definen el carácter abierto, extrovertido y hospitalario del malagueño. Pero esta taberna no sería lo que es sin su propietario, quien también empieza una nueva vida tras el infarto que sufrió el pasado 2 de agosto. Era un sábado y la marisquería estaba llena hasta la bandera, como cada fin de semana. Entonces, según cuenta, empezó a sentirse indispuesto estando en la cocina. A partir de ahí no recuerda nada. Un médico y un enfermero que se encontraban allí casualmente le aplicaron los primeros auxilios. Luego llegaron los servicios de emergencias.

Después de tres semanas en la UVI entre la vida y la muerte, y de dos meses de reposo, ha vuelto. "Al principio me he agobiado un poco porque había muchísima gente, pero ha sido un regreso maravilloso", explica. Para dosificar energías, en adelante el Pimpi cerrará lunes y martes, antes sólo lo hacía un día en semana. Aunque por lo demás todo será igual. Según pudo comprobarse en la reapertura, la máquina está engrasada y el sabor que destila es el mismo. "El tabaco me estaba matando pero el trabajo no, algo que te hace tan feliz nunca puede hacerte daño", dice Jesús.

La lluvia marcó la madrugada del regreso, recordar que esta taberna sólo abre por las noches, aunque contribuyó a darle más épica al momento. El sabor lo puso la plancha y la melodía una discografía de copla española, sirva de ejemplo el tema de Rafael Mi gran noche, quizá el himno de este pequeño gran lugar, el Pimpi Florida.

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