Cada una de las historias que conviven en las aulas del Centro de Educación Permanente El Torcal es diferente pero a la gran mayoría les unen las ganas de tener una segunda oportunidad en el sistema educativo. Muchos, tras repetir varios cursos e ir de fracaso en fracaso, decidieron marcharse al mercado laboral. La construcción fue sin duda su primera parada. Cuando la situación se puso difícil y acabaron en el desempleo se dieron cuenta de que la formación era imprescindible para seguir adelante. Ahora llenan las clases del nivel secundario de los centros de adultos. En algunos, por primera vez han tenido lista de espera.

En más de 2.000 personas ha crecido el número de matriculaciones, lo que supone un 10% más que el pasado año. Pero más significativo aún es el dato de personas que se presentan a las pruebas libres para la obtención del graduado en ESO. Si en 2006 tan sólo hicieron el examen 370 aspirantes, en este pasado mes de junio la cifra ha ascendido 3.500. La provincia de Málaga cuenta con 13 Centros de Educación Permanente (Ceper). Uno de ellos es El Torcal, que dirige Francisco García Vicario.

En secundaria tienen cuatro grupos y, en total, 111 alumnos. "La mayoría son personas adultas en paro y gente joven que llegan tras fracasar en la ESO", comenta el director, que también destaca "aquellos adultos que necesitan la titulación desde el punto de vista laboral". Este año, señala García Vicario, han tenido una lista de espera de unas 40 personas. En estas redes de aprendizaje lo que se pretende, según explica el coordinador provincial de Educación Permanente, Luis Rioja, "es animar a este alumnado a que continúen su educación y pasen a ciclos formativos, vienen con una experiencia negativa del sistema ordinario por lo que aquí se imparten saberes prácticos, conocimientos básicos".

Diego Jiménez tiene 19 años, no le gustaba estudiar, repitió 1º y 3º de la ESO y se fue a la obra. "Dónde vamos a ir sin graduado ni nada, pues a la obra", dice. Pero pronto ingresó en las listas del Inem y fue voluntad suya volver a encontrarse con los libros. Una fila más adelante se sienta Cristina Núñez. Ella es un poco mayor que Diego, tiene 27 años y un hijo de 9 meses. Tampoco le fue bien en el instituto pero sí que tuvo suerte en el mercado laboral. Durante cinco años trabajó como cocinera en un restaurante pero lo dejó para afrontar la maternidad. Ahora, mientras cobra el paro, no desaprovecha su tiempo y dedica tres horas todas las tardes a ir a clases.

Miguel Ángel Molina y Adrián Páez son compañeros de pupitre. El primero tiene 20 años, el segundo 17. A Adrián le gustaría ser auxiliar de dentista y a Miguel Ángel de farmacia. Los dos saben que en un mercado cada día más competitivo la formación es fundamental. "Ahora me lo tomo más en serio, sé que tengo que aprovechar el tiempo, antes iba a pasear los libros", confiesa Miguel Ángel.

Las asignaturas se estructuran en tres apartados, ámbito de la comunicación -Lengua, idiomas-, ámbito científico-tecnológico y ámbito social. "Hay un grupo constante y si los motivas y les acercas las ciencias y el resto de contenidos situaciones cotidianas y reales les es mucho más fácil quedarse", comenta el director del Ceper El Torcal. "Además la organización es más flexible ", añade Rioja. Son 12 horas lectivas a la semana y otras ocho en una plataforma virtual. De los que aprueban el graduado, un buen número ingresa en un ciclo formativo de grado medio. Son menos los que siguen a Bachillerato.

Según los responsables, el perfil de los alumnos ha cambiado totalmente en los últimos años. Si antes la alfabetización, sobre todo de mujeres y personas mayores, era lo más extendido, ahora las aulas reciben a jóvenes que se reenganchan a los libros como una salida.