Pisos compartidos Cada vez más jóvenes y no tan jóvenes comparten vivienda

La revolución del alquiler

  • El número de pisos para alquilar en Málaga ha crecido un 50% en un año · El perfil del inquilino ha cambiado radicalmente · Muchos propietarios se han visto obligados a arrendar habitaciones para pagar la hipoteca o ayudar en los gastos

Alejandro trabajaba hace seis años en una cadena de montaje del PTA. Con un sueldo medio que rondaba los 1.100 euros, las hipotecas bajas y el apoyo paterno, a sus 26 años pensó que podía ser buen momento para independizarse. Compró un piso en Teatinos que se podía permitir. Pero la historia fue cambiando poco a poco: "El euríbor no paraba de subir y la hipoteca pasó de los 590 euros iniciales a superar los 1.000 euros", cuenta. La situación ahogaba mucho más de lo esperado. Más aún cuando se quedó sin trabajo. Así que no le quedó más remedio que volver a casa de sus padres y ofertar la suya en alquiler, sólo cuatro años después de comprarla. "Preferí hacerlo así para poder recuperarme económicamente", asegura Alejandro, que optó por tener de inquilina a una buena amiga: "Es lo mejor, sé que cuida bien del piso", afirma. "Y de esta manera me está ayudando a pagar una parte de la casa", subraya, mientras destaca que ha tenido que irse a Madrid a buscar trabajo: allí también vive como inquilino, esta vez, de su novia.

Su caso es sólo una de las múltiples caras del mercado del alquiler en Málaga. Situaciones como esta y aspectos como el exceso de construcción de viviendas han hecho que cada vez haya más inmuebles para alquilar. Y a mejor precio: En los últimos dos años, el precio medio del metro cuadrado ha bajado un 11 por ciento (de 7,9 euros a 7,1). El perfil de los inquilinos también ha cambiado radicalmente. "Si antes eran sólo estudiantes, ahora todo tipo de personas apuestan por el alquiler", explica Carlos Rueda director en el sur de España del portal inmobiliario Idealista.com. "Ha habido una auténtica revolución. Ahora hay familias que alquilan sus pisos, personas que han pasado por un divorcio y alquilan una habitación en sus casas, profesionales de todo tipo compartiendo....", afirma Rueda. Es decir, "de todo un poco". Eso sí, haciendo cuentas, la edad media de las personas que comparten piso en Málaga y otras grandes ciudades españolas es de 28 años, son no fumadores, no tienen mascota y viven en las zonas céntricas.

Un perfil que corresponde al de Paco, Juanjo y Jaime, todos rozando la treintena de años. El primero es profesor, el segundo dentista y el tercero trabaja en una asesoría fiscal. Tras diferentes experiencias en el alquiler en ciudades como Madrid o Torremolinos, sabían que no podían seguir en casa de sus padres. Amigos de toda la vida, hace un año sus situaciones personales les hicieron coincidir y decidieron por compartir piso en el barrio de la Malagueta. "A los tres nos apetecía vivir con más gente, así que nos pusimos manos a la obra", explica Paco. Tras varias opciones, se decidieron por un octavo piso en la Malagueta con unas impresionantes vistas a la bahía de Málaga. "Profesionales de este tipo antes directamente compraban un piso o vivían solos o en pareja, pero ahora todo cambia", añade Carlos Rueda, que destaca que en la capital malagueña el número de pisos compartidos ha aumentado cerca del 50 por ciento sólo en un año.

Gastos comunes en una nueva cuenta corriente a nombre de los tres, compras en el Mercadona para todos, similar gusto por el orden y la limpieza, buena convivencia… "La experiencia ha sido muy buena", afirma Juanjo, que esta semana ultimaba junto a sus compañeros una mudanza. Paco ha comprado un piso y él será su inquilino. "A mí no me apetecía vivir solo", asegura el nuevo propietario. Por su parte, Jaime se va a vivir con su chica. "Comprar ahora mismo no es buena idea y lo mejor es que se está cambiando la mentalidad: antes alquilar parecía casi tirar el dinero. Pero la realidad es que es una gran opción", afirma. Su ya ex compañero de piso, Paco, lo ratifica: "No me hubiera comprado un piso si hubiera supuesto vivir en peores condiciones o en una casa más chica. Prefiero tener más calidad de vida que comprar, pero esta era una buena oportunidad", concluye mientras enseña su nuevo piso en la zona de los Baños del Carmen.

Para María adquirir un piso en Teatinos también fue una buena opción. Médica de profesión, la hipoteca de la vivienda no alcanzaba los 600 euros, así que todo cuadraba y se independizó. Tras su residencia en el hospital, la cosa empezó a torcerse porque no encontraba trabajo. Sin posibilidades en Málaga, tuvo que salir dirección a Algeciras cuando le surgió un buen puesto allí. "Era una buena noticia, pero había un problema: no podía permitirme mantener la hipoteca y el alquiler de un piso en Algeciras", explica. Así que, sin quererlo, tuvo que alquilar su casa. "Pero cuando volvía a Málaga, debía ir a casa de mis padres, así que adiós a la independencia", añade.

Luego todo salió redondo. Una buena amiga también encontró trabajo en la ciudad gaditana, pero no quería perder su sitio en Málaga: "ahí están todos nuestros amigos", dice María. Así que tomaron una decisión salomónica: compartir dos casas. María paga ahora la hipoteca de su casa, su amiga el alquiler del piso en Algeciras y las dos comparten gastos en ambos inmuebles. "Hemos tenido mucha suerte. Por el precio de uno, tenemos dos pisos. Cada cierto tiempo ponemos las cuentas al día para pagar lo mismo y estamos muy contentas de cómo ha ido todo al final", subraya María. "Salimos ganando las dos", añade.

El que también sale ganando es Fede. Diseñador gráfico de 29 años, vive sólo en la antigua casa de sus padres, así que no tiene hipoteca… Pero tampoco tiene empleo. Sin que le quede ya prestación por desempleo, consigue pagar los recibos de luz, agua o internet con algún que otro trabajo esporádico. Pero ha encontrado una nueva vía de ingresos. Ha arreglado su piso y ha puesto en alquiler dos habitaciones. Ahora convive con un chico procedente de Polonia y otro de Gales: una nueva experiencia como arrendatario. "Lo peor es ver como no cuidan las cosas como tú lo haces, porque es tu casa", explica Fede, al que eso no le echa para atrás a la hora de alquilar las habitaciones: "Pagan los gastos comunes y la renta me ayuda mucho económicamente", subraya. "Y, de paso, puedo aprender inglés", concluye.

También aprende idiomas María, ya jubilada, mientras almuerza con Verena, Katharina, Daniela y Kerstin, cuatro estudiantes procedentes de Austria. Ellas llegaron a Málaga para aprender español y eligieron la opción de vivir con una familia, con la idea de practicar más el castellano. La encontraron en el barrio de Pedregalejo, en casa de María, junto a la mayor parte de academias de la capital. Durante el postre, las chicas preguntan mucho a María porque planean pasar una tarde de playa en Nerja. "No paran ni un momento", asegura la mujer. María, junto a su marido, alquila habitaciones en su casa a estudiantes extranjeros cuatro meses cada año. "Es una ayuda económica muy buena. Nos facilita mucho más la vida y nos permite regalar cosas a nuestros nietos y no depender sólo de nuestras pensiones", afirma la mujer. "Y encima ahora tengo amistades en todo el mundo", destaca.

Su caso es el de muchas otras familias que alquilan habitaciones a jóvenes extranjeros que llegan a Málaga para aprender castellano. "Son gente de nuestra confianza y es una gran opción para los estudiantes", afirma José María Casero, responsable de la empresa On Spain y que lleva más de una década trabajando en este campo. "Aquí organizamos toda la estancia de los chavales con excursiones, actividades, circuitos… y también, alojamientos diversos". Así, además de apartamentos u hostales, cuenta con una red de más de cien familias malagueñas que se ofrecen para recibir a los chavales. También a los profesores, ya que muchos se alojan también en familias. "Es un valor añadido para todos. Además, así potenciamos la economía familiar" subraya Casero, que destaca que el perfil de propietarios es diferente: "a unos les viene bien la ayuda económica, a otros la compañía y también hay quien quiere que sus hijos convivan con otras personas y aprendan idiomas. Cada uno es diferente", añade el responsable de On Spain.

María también lleva mucho tiempo tratando con estudiantes extranjeros: lleva casi dos décadas alquilándoles habitaciones. "Se fueron mis hijos y lo vimos como una buena opción", afirma la mujer. Sus inquilinos no suelen estar más de una semana en casa y, aunque la experiencia "es siempre diferente", hay cosas que no cambian: "antes de irse siempre se llevan una paellita en sus estómagos y una buena tortilla de patatas". "Es lo mejor de que elijan esta opción: los estudiantes conocen así mucho más la cultura andaluz y sus comidas, además de practicar mucho más su español", añaden desde la academia Sí Málaga, también ubicada en Pedregalejo, donde generalmente son las familias las que se ponen en contacto con ellos para alojar a estudiantes: el dinero siempre viene bien.

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