La otra lucha de Mario

El Hospital Carlos Haya ha recluido en una angosta habitación compartida a un enfermo de oncología parapléjico que habitualmente es acompañado por su esposa, postrada en una silla de ruedas, que se ve obligada a buscar constantemente la "compasión" de terceras personas para que le despejen los sillones que ocupan el pequeño camino que separa las camas de la pared y así poder llegar hasta el enfermo. A las dificultades de movilidad en el interior de este espacio se suma que carece de cuarto de baño adaptado a discapacitados.

Esta situación se mantiene desde el 20 de septiembre cuando Mario Núñez ingresó en el hospital para ser tratado de fuertes dolores después de que tuviera que interrumpir el tratamiento de quimioterapia al detectársele una infección de orina, que podría estar motivada por una sonda válida para diez días que tuvo instalada un mes. El paciente, que fue sometido a un autotrasplante de médula en enero para combatir el mieloma múltiple que padece, sufre inmunodepresión, es decir, es especialmente vulnerable a contraer infecciones. La primera noche compartió habitación con otro enfermo "que tenía tos y fiebre alta. Como aún estoy en fase de estabilización tras el autotrasplante de médula temí ser contagiado. Protestamos y me cambiaron de habitación".

Efectivamente, enseguida ocupó la habitación 316 del pabellón A del hospital Carlos Haya. Sin embargo, de nuevo compartía habitación con otro paciente, a pesar de que ya en ese momento se le había detectado una infección hospitalaria producida por una bacteria.

A las 17:00 de ayer, aún figuraba en la puerta de la habitación un cartel que advertía de la existencia de una infección contagiosa y la necesidad de adoptar medidas profilácticas. Aunque minutos después el personal médico le informó de que ya la había superado.

"Cuando me diagnosticaron esa infección me dieron un folleto con algunas instrucciones y entre ellas figura que debía permanecer en una habitación privada". Pero esto nunca ha sido así. Tras ser trasladado el primer compañero de la habitación 316, Mario permaneció día y medio solo, pero después ingresó otro paciente, con lo que de nuevo se avivó el riesgo de contagio a terceros y los problemas de movilidad de Carmela, su esposa, se recrudecieron.

La familia sostiene que dada la imposibilidad física para entrar en el cuarto de baño con una silla de ruedas, cada vez que la mujer necesita ir al lavabo se ve obligada a desplazarse hasta su domicilio, convirtiéndose en un martirio adicional aún cuando se encuentre en las inmediaciones del hospital. "No puede acceder ni siquiera para lavarse las manos. Sólo puede pasar a la habitación si otras personas se compadecen y despejan el camino para que entre la silla de ruedas".

El paciente está a la espera de culminar cinco sesiones consecutivas de radioterapia prescritas para combatir los dolores que le provocan un tumor alojado en la columna vertebral. El jueves pasado comenzó a recibir la radioterapia, aunque durante el fin de semana se interrumpió el tratamiento que se reanudó el lunes. Después, podrá seguir la quimioterapia que debe atajar la expansión del mieloma múltiple. Mientras, Mario, que desde junio sólo tiene movilidad en los brazos y el cuello no cuenta, por ejemplo, con acceso a servicios como el teléfono de la habitación o el interruptor de la luz, que quedan fuera de su alcance, e incluso tiene dificultades para mover la mesilla de noche porque tiene las ruedas parcialmente bloqueadas.

Desde el Hospital Regional Carlos Haya se ha indicado que se "trabaja por darle a este paciente las mejores opciones posibles. Ya se le cambió de habitación y los acompañantes cuentan con cuarto de baño adaptado a discapacitados en el mismo pabellón en el que está ingresado. Y por supuesto tiene garantizada la atención".