Málaga

El cuento de los parques

  • Las zonas verdes proyectadas en Repsol, Arraijanal y el Campamento Benítez son hoy meras promesas incumplidas por las administraciones que las comprometieron

Érase una vez una ciudad que soñaba con parecerse a otras ciudades, que envidiaba a aquellas en la que sus habitantes podían disfrutar de espacios donde caminar sin compartir su paseo con el estruendo de los motores. Érase una vez una ciudad que se imaginaba no sólo plagada de manzanas de ladrillo o de carreteras y cemento en las calles, sino también pintada de verde, con parques que le permitiesen respirar. Era tal el anhelo de la ciudad que sus gobernantes se afanaron en la tarea de transformar la imaginación en realidad y pusieron su mirada en una parcela sobre la que antaño se levantaban bidones de petróleo; en los últimos suelos libres del litoral de poniente, conocidos como Arraijanal, y en un antiguo asentamiento militar, que recibía por nombre Campamento Benítez. Pero el tiempo pasó y la fantasía de esos mismos gobernantes empezó a difuminarse, a desteñir los colores con los que barnizaron sus pretensiones y lo que algunos perfilaron como un maravilloso paraíso acabó por convertirse en un sueño de parques.

Hace años que la ciudad que refleja esta historia, llamada Málaga, podría estar disfrutando de esos tres grandes parques que los responsables políticos anunciaron y comprometieron. Pero hoy, ninguno de estos espacios verdes es realidad. No lo es el parque de los antiguos suelos de Repsol, ni Arraijanal es hoy zona de esparcimiento para los vecinos, como tampoco lo es el Benítez.

Tres muestras más de lo que parece ser una tradición en la capital de la Costa del Sol: proyectos que se ponen sobre la mesa, que se inician, que se predican, pero que se eternizan. Porque si bien ahora el Ministerio de Fomento, Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Málaga se autopromocionan como inventores de la idea de hacer del Benítez un parque, hay que precisar que la gestación de un espacio verde de 260.000 metros cuadrados ya formaba parte del proyecto que, auspiciado por Magdalena Álvarez como ministra de Fomento, se anunció y presentó a finales del año 2005. Transcurridos cinco años no sólo no se ha actuado sobre la parcela sino que, el mismo departamento que plasmó la iniciativa, huye de la misma con la complicidad de las instituciones que la aplaudieron en su día.

Pero el Benítez no es más que la última pieza del puzzle. Mucho más larga es la espera de los más de cien mil vecinos de Carretera de Cádiz y Cruz de Humilladero, a los que el Ayuntamiento prometió allá por el año 2000 la creación de un gran parque en una parcela que en la última década ha pasado de ser propiedad de Repsol, a ser vendido a la promotora inmobiliaria Comarex, que ante los efectos de la crisis desistió de su proyecto y lo cedió a Caixa Galicia. Y, que se sepa, no hay avance alguno en la intervención.

De hecho, tras dibujarse como una gran zona verde exclusiva (dado que los posibles usos residenciales iban al norte), el proyecto ha pasado a convertirse en un parque entre edificios. El acuerdo que en marzo de 2006 firmó el Ayuntamiento con Comarex permitía a la firma construir cinco grandes torres, con capacidad para más de un millar de viviendas y usos comerciales y empresariales, aunque la obligaba a ejecutar un parque de unos 80.000 metros cuadrados. La situación de crisis actual y la eternización de la redacción del Plan General han impedido cualquier avance en el desarrollo de este espacio.

Algo menor es la travesía que acumula el parque que el Ministerio de Fomento iba a ejecutar como parte del Museo del Transporte en el Campamento Benítez. Fue en 2005 cuando la entonces ministra alcanzó un acuerdo con el Ministerio de Defensa para dar uso público a la parcela, para lo que contempló la ejecución de un equipamiento que estaba valorado en 300 millones. Cinco años después, poco o nada se sabe del museo, y el parque, al que prestaba especial importancia la arquitecta Carme Pinós, adjudicataria de su diseño, parece haber quedado en agua de borrajas. Ahora, la Junta y el Ministerio de Fomento se han sacado de la manga la idea de hacer un parque, pero nadie precisa cómo será y si el mismo forma parte de la iniciativa original de Álvarez.

En esta misma senda de incertidumbre se mantiene Arraijanal, suelo del que la Administración regional ha hecho bandera en los últimos años. Aunque no fue la Junta la primera que puso su mirada en esta parcela. Antes que ella, el Ministerio de Medio Ambiente anunció en reiteradas ocasiones la expropiaría para evitar su ocupación residencial, por medio de un plan de esponjamiento de Costas que nunca se llevó a cabo. Ahora, la Consejería de Obras Públicas ha conseguido que en el nuevo Plan General tan codiciada pastilla quede reservada como espacio verde.

Pero nadie sabe precisar cuándo los malagueños podrán disfrutar de todos estos parques que, por el momento, siguen instalados en el mundo de los sueños.

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