Málaga

"Bolonia ha llegado a la universidad de forma tardía, confusa y precipitada"

  • El catedrático en Pedagogía apuesta por un cambio en la educación, que debe comenzar por la formación de los docentes · Afirma que los planes de estudios actuales se diferencia muy poco de los antiguos

-Defiende la idea de reinventar la profesión docente, ¿por qué lo considera necesario?

-En los últimos treinta años la sociedad ha dado un salto enorme tanto cuantitativo como cualitativo en lo que hemos denominado la era de la información. Todo esto requiere que los ciudadanos tengan nuevas competencias, nuevas capacidades y nuevas actitudes y es la escuela la que debe responder ante ese reto. Sin embargo, la escuela no ha cambiado de la misma manera. Se parece mucho más a una institución del siglo XIX que a una del XXI. Las exigencias actuales requieren modificar claramente aspectos fundamentales de la vida escolar y del docente, que son la clave para ese cambio. Si el docente no entiende las exigencias actuales y no es capaz de responder a sus desafíos, la escuela no va a cambiar.

-¿Cuáles son esos cambios?

-El cambio fundamental es que los ciudadanos del siglo XXI tienen que trabajar fundamentalmente con información. Por tanto, la competencia fundamental es que hay que formar a los niños a aprender a aprender, porque van a tener que estar aprendiendo toda la vida.

-¿Cómo se forma a un niño a aprender a aprender?

-Esto lo que requiere es que dentro de lo que llamamos conocimiento debemos poner énfasis en unos aspectos más que en otros. Hasta ahora se ha puesto énfasis en la retención de datos y en la reproducción de datos. Hoy en día tenemos que fijarnos en aspectos más importante del conocimiento que son las ideas, los esquemas y los mapas mentales. Los datos son importantes pero pueden estar a golpe de ratón o en internet. Lo que no va a encontrar un niño y sí necesita son modelos mentales que le permita discernir qué datos son interesantes y cuáles no. Todo esto requiere un nuevo currículo y un nuevo tipo de profesor, nuevos métodos y nuevas fórmulas de evaluar a los niños.

-¿Cómo se consigue un profesor que se adapte a las nuevas necesidades del siglo XXI?

-La tarea fundamental es cambiar la cultura de los docentes para adaptarnos a las nuevas exigencias. Y ello debe hacerse desde la universidad a través de dos componentes básicos: la práctica y la investigación. Los futuros profesores deben tener contacto directo con la escuela desde el primer día de su formación. Al mismo tiempo deben ponerse en contacto con la investigación.

-¿Se está haciendo?

-No. Ni las Escuelas de Magisterio antiguas ni las facultades de Educación está desarrollando esos dos pilares bien. Esto supone una relación mucho más intensa y cercana de las dos instituciones, los centros escolares y la universidad. Tienen que estar en estrecha relación porque ambas son responsables tanto de la formación de los futuros docentes como de la innovación de las escuelas para responder a los retos contemporáneos.

-¿Cuánto tiempo se necesita?

-Es necesario empezar ya a hacer experiencias piloto donde, de manera sensata y controlada, se empiece a innovar de acuerdo con estas ideas. Esto significa reformular el currículum, las materias, las disciplinas, los contenidos, los métodos de trabajo, las formas de evaluación y requiere experimentación, que hay que hacer ya. Es verdad que se requiere empezar ya pero no de forma precipitada. Es urgente pero hay que hacerlo con tranquilidad porque es cambiar una cultura, y la cultura requiere tiempo, profundidad y hacerlo bien. Lo mismo le sucede a la universidad. Tiene que empezar ya a formar docentes integrando la práctica y la investigación. Y tienen que empezar ya, pero eso requerirá como mínimo 5 ó 10 años de experimentación tranquila y requiere una conciencia social que todavía no existe.

-¿Los profesores están dispuestos a afrontar los cambios?

-Los profesores están viendo la necesidad del cambio porque están viendo que los niños cada vez se aburren más en la escuela, que cada vez atienden menos y hay más fracaso escolar. En las encuestas que se están haciendo a nivel internacional se demuestra que los docentes la primera necesidad que tienen es de formación. Nosotros mismo decimos que necesitamos formarnos mejor para atender a los retos del siglo XXI. La formación del docente no es que vaya a un curso y se recicle, es formarse en equipos de docentes dentro de su propio centro, con expertos externos que les ayuden a analizar y mejorar su práctica para responder a las nuevas exigencias.

-Pero no solo basta con un profesor bien formado...

-Hay un proverbio bastante generalizado que dice que para formar a niños se necesita a toda la tribu. Los docentes aislados no pueden hacer nada, en grupo ya se pueden hacer algo pero necesitan el apoyo de la comunidad, trabajar con las familias. Los padres y las madres tienen que estar al tanto de las nuevas exigencias educativas y de los procedimientos, y tienen que colaborar y tienen que responsabilizarse.

-¿Y cuál es el papel de las administraciones?

-Evidentemente la administración también tiene que considerar que lo importante es que los cambios se produzcan desde abajo y no desde arriba. Más que llenar a los centros de preinscripciones y tareas burocráticas deben apoyar los proyectos de innovación, de indagación y de formación. Tienen que abrir posibilidades, ofrecer ámbitos y recursos. Deben estimular y provocar esas experiencias de innovación en las escuelas.

-¿Esta nueva forma de educar paliaría el absentismo y el fracaso escolar?

-La profesión docente es más compleja, más diversificada y más plural que hace treinta años. Por eso el profesor que explica en la pizarra para 40 alumnos y que luego evalúa es una imagen de una función docente del XVIII pero en el XXI se requiere de otra estrategia metodológica. Hay que adecuar esa metodología a las necesidades de cada niño. El reto es una pedagogía personalizada dedicada y enfocada a los que más lo necesitan. La ratio ideal no debe superar nunca los 25 niños.

-Poco a poco se están incorporando las TIC en los centros. ¿Ayudan a ese cambio necesario?

-Las nuevas tecnologías son una herramienta importantísima. Sin ellas hoy en día no podemos estar al tanto de la producción de conocimiento, de los intercambios de comunicación, de la información y de las ideas. Son claves y tiene que formar parte sustancial de la escuela. No puede ser que el niño utilice en la escuela herramientas del siglo XVIII y luego en su casa tenga herramientas del siglo XXI. Por tanto, es una herramienta clave, pero por sí sola no produce innovación. Necesitamos una filosofía y una metodología pedagógica adecuada para provocar el desarrollo autónomo de los niños en ese caos de información, siempre contando con las TIC como herramienta.

-¿Las utilizamos bien?

-Yo creo que ya se ha dado un paso importante en dotar a los centros con recursos tecnológicos actuales. Pero, de manera generalizada, ahora se requiere de un tratamiento de choque y éste es la formación de los docentes en centros para que puedan utilizar creativamente y adecuadamente las TIC. Y eso todavía no se ha conseguido y estamos a años luz. Los docentes deben ver las posibilidades, las fortalezas y las debilidades de las TIC en su propio centro, en su propia aula y con su propio proyecto educativo.

-¿Qué ocurre con el Plan Bolonia?

-Desde la perspectiva pedagógica, el Plan Bolonia tiene unos valores importantísimos en lo que se refiere a la nueva forma de educar. Pero en España se ha hecho de manera tardía, confusa y precipitada. Los planes de estudios actuales se diferencian muy poco de los anteriores y, por tanto, aunque en los papeles puedan aparecer cambios muchos de ellos son sólo de nombre, burocráticos, que no se refleja en lo que está ocurriendo en las aulas. Hay iniciativas interesantes como la reducción de la ratio. Yo creo que la relación entre la práctica y la investigación, que debería ser el eje de los nuevos planes de estudio, no se ha conseguido.

-¿Se pasará de los cambios burocráticos a los reales?

-Yo soy optimista. Siempre que hay iniciativas y experiencias se está demostrando que el cambio es posible. Poco a poco se pueden dar pasos que la reforma precipitada y confusa no fue capaz, aunque para ello se necesita mucha más habilidad administrativa tanto en la universidad como en las administraciones públicas.

-¿Cuánto tiempo será necesario?

-Por lo menos se requieren 10 años para que veamos programas y planes de estudio que integren esos componente, la práctica y la investigación. No de palabra, sino de verdad.

-¿Cómo puede ayudar el Campus de Excelencia Internacional alcanzado por las universidades de Málaga y Sevilla conjuntamente?

-Al mismo tiempo que es una oportunidad por el apoyo económico es también un estímulo al cambio, a la innovación, algo que yo considero más importante. Pero me gustaría que ese estímulo se fortaleciera y se impulsara no solo en las materias tecnológicas y científicas experimentales sino también en las humanidades, en las ciencias sociales y por supuesto en educación. Los cambios y las innovaciones y en tecnologías está perfectamente reconocidas en la sociedad. Sin embargo la sociedad y los políticos temen los cambios en Educación. La gente pone resistencias, siente inseguridad. El Campus de Excelencia Internacional debería abarcar también esas áreas porque ahí está la innovación para formar al capital humano que requiere la sociedad del XXI. Lo tecnológico es importantísimo, pero lo más definitivo es la formación del capital humano que requiere esta sociedad.

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