Cultura

Sinfonía de luz para STING

  • El músico conquistó ayer a más de 7.000 espectadores en la plaza de toros de Granada con su espectáculo 'Symphonicity', en el que repasó sus grandes éxitos arropado por el poderoso sonido de la Orquesta Ciudad de Granada

Sting logró anoche hacer aullar al público en la plaza de toros de Granada con su espectáculo Symphonicity, en el que hizo un repaso a todos sus grandes éxitos apoyado por el sonido de la Orquesta Ciudad de Granada. El experimento de mezclar el rock con una orquesta sinfónica impresionó y emocionó a los más de 7.000 asistentes que llenaron el coso taurino y que se quedaron absolutamente satisfechos con un concierto sorprendente, único, lleno de efectividad y dulzura. Fue el Sting más emocionante. Una pura sinfonía de luz.

Ver a Sting respaldado por tantos músicos detrás, con una voz en su cénit y maneras de auténtica exquisitez fue para muchos una verdadera sorpresa. Los temas en solitario y junto a Police del músico británico cobraron un brillo nuevo, una magia distinta y un fulgor impresionante.

Desde una hora antes de que comenzara el concierto, el público ya era numeroso en los alrededores de la plaza de toros y, cuando apenas faltaban unos minutos para que comenzase, la avalancha de gente que esperaba en la puerta era enorme, tanto que obligó a retrasar 15 minutos el inicio del concierto. Y es que, si ver a Sting en directo es un privilegio, verlo acompañado por una formación como la Orquesta Ciudad de Granada fue ayer todo un lujo. Los músicos granadinos lo sabían y, durante las últimas semanas, han estado trabajando duro con el director de orquesta Chelsea Tripton, que alabó la gran calidad de la formación granadina.

Se apagaron las luces y, entre la expectación del público, destacó la presencia del cantante sobre el escenario para interpretar el primer tema de la noche, Every little thing she does is magic, uno de los grandes temas de Police. A los lados del escenario, dos pantallas gigantes ofrecían detalles de la actuación para que el público pudiese apreciar con mayor precisión todo lo que sucedía allí arriba.

El aforo de la plaza de toros es de unas 12.000 personas, pero los organizadores del concierto, la empresa granadina Musiserv, con el patrocinio del Milenio, decidieron que muchas de las zonas del coso taurino permaneciesen vacías para que la visibilidad del espectáculo fuese total a cada uno de los asistentes.

Muchos de los espectadores, seguidores de Sting, pocas veces habrán tenido la oportunidad de ver en directo una orquesta con todos sus timbres, sus secciones, sus tremendas sonoridades. Por eso el concierto de Sting resultó apabullante. Ponía los vellos de punta desde el primer instante y el público respondió coreando todos los temas.

Y máxime cuando el repertorio empezaba a desgranarse en todo su esplendor: If I ever lose my faith in you, Englishman in New York, Roxanne, Straight to my heart, When we dance... Los arreglos orquestales realizados para la ocasión no son excesivamente complejos ni permiten un lucimiento total de la orquesta, pero la conjunción entre cantante y músicos funciona a la perfección. Ofrece otra luz a unas canciones de sobra conocidas y las llena de matices.

Aparte de la OCG, Sting estuvo acompañado su propia banda, que incluye al guitarrista Dominic Miller, al percusionista Rhani Krija, a la vocalista Jo Lawry y al contrabajista Ira Coleman. Esa mezcla entre instrumentos eléctricos y orquesta acústica, aunque amplificada, creó una textura sorprendente. Sí es cierto que, en aspectos puntuales, la percusión cobraba un exceso de protagonismo que es innecesario: en un grupo de rock, el batería es el director de orquesta. Por lo tanto, en una orquesta sinfónica, la batería debe ir en un segundo plano, ya no hace falta que dirija la función. Fue la pega mínima, inadvertida, que pudo ponérsele a una actuación que fue brillante desde el mismísimo comienzo.

El público debió sentir cómo se le erizaba el pelo cuando sonó la magnífica introducción de Russians, uno de los más hermosos temas de Sting. Luego todo siguió cobrando más y más fuerza con In hung my head, Why should I cry for you, Whenever I say your name, Fields of gold y Next to you.

Fue en ese momento cuando se produjo algo que suele ser muy habitual en los conciertos sinfónicos: el intermedio. El pequeño parón sirvió para que los asistentes comentaran la magia del momento.

La segunda parte se reanudó con Shape of my heart y This cowboy song. A continuación, otro de los momentos más vibrantes de la velada: la interpretación de Moon over Bourbon Street, uno de los grandes temas de su primer disco en solitario, The dream of the blue turtles. Tema de profunda melancolía y aires jazzeros. Le siguieron End of the game, All would envy y King of pain para llegar al final de la noche: la imprescindible Every breath you take, y el público enloquecido en sus asientos. Sting había convencido y emocionado.

Luego, llegó al fiesta con el primero de los bises, Desert rose, con sus aires árabe y la gente cada vez más animada. Nuevos bises: She's too good for me y Fragile. Un final perfecto. El público estalló. Faena de dos orejas y rabo.

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