El artista y compositor Andrés Calamaro llega el viernes al Castillo Sohail de Fuengirola con su gira después de pasar por otros escenarios del país como Madrid, Barcelona y Sevilla. El músico bonaerense incluye en Bohemio diez canciones repletas de naturalidad, manteniendo la tónica rockera de siempre, en un álbum que también rinde tributo a uno de sus referentes musicales como fue Luis Alberto Spinetta, El Flaco. Además de deleitar al público con las canciones de su nuevo disco, producido por Cachorro López, no faltarán otras como Flaca, Paloma o Loco de sus anteriores éxitos.

-En alguna entrevista ha comentado que perdió las ganas de salir a tocar, de colocarse en el escenario, y en cambio ha vuelto de gira. ¿Qué ha sido lo que le ha devuelto la ilusión?

-Por soportar la responsabilidad de cantar siempre inspirado, quizás decirle que sobran los motivos y razones por las que he vuelto a tener inspiración. Tenga usted en cuenta que habíamos desarmado el anterior grupo musical después de temporadas intensas de vivir y tocar, dicho lo cual, entiendo que volver a formar un grupo de compañeros notables y músicos de conciencia pura fue importante. No es sencillo construir una vida musical de muchos años; perder la ilusión y recuperarla es parte de la vida.

-Al mismo tiempo que grababa Bohemio, ensayaba con los mismos músicos para la gira. Eso tiene que haber sido muy enriquecedor.

-Parecía improbable pero "la música es el arte de combinar horarios y calendarios". Así ocurrió, y fue una suerte porque pude involucrar a mis compañeros músicos y todos le aportaron colores a la grabación del disco. Para el álbum fue una alternativa noble, la del talento de mis compañeros. Siempre sujetos a la exigente mirada de Cachorro López, que es la madre del álbum.

-Según tengo entendido, varía el repertorio en cada actuación.

-El repertorio lo elige Germán, nuestro pianista. Después me lo muestra y lo terminamos de definir el día del concierto. Ya tenemos una estructura básica bastante buena, nos gustó el repertorio que hicimos en Madrid. Cambiamos dos o tres canciones entre un concierto y otro. Hay algunas inevitables y también las del disco nuevo, que corresponde interpretar.

-¿Se siente identificado de algún modo con Andalucía, usted que es admirador del flamenco y la tauromaquia?

-En los países de Europa se siente la diferencia entre el norte y el sur sin que esto sea bueno ni malo. Es la fuente del arte en su expresión pura, cuna de muchos artistas por metro cuadrado, maestros del cante y la tauromaquia. Pero también está el concepto de existencia del arte fuera del marco litúrgico, es popular. El duende.

-Hay una parte muy emocional en este disco, que es el homenaje a Luis Alberto Spinetta.

-Sí. Una ausencia irrecuperable, un artista muy amado por el público y por los demás músicos. Para nosotros el rock es una identidad, no tenemos flamenco ni toros. Luis Alberto fue un ejemplo de artista. Ético, libre, inspiradísimo, muy original. Lo amamos y lo echamos de menos.

-Se promete "tomarme con calma lo que haga falta tomarme", dice que "no puedo evitar vivir" o que "ya pedí perdón tantas veces"... Todo disco, imagino, es un autorretrato. ¿Qué perfil muestra este álbum?

-Es imposible conocer a un músico escuchando un disco, no solo porque somos personas con cierta complejidad en el alma y la psiquis. Nadie puede conocerme realmente escuchando diez -o cincuenta- de mis canciones. Ni siquiera sirven para hacer un retrato musical completo, mucho menos personal. Además las canciones ven el futuro, a veces son el retrato de un tiempo que está por llegar.

-Da la sensación de que ha mantenido las riendas de su carrera, con proyectos tan ambiciosos y personales como El salmón o Andrés, y, sin embargo, sigue llenando auditorios. ¿Cómo se consigue ese equilibrio entre la comercialidad y la autenticidad?

-Bueno, supongo que tiene que ver con mi participación en grupos importantes como Los Rodríguez y Los Abuelos de la Nada. Los Rodríguez nunca fuimos un grupo realmente masivo, pero éramos muy buenos. A mí me gusta el lado experimental de la música, pero también me gustan las grandes canciones. Como estoy acostumbrado a escuchar música muy buena, intento ser digno de la música que escucho. No soy un compositor profesional, soy un músico de rock y en este ámbito alguien tiene que ocuparse de escribir las melodías, ponerles texto y cantar. Soy cantante accidental y me encontré en una espiral de éxitos a partir de la cual intento hacerlo lo mejor posible, pero también soy un músico contemporáneo. No soy funcional al sistema de la música comercial, grabo muchas cosas y algunas gustan.

-A pesar de sus coqueteos con otros géneros, a Calamaro se le sigue viendo como un rockero. ¿Se siente así en Bohemio?

-No se por qué la crítica de rock no acepta géneros eclécticos o híbridos. Yo crecí en una época donde todo era rock y no existían rótulos de discrepancia. Las grandes bandas británicas combinaban electrónica, barroco, poli-ritmos, obras de inspiración clásica, blusera y rock de raíces. Reproducir el rock americano agregándole una letra vulgar no me parece interesante. Mucha gente lo hace y lo entiendo. Es una tentación. Es como ponerse un disfraz en carnaval y jugar al rock.

-Para otoño dará conciertos en México con Bunbury. ¿Veremos por España esa alianza?

-Eso depende de Enrique. Yo creo que estamos preparando algo que, de momento, vamos a reproducir en México únicamente. Ojalá que tengamos buenas y puras sensaciones y repitamos en otros países.

-Ha sido nominado en tres categorías a los Premios Gardel, que otorga la industria musical de su país. ¿Qué importancia tienen los premios cuando uno tiene una trayectoria como la suya?

-Es importante ganarlos, perderlos no tiene importancia. Si los gana otro compañero que también se lo merece me parece bien.