Cultura

Un patrimonio vivo

  • El Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco se reúne desde hoy en Estambul para decidir las incorporaciones a su lista, entre ellas la de los Dólmenes de Antequera

Testigos mudos del paso del tiempo en los últimos cuatro mil años, los Dólmenes de Antequera afrontan una semana que puede resultar decisiva en su historia, lo que, dada su longevidad, no es que digamos poco. Desde hoy y hasta el día 20, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco se reunirá en Estambul, bajo la presidencia de la embajadora Lale Ülker, directora general de asuntos culturales y promoción exterior del Ministerio turco de Relaciones Exteriores, con el fin de examinar las candidaturas presentadas para su inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial. Al término de estos diez días, por tanto, el organismo vestirá de largo una renovada Lista Representativa, que actualmente cuenta con 108 sitios ya inscritos además de los 48 que configuran la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro. Y entre los expedientes que concurren a la decisión del Comité se encuentra el del Sitio de los Dólmenes de Antequera, denominación que incluye los Dólmenes de Menga y Viera, el tholos de El Romeral y los enclaves naturales de la Peña de los Enamorados y la Sierra del Torcal. Según el orden del día previsto para el Comité, la resolución respecto a este tesoro megalítico se producirá el próximo viernes 15 (a lo sumo, llegaría a retrasarse al sábado 16, aunque parece improbable); y, dado que el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) dio un definitivo y sin paliativos a la candidatura antequerana el pasado 19 de mayo, se da por hecho que los Dólmenes pasarán a ser Patrimonio Mundial de la Unesco; más aún, tanta es la confianza (nunca en la historia de la Unesco una propuesta con la aprobación cerrada de Icomos ha sido rechazada por el Comité) que hay organizadas dos fiestas de celebración para el viernes, una en Antequera a cargo del Ayuntamiento y otra en el mismo emplazamiento de los Dólmenes a cargo de la Junta de Andalucía. Las consecuencias que se derivarían de la denominación habrán de cotejarse a largo plazo, pero, de entrada, la provincia de Málaga tendría su primer Patrimonio Mundial; y, además, la Europa continental contaría con su primer testimonio de la antigua cultura megalítica protegido con este reconocimiento. Mucho material sensible hay por tanto en juego; y, si todo sale bien, como parece, más habrá que celebrar.

Con la resolución del próximo viernes se dará por concluida una andadura prolongada durante más de treinta años. Fue el senegalés Amadou-Mahtar M'Bow, entonces presidente de la Unesco, quien prendió la mecha en 1984 cuando, en una visita a los Dólmenes, recomendó a sus responsables que procuraran su catalogación en la Lista de Patrimonio Mundial. De aquella advertencia salió un primer intento de candidatura que quedó frustrado antes de su presentación oficial, pero el camino a seguir ya estaba trazado. En los años siguientes no faltaron declaraciones de buenas intenciones, especialmente desde los políticos, aunque el acicate definitivo llegó en 2005 con la presentación de las conclusiones de una investigación emprendida por el profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad de Cambridge Michael Hoskin: después de doce años de un pormenorizado trabajo de campo en tres mil templos de arquitectura megalítica en Europa y África, Hoskin señaló la extraordinaria singularidad que implicaba el hecho de que dos de los dólmenes antequeranos (el de Menga y el tholos de El Romeral) estuviesen orientados a parajes naturales (la Peña de los Enamorados y la Sierra del Torcal, respectivamente), en lugar de hacerlo a la salida del sol, como ocurre en la práctica totalidad de los antiguos monumentos de esta índole. Había por tanto una base científica y cultural propia bien significativa desde la que poner en marcha una nueva candidatura. Y así se hizo.

Después de años de investigación y definición del proyecto, el Consejo de Patrimonio Histórico Español, órgano de coordinación entre el Gobierno de España y las comunidades autónomas en la materia, decidió presentar ante la Unesco el Sitio de los Dólmenes de Antequera como única candidatura de entre toda su Lista Indicativa (en la que figuraban entonces 26 bienes de todo el país) a ingresar en la Lista Representativa de la Unesco, una exclusividad que ya se interpretó como un éxito. A partir de entonces, el procedimiento continuó como correspondía: en enero de 2015, la Junta de Andalucía, impulsora de la iniciativa junto al Ayuntamiento de Antequera (en una feliz confluencia política que incorporó los apoyos del Gobierno Central y la Diputación provincial), entregó al Gobierno la propuesta de los Dólmenes para su inscripción en la Lista Representativa de Patrimonio Mundial y el Gobierno transmitió el documento a la Unesco a través de su embajador permanente, Juan Manuel de Barandica y Luxan. En febrero, el director del Centro del Patrimonio Mundial, Kishore Rao, acusó recibo de la candidatura, confirmó que ésta cumplía con los requisitos técnicos y envió una copia del expediente a Icomos, lo que abrió la puerta a la primera evaluación in situ.

Este análisis se produjo en septiembre con la llegada (en coincidencia estratégica con el equinoccio de otoño del día 24, todo un espectáculo en el Dolmen de Viera) de la reputada historiadora Margaret Gowen, enviada por Icomos para dar cuenta del estado de conservación del sitio. A finales del mismo mes, Gowen emitió un informe favorable a la candidatura pero condicionado a determinadas actuaciones, dirigidas esencialmente al control del crecimiento de la zona industrial de Antequera colindante con el conjunto arqueológico y a la redefinición del futuro Museo de los Dólmenes con el fin de reducir su impacto visual en el paisaje. Dicho y hecho: el Ayuntamiento confirmó poco después que el control del polígono industrial se incorporaría en el PGOU y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía presentó un nuevo planteamiento sobre las reformas a realizar en el inmueble que acogerá el futuro museo. El pasado mayo, finalmente, Icomos dio por buenas las explicaciones, apuntó que el trabajo estaba bien hecho y dio su definitivo amén a la candidatura. Con lo más importante ya resuelto, aunque con todas las precauciones dada la restringida presencia de construcciones megalíticas de la Unesco (con sólo cinco incluidas: tres en el Reino Unido, una en Irlanda y otra en Malta), las campanas al vuelo son una mera cuestión de días. Habrá que festejar que la piedra vive.

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