Cultura

La inmortal sinfonía del gran Raphael

  • El linarense volvió a encandilar al público malagueño acompañado de la Orquesta Sinfónica de Málaga

Gestual, pícaro, engrandecido, sonriente, cabeza en alto. Así se mostraba un joven Raphael en la escena de la película Digan lo que digan (1968) donde canta el tema homónimo, algo así como la antesala de lo que ayer fue Raphael Sinphonico en el Málaga Auditorium Club (MAC) del Palacio de Ferias lleno hasta la bandera y engalanado para la ocasión con sillas forradas de tela en color vino. "Cuando yo era joven era muy prematuro pensar en este tipo de cosas [...] Es un sueño cumplido", declaraba el cantante linarense en una entrevista con Europa Press el año pasado. El sueño se convirtió en inmortal sinfonía cuando ayer pisó el escenario junto a Orquesta Sinfónica de Málaga (OMF), esta vez bajo la dirección de Rubén Díez.

Enfundado en su inseparable traje de color negro, el Ruiseñor de Linares arrancaba con Ahora, un declaración de intenciones firmada a pachas entre Enrique Bunbury y Nacho Vegas donde se le escuchaba cantar con pasión: "Ahora, / que han pasado los años / intensamente vividos, exprimidos, / sigo en forma, / no estoy cansado / y tengo decidido retrasar el final". Se puede decir más alto -gracias a la OFM-, pero no más claro.

Con cada movimiento de batuta al principio del directo, baladas como Provocación y Enamorado de la Vida o se engrandecieron. También las más bailongas como Mi gran noche cuando las entonaba un coro extasiado conformado por miles de seguidores -hombres, mujeres, niños, adolescentes-, que no cesaron de aplaudir durante toda la noche. Era la segunda vez que Raphael visitaba la provincia para repasar sus grandes éxitos en clave sinfónica -la primera fue en la plaza de toros de Marbella en junio del año pasado-, pero no por eso su público dejaba de darle valor. Muchos, justo antes de entrar el MAC, conversaban sobre "la suerte" que habían tenido de comprar las entradas antes de que se agotaran.

El también actor, tras entrar en calor con algunos de sus mayores hits (Digan lo que digan o Despertar al amor) decidió hacer más íntima la velada interpretando Por una Tontería -del gran En Carne Viva-acompañado únicamente de un pianista, al que se rindió dedicándole un cariñoso gesto de admiración cuando llegó al solo. El cantante siguió dándole cuartelillo a la orquesta malagueña cruzando el charco con Gracias a la vida, aquella oda a la existencia humana compuesta por la cantautora chilena Violeta Parra. Esta vez sólo necesitó un guitarrista y sus manos, en continuo movimiento y señalando al cielo en alguna ocasión, para emocionar a sus seguidores. Durante la segunda parte del show, Raphael siguió demostrando que su carrera no sólo se ha consolidado gracias a su voz -potente, afinada, espléndida-, sino que también se suma una gran talla de intérprete. El andaluz movió las manos, paseó por el escenario, miró a sus devotos, sintió cada estrofa. Mientras se sucedieron Un día más, ¿Qué tal te va, sin mí?, Detenedla ya... Nadie podía imaginarse que ya se acabara. Esta sinfonía sólo puede catalogarse con un adjetivo, inmortal, porque no va a envejecer con el paso del tiempo. Al igual que el mismo Raphael.

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